domingo, 29 de enero de 2017

ASALTO AL PODER

En un país imaginario, dominado por los tejemanejes de un gobierno corrupto, lo que provoca la respuesta directa de grupos armados que luchan contra la represión brutal llevada a cabo por la policía secreta, un grupo de militares decide poner en marcha un golpe de estado, con el fin de acabar con dicha situación. Pese a sus diferencias de criterio, dicho grupo está dispuesto a todo para liberar al país del yugo de un presidente que se sirve de los brutales métodos de su jefe de inteligencia, que gusta de la tortura y la represión brutal como medio de obtener resultados y acabar con la oposición. Aún cuando algunos de ellos tienen buenas intenciones, los resultados del golpe de estado no supondrán, en ningún caso, un cambio del "status quo", más bien todo lo contrario.
Realizador procedente del documental, Martyn Burke es un realizador y guionista de origen canadiense de trayectoria bastante irregular, que tan pronto intentó realizar obras de contenido político o que criticaban ciertos aspectos de plena actualidad en aquellos días, como es el caso de la presente "Asalto al poder" (1978), como se las componía para hilvanar un "thriller" con ribetes cómicos y de muy escaso relieve, al servicio de un Sylvester Stallone ya muy en decadencia, caso de la muy desastrosa "El protector" (2002). El hecho es que sus incursiones en la pantalla grande, al haber tenido una recepción comercial nefasta las más de las veces, han afectado a su devenir en el medio televisivo, donde fue el responsable de una cinta bastante digna e interesante, "Piratas de Sylicon Valley" (1999), que relataba los inicios de Steve Jobs y Bill Gates, de la que pocos se acuerdan.
El hecho de haber dedicado la mayoría de sus esfuerzos al campo del documental, fueron el elemento clave para que Burke convenciera al actor David Hemmings para realizar "Asalto al poder", una ambiciosa producción a dos bandas, entre Gran Bretaña y Canadá, que contó con un reparto de rostros conocidos y que, sin ser lo que se dice redonda, tampoco merece el desprecio totalk y absoluto que sufrió en el momento de su estreno y que, muy probablemente, cercenó las posibilidades de su director a optar a una carrera dentro del cine de ficción más enjundiosa y prolongada. 
Rodada en un momento en el cual, por desgracia, los golpes de estado estaban al orden del día, solamente dos años antes se había producido el de Argentina y ese mismo año, 1978, se estaba celebrando el Mundial de dicho país, que sirvió en gran medida para reforzar la imagen de "normalidad" de cara al exterior de un régimen militar brutal y sádico, la película es el reflejo realista de una asonada golpista, centrándose en la figura de un militar viudo, a punto de retirarse de la vida castrense, el coronel Narryman (David Hemmings) que, siendo testigo de los desmanes de