miércoles, 22 de octubre de 2014

EL PRECIO DE LA GLORIA

Francia, 1918...El capitán Flagg tiene a su cargo a la que es considerada peor compañía de marines de las destacadas en el frente. A pesar de pretender dar una imagen de seriedad y correción, lo cierto es que Flagg tampoco es que sea un modelo de comportamiento para sus subordinados, los cuales cada día se hallan más superados por la dureza de los combates y las refriegas en las trincheras y los campos minados. La llegada del nuevo sargento al destacamento no ayuda, precisamente, a hacer que la situación mejore. Más bien lo que hace es empeorarla. El sargento Quirt y Flagg llevan años respetándose, pero también enfrentados por vaya uno a saber qué historias del pasado. La presencia de la bella hija del tabernero, a la que Flagg se beneficia sin mayores dificultades, hará que la relación derive en un curioso triángulo sentimental, que la guerra acabará por sellar definitivamente...
Es de dominio público que John Ford (1895-1973) fue un personaje marcado por ciertas contradicciones internas que, con el paso del tiempo, se fueron agudizando. Por otro lado se sabe que Ford tenía un gran amor por la vida castrense, no en vano intentó seguir la carrera militar, aunque algunos biógrafos discrepan sobre las razones que le impulsaron a no seguirla. Unos dicen que sí llegó a ser cadete, pero fue expulsado como consecuencia de estar implicado en una trifulca; otros indican que sus problemas tuvieron mucho que ver con ello. Otra aspecto personal es su ideología; en su juventud estuvo muy vinculado a ideas liberales, encuadrables con el Partido Demócrata, pero tras la Segunda Guerra Mundial pasó a ir derechizando su postura, como consecuencia de su amistad, durante su periodo de colaboración con el Pentágono, con diversos altos cargos de reonocida filiciación casi se diría que filonazi, que ejercieron una muy poderosa influencia en el director de "La diligencia" (1939). A pesar de ello, durante la tristemente célebre "caza de brujas" del senador McCarthy, a primeros de los cincuenta, Ford ejercería de vórtice entre los sectores más reaccionarios del Sindicato de Directores y los más liberales, aunque fueron actos aislados, pues en líenas generales siempre se encuadró con los primeros.
"El precio de la gloria" (1952) pertenece a una etapa un tanto turbulenta en la actividad profesional de su director. Ford andaba un tanto errático tras el rodaje de su muy personal "El hombre tranquilo" (1952), un proyecto personal por el que había luchado prácticamente durante casi veinte años. "El precio de la gloria", al igual que ocurre con la posterior "Mogambo" (1953) eran todo lo contrario, eran propuestas realizadas por los estudios, sendos remakes a todo color de viejos éxitos en blanco y negro, el primero de los años de cine mudo y el otro de principios de los años treinta. 
Así pues, John Ford se limitó a cubrir el expediente, a ganarse las habicuelas con un encargo al que no le unían mayores intereses que su enclave en un ambiente bélico, de camaradería, de irlandeses rebeldes pero plenamente comprometidos con su labor hacia con la patria. En cierta medida eso es lo que cuenta este filme, es una historia de dos hombres que, enfrentados por una mujer, acabarán por dejar de lado tanto a ella como a sus diferencias con el fin de ir al campo de batalla, aún a sabiendas de que quizá nunca volverán a verla. 
La película en sí, tiene bastantes altibajos; por un lado se pretende hacer una crítica sobre los modos y formas de dirigir a las tropas por parte del alto mando, que los trata como si fueran meras fichas de una gran partida de ajedrez que se juega muy lejos de sus puestos, cómodos y tranquilos, situados en la retaguardia. Flagg debe hacerse cargo de una complicada misión de captura de un jefe militar enemigo, en el transcurso de la cual pierde a dos hombres y, finalmente, al propio prosionero. Cuando se abre la posibilidad de realizar de nuevo la misión y salir del lugar a toda prisa, el alto mando cambia las órdenes, exigiendo a Flagg que conduzca a sus tropas hacia una posición cuando saben perfectamente lo agotados que están. En ese instante, un soldado malherido (Craig Hill, actor que años más tarde hizo multitud de "spaghetti westerns" por Almería, además de casarse con nuestra Teresa Gimpera) realiza un duro discurso contra la guerra y los dramas que provoca. Todos le escuchan aterrorizados, con los rostros demacrados, pero el hecho es que poco más tarde marchan todos hacia el frente. 
Así pues el principal problema de un filme como "El precio de la gloria" estriba en que su planteamiento argumental, hacer una crítica sobre la estupidez de la guerra, choca frontalmente con los intereses de un director que siempre se mantuvo fiel a su visión de la vida castrense como una comunidad unida y entregada a la causa. Una circunstancia en la que Ford incidiría tres años más tarde en "Cuna de héroes", biografía de un reputado instructor de la academia militar de West Point y que su director adorna en su parte final con un claro mensaje de promoción de dicho centro castrense. Aquí, lo que hace Ford es finiquitar el drama con el escudo de los marines en primer plano y el himno a toda pastilla. La historia de amistad, de amor y respeto queda pues sepultada por el patriotismo y el toque de trompeta... 

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