un presidente corrupto que basa toda su política en el uso de la fuerza bruta, representada por su fiel jefe de los servicios secretos, Blair (Donald Pleasance) decide actuar con el fin de restablecer la democracia mediante un golpe de estado que derive en un cambio político que ayude al país a salir de las sombras en las cuales se encuentra. Apoyado por un intelectual y un pequeño y decidido grupo de colegas militares, Narryman no pretende en ningún caso ser el cabecilla, el líder, más bien se siente la herramienta que ayudará de modo decisivo a normalizar la situación. Con todo existe un obstáculo y es que necesitan del apoyo del regimiento de blindados, comandado por el coronel Zeller (Peter O'Toole), un militar con una hoja de servicios impoluta pero de carácter bien poco fiable, que tanto puede darles su apoyo absoluto y, se supone, sin fisuras, como darles la espalda sin mayores explicaciones. Los golpistas, pese a sus sospechas, echan a andar con la confianza plena en el éxito de su empresa, pero sin tener en cuenta que Zeller solamente se mueve por sus intereses personales. Cuando se dan cuenta de ello, ya es demasiado tarde. 
"Asalto al poder" es una cinta que se beneficia, además de la puesta en escena de Burke, que utiliza de modo muy inteligente los resortes del documental que domina a la perfección para otorgar de autenticidad a sus imágenes, de un estupendo elenco de intérpretes, todos ellos en plena forma y muy bien situados en sus papeles. De este modo, Peter O'Toole ofrece un portentoso recital como Zeller, el militar que tendrá un papel decisivo en el triunfo del golpe militar, pero también quien tomará una decisión que hará que las intenciones de dicho golpe cambien por completo. El malogrado David Hemmings es el desdichado Nerryman, el principal instigador del golpe, un idealista que pecará de ingenuidad al creer que Zeller es capaz de evitar sus deseos de medrar dentro de los entresijos del Poder. Pleasance también ofrece una meritoria interpretación como el estúpido y sádico Blair, mano derecha del corrupto presidente del país, un hombre que cree a pies juntillas que dado que conoce las cloacas gubernamentales, saldrá indemne del golpe, dándose de bruces con la brutal realidad. 
Película quizá algo esquemática en su devenir argumental, pero no por ello pobre de contenido, "Asalto al poder" termina siendo un título que en su día fue repudiado precisamente por el hecho de no optar por un discurso "izquierdista", propio de la época, centrando su interés en la defensa que de la Democracia hacen un grupo de militares idealistas que sufren el mayor de los desengaños al ver como la ambición y las ansias de poder predominan sobre las posibilidades de crear una sociedad mejor y un estado abierto a todos, aunque para conseguirlo deban realizar algo tan poco democrático como es un golpe de estado.   

Peter O'Toole realiza una muy destacable labor intepretativa en "Asalto al poder" (1978/Martyn Burke), una producción anglo-canadiense que mereció mayor atención de la recibida en el momento de su estreno.
  

EL HECHICERO

Un joven matrimonio, tras sufrir la traumática experiencia que supone la pérdida de un hijo al poco de nacer, decide iniciar una nueva vida, gracias a una oferta de trabajo que ha recibido el marido. Instalados en una, aparentemente, tranquila y agradable comunidad, en mitad de unos bellos parajes, la esposa pronto descubrirá qué siniestro plan se oculta tras las atenciones del jefe de su marido, un hombre de amplia cultura, interesado en las ciencias ocultas y que, en realidad, es el cabeza visible de una comunidad de satanistas...
Realizador plenamente entregado a los márgenes del cine de género de bajo, cuando no muy bajo, presupuesto, Bert I. Gordon (nacido en 1922) es un profesional que se ha mantenido en activo hasta hace relativamente poco tiempo, pues su último filme data de 2015. Debuta como director en 1955, en plena era dorada del cine de ciencia ficción de serie B, al que aportará algunos títulos señeros, no tanto por su calidad, más bien por el nivel de culto que se ganarán entre muchos aficionados, que le otorgarçan el apelativo de "Mr. Big" por su costumbre de usar criaturas crecidas hasta niveles gigantescos como base argumental de varios de sus títulos más populares. Lejos de desanimarse, o de refugiarse en el medio televisivo, Gordon se mantuvo fiel al cultivo del cine de género hecho con pocos medios, pero poco a poco tuvo que ir derivando de la ciencia ficción hasta el cine de terror o de fantasía, dependiendo de las modas del momento.
"El hechicero" (1972) es una película que tuvo una difusión algo caótica, se estrenó en 1972 con el título de "Necromancy" y, pese a contar con la presencia de un Orson Welles que por aquel entonces ya era carne de cañón al ejercer funciones de actor en productos muy alejados de sus intereses personales, pero que solamente le interesaban con el fin de poder financiar sus trabajos como director, tuvo una difusión bastante desastrosa, tanto es así que, once años después, en 1983, el propio Gordon la volvió a relanzar con el título de "The witching" (1983), añadiendo diversas secuencias con algo más de desnudos con el fin de dar más empaque a la secuencia central del aquelarre. Pero en esta ocasión la suerte tampoco le acompañó, con lo que la cinta quedó relegada al olvido, siendo recuperada posteriormente en formatos domésticos o en pases televisivos, como es el caso de España, donde no llegó a los cines. 
¿Es "El hechicero" un buen filme? Pues siendo sinceros es evidente que no; Gordon era un director que podía muy bien desarrollar su nivel de artesano competente pero bien pocas veces inspirado en productos del calibre de "El alimento de los dioses" (1976) o "El imperio de las hormigas" (1977), pero en esto del cine de terror de temática satanista digamos que el tema le quedaba bastante ancho de costuras. Pretendiendo remedar a la magistral "La semilla del Diablo" (1968/Roman Polansky), Bert I. Gordon lleva a cabo una respuesta barata de aquella obra maestra, contando con que la presencia de Orson Welles le otorgaría visos de credibilidad y seriedad al material resultante, pero el hecho es que Welles se toma el papel a guasa, proporcionando una interpretación absolutamente nefasta, que más bien invita a reír a mandíbula batiente más que a tomarse en serio sus diatribas sobre satanismo y esoterismo de manual comprado en una tienda de los chinos. La única que pone cierto empeño en la tarea es Pamela Franklin, que poco después protagonizaría uno de sus títulos más destacables, la magnífica "La leyenda de la mansión del Infierno" (1973/John Hough). Actriz desde edad muy temprana, Pamela Franklin estuvo presente en otra joya del género, como es "Suspense" (1960/Jack Clayton), portentosa adaptación del relato "Otra vuelta de tuerca" de  Henry James. Pese a su indiscutible talento, estamos ante una de esas intépretes que tuvo que luchar muy mucho para evitar ser encasillada. Pese a lograr papeles de cierto mérito, su carrera fue languideciendo hasta tener que meter baza en productos que bien poco merecían  que desperdiciara su talento, lo que la llevó a abandonar el mundo del cine tras algunas incursiones en la caja tonta.
Una película solamente apta para interesados en el cine de terror satánico de los setenta, aunque sea de muy escasa calidad o completistas de la carrera como actor de Orson Welles. El resto mejor abstenerse y apostar por propuestas de mayor enjundia y nivel como la ya citada  "La leyenda de la mansión del Infierno" o "El exorcista" (1973/William Friedkin), por poner dos ejemplos que andan a años luz de esta bien pobretona cinta.    

sábado, 21 de enero de 2017

EL OJO DEL TIGRE

Buck es un veterano del Vietnam que, tras cumplir una condena en prisión por un delito que no cometió, vuelve a casa decidido a recomponer su vida junto a su esposa e hija. Sabe que le va a resultar algo difícil, pues el sheriff del pueblo no le tiene en mucha estima, pero Buck ante todo quiere prosperar en su, en apariencia, tranquilo y sencillo pueblo en mitad de Estados Unidos. Lo que pasa es que una banda de motoristas se ha hecho dueña y señora de la localidad, bajo la cooperación directa del sheriff, que les deja hacer y deshacer con total impunidad. Una noche, Buck evita que algunos de los motoristas agredan asexualmente a una joven. Decididos a tomar venganza, los moteros asesinan a la esposa de Buck y dejan a su pequeña hija en estado catatónico. Buck, convertido en el único que puede poner las cosas en su sitio, tomará cartas en el asunto, enfrentándose a la banda hasta las últimas consecuencias.
"El ojo del tigre" (1986/Richard C. Sarafian) es una muestra de cierto tipo de cine de acción que imperó como churros en las plateas y en los videoclubes en la década de los ochenta. Es un tipo de película que no busca coartadas, que no busca mayor recompensa que entretener al espectador durante hora y media escasa a base de explosiones, disparos y frases secas y directas, contundentes, proferidas por un individuo que, tras servir a su país en Vietnam, tras pasar una temporadas en chirona por defenderse ante una agresión, vuelve a su casa y descubre que se ha convertido en la pociga de una banda de moteros que se dedican a fabricar y distribuir droga a la mayor parte del país, conchabados con el sheriff local, un palurdo que básicamente se pasa en día tumbado en el sofá de su oficina o suelta juramentos a mansalva cada vez que el protagonista se salta las normas, que es casi siempre. 
Tras sufrir lo indecible, Buck, que parece que no está curado de espanto, aún sufrirá más. Su esposa será asesinada, su hija quedará en estado vegetativo, aunque luego se cura milagrosamente y, los moteros, que no han tenido suficiente con matarla, sacan la tumba de la esposa de Buck y la pasean por la calle mayor del pueblo cual procesión de Semana Santa. Evidentemente, si Buck ya estaba hasta las narices, llegados a este punto, su respuesta será a todas luces contundente, enfrentándose a la banda y a su jefe, encarnado sin excesivos problemas por el mítico Falconetti de "Hombre rico, hombre pobre", William Smith. 
Todo esto es filmado por el ya desaparecido Richard C. Sarafian como si de un episodio del "Equipo A" es tratara. Pese a la violencia desplegada, las muertes siempre suceden en "off" visual, exceptuando la de un motero que acaba decapitado. Ese estilo entre televisivo y un tanto vulgar no afecta a una película que, sin ofrecer mayores sorpresas, se deja ver con sumo gusto y resulta un pasatiempo bastante resultón, que no engaña a nadie, ni pretende ir más allá de lo que es, una propuesta hecha para matar una tarde tonta de fin de semana lluvioso. Si además uno es un entusiasta del cine de acción más puramente ochentero, digamos que, sin ser un título de referencia, este "El ojo del tigre" acaba ofreciendo lo suficiente como para que el aficionado no se sienta del todo defraudado. 
Richard C. Sarafian (1930-2013) es un realizador que hizo albergar ciertas esperanzas entre ciertos sectores de la crítica especializada, especialmente a primeros de los setenta, cuando filma sus mejores títulos, caso de "El hombre de una tierra salvaje" (1971), "Punto límite cero" (1971) o el "western" "El hombre que amó a Cat Dancing" (1973). Posteriormente su carrera fue perdiendo fuelle, simultaneando el medio televisivo, donde libró sus primeras armas como realizador, con puntuales incursiones en el cine de acción más comercial y bien poco dado a hacer reflexiones más profundas que una puñalada por la espalda o un puñetazo directo a la mandíbula, lo que hizo que su prestigio inicial quedase bien diluído. A pesar de ello siguió en la brecha hasta poco antes de su fallecimiento, lo que indica que era un profesional que, dentro de sus márgenes, era bien considerado. Su hijo Deran ha seguido sus pasos, tanto para el cine como para televisión, donde ha logrado mejores resultados, ejerciendo funciones en diversas series, caso de "CSI Miami" o "House", por citar un par donde realizó una actividad más regular.    

ATRACO A FALDA ARMADA

Un par de delincuentes de muy baja estofa, Sidney Lipton y Gerard Bradley, descubren que son igualitos a un par de científicos que han descubierto una forma de energía barata a partir de la fusión nuclear. Decididos a aprovechar el hecho de que se parecen como dos gotas de agua, los cacos se juntan con una antigua socia, Willie, organizando un plan, ellos creen que perfecto, para hacerse pasar por los científicos y sacar tajada mediante una estafa a gran escala. El problema es que los científicos no son tan despistados como pudiera uno creerse y, además, la CIA anda a la greña para evitar que dicha nueva fuente de energía caiga en manos de alguna potencia extranjera con ganas de usarla con fines poco vinculados con el bien de la Humanidad.
En 1989, Menahem Golan abandonaba las oficinas de la Cannon para volar por su cuenta y riesgo, mediante un plan que, en líneas generales, pretendía repetir una jugada similar a la que él y su hasta aquel momento bien querido primo, Yoram Globus, habían creado para poner en marcha su actividad en Hollywood. Esto es, comprar una productora que se hallara a un paso o, menos, de la bancarrota, comprarla por un precio irrisorio y a partir de ahí producir películas a mogollón. La experiencia, en la Cannon, funcionó bastante bien al menos en un primer estadio, y Golan estaba convencido de que podía hacer lo mismo mediante la 21st Century Films Corporation. El problema es que ninguna de las cintas que salieron funcionaron bien en taquilla y, salvo alguna excepción, caso de la muy reivindicable "La noche de los muertos vivientes" (1990/Tom Savini), un "remake" muy notable, eran todas bastante malas, por lo que el devenir de la compañía fue de menos, llegando hasta cotas que provocan vergüenza ajena, como es el caso que ahora nos ocupa.
Dirigida por Michel Winner (1935-2013), "Atraco a falda armada" (1990) es un ejemplo de lo peor que puede ocurrirle a una comedia: que no haga gracia. Y eso que cuenta con dos actores que podrían haber dado mucho juego, como son Michael Caine y Roger Moore, a los cuales se les nota como desubicados, fuera de onda, intentando defender lo indefendible. La película es un monumento a lo desafortunado, a la gracieta de barra de bar, pero de barra de bar hecha por una pandilla de misóginos impresentables que, tras tomarse un par de carajillos pretenden ser todos ellos muy graciosos pero, en definitiva, no dejan de ser unos machistas redomados, racistas empedernidos y, esencialmente, unos auténticos berzotas a la máquina de escribir. 
Y en eso es lo que destaca esta película, una comedia burda en la que nada funciona, en la que los actores más que risa dan pena, en especial el pobre Michael Caine, que debió cobrar sus dinerillos con ella pero más perdió en autoestima. Lo peor de todo es que el discurrir de supuestos "gags" hilarantes va en aumento hasta un epílogo, con "cameo" de famoso incluído, John Cleese, que está puesto ahí con calzador porque se nota  a la legua que no sabían cómo puñetas acabarla. 
El ya desaparecido Winner es un realizador que si tenía un género donde sabía bien cómo desarrollar su sentido fílmico fue en el de acción. Director fetiche de Charles Bronson, Winner aprovechó dicha amistad para integrarse en el seno de la Cannon Films, donde filmó varias entregas de "Death wish", la franquicia donde el cara-pedrusco de Bronson encarnaba al pobre Paul Kersey, el arquitecto metido a vengador urbano. Realizador que nunca contó con el favor de la crítica, es también conocido por sus métodos en ocasiones casi dictatoriales a la hora de filmar, en especial su trato con las actrices, circunstancia que sumada a su costumbre de meter algún que otro desnudo en sus películas sin venir a cuento o alguna secuencia de vejaciones sexuales lo convirtió en el blanco favorito de diversos colectivos feministas. A pesar de ello, en los setenta, Winner fue el reponsable de algunos "thrillers" bien recomendables, fueran con Charles Bronson o no, además de un curioso derivado de "El exorcista" (1973/William Friekin), "La centinela" (1976), que bien merece que se le eche un vistazo. Ahora bien este "Atraco a falda armada" es perfectamente desdeñable.   

jueves, 12 de enero de 2017

CUANDO CHARLES BAND DOMINABA LOS VIDEOCLUBS...

Hoy he decidido variar un tanto la concepción de las reseñas con el objeto de repasar un puñado de filmes que tienen como nexo en común haber sido producidas por Charles Band, productor que desempeña su actividad desde finales de los setenta para, ya en los ochenta, al frente de la Empire, iniciar una efímera etapa gloriosa con respecto a la producción y distribución de películas de bajo presupuesto. Merced a títulos tan señeros, y recomendables, como "ReAnimator" (1985/Stuart Gordon), "ReSonator" (1986/Stuart Gordon) y "Dolls" (1986/Suart Gordon), entre muchísimas otras, Band se establece, junto con Roger Corman, en uno de los principales facturadores de baratijas para los videclubes. Pero todo lo bueno se acaba, la Empire muerde el polvo alrededor de 1988 como consecuencia de una serie de problemas financieros vinculados a la crisis económica en Italia, lo que provoca que la compañía se quede empantanada y con varios títulos por estrenar, entre ellos "Robot Jox" (1990/Stuart Gordon, sí, otra vez). Cuando parecía que Charles Band no volvería al redil del cine barato, poco más tarde resurge de sus cenizas mediante una muy modesta cinta de terror, "La venganza de los muñecos" (1989/David Schmoeller), cuyos buenos resultados permiten que las películas que habían quedado sin estrenar de la extinta Empire lo vayan haciendo paulatinamente, ahora bajo el sello Full Moon que, mediante un contrato de distribución con la Paramount, se asegura la subsistencia, al menos hasta mediados de los noventa, cuando ambas partes deciden romper su relación por discrepancias diversas. 
Pero eso es otra historia; lo que aquí nos concierne es hacer un repaso a cinco películas de lacitada compañía, algunas de ellas posteriormente recuperadas en ediciones digitales, incluso disponibles en Blu ray, pero que un servidor de ustedes atesora en formato VHS por aquello de que uno ha pasado por etapas de auténtica voracidad cinéfila, aunque sea de bodrios de serie Z de niveles infumables algo que, por otro lado, se hará característico en la Full Moon más reciente, con producciones del estilo de "Blood dolls" (1999/Charles Band), donde se hace evidente que la escasez de medios no es en ocasiones sinónimo de simpatía o de ingenio, más bien del racaneo de un productor que con tal de gastar bien poco dinero en hacer películas es capaz de pasarse por el forro de donde ustedes ya saben las mínimas normas del decoro y del sentido común, cuando no directamente de la estética. 


"La venganza de los muñecos" (1989/David Schmoeller) es el mascarón de proa de la Full Moon y, personalmente, es una de mis películas predilectas, no ya de la compañía misma, incluso si tuviera que hacer un listado de películas preferidas la pondría en ella sin dudarlo. Schmoeller era, junto a Stuart Gordon, uno de los directores más fieles de Charles Band, para quien ya había trabajado en diversas ocasiones, siendo recordado por la excelente "Trampa para turistas" (1978). La relación entre ambos fue siempre bastante cordial hasta que empezaron a discrepar por la titularidad del guión, circunstancia que se resolvió con la salomónica decisión de firmar el guión con seudónimo, un cachondo Joseph G. Collodi, como claro homenaje al creador de "Pinocho", aunque también podría interpretarse como un choteo a la mala fama que Band ha ido adquiriendo dentro de los márgenes del cine de serie B. El gran éxito comercial del filme propició nueve secuelas, que Band reciclara el concepto de muy mala manera en más ocasiones de las debidas y que Schmoeller dejara el cine para dedicarse a la docencia, tan harto ha terminado de los entresijos de la cara B de Hollywood...


Tres estudiantes americanas se trasladan a Transilvania para realizar su tesis doctoral sobre el folklore local.
El caso es que una de ellas terminará enamorada de un vampiro con resabios al vampiro chora de "Crepúsculo" y secuelas, el cual tiene un hermano espacialmente malvado, Radu, que ha tenido los bemoles de cargarse a su propio padre, el rey de los no muertos, encarnado con notable grado de dignidad por el malogrado Angus Scrimm, al que le toca bregar con uno de los pelucones más terribles que uno haya visto en una película, del género que sea. Radu, encarnado por el actor de origen islandés Anders Hove, es ayudado en su maligna tarea por unos bichos de pequeño tamaño, las subespecies, que para algo han de justificar el título de la cinta. La chica de la carátula, no sale así vestida guarretes, que en Rumanía en esta época del año hace una rasca de tres pares de narices. Dirige el cotarro Ted Nicolaou, realizador de origen rumano, tal cual, que también visitó muy asiduamente los platós de la Full Moon por aquellas fechas. 


Si en "Subespecies" teníamos a una especie de "gremlins" de pan untado con aceite, en esta caso lo que tenemos son unas copias descaradamente burdas de los "Critters", tan burdas que por no ocultar no se ocultan ni los hilos que las sujetan cuando vuelan. "Semilla negra" (1992/Peter Manoogian) es una insoportablemente chabacana reformulación de "La invasión de los ladrones de cuerpos" (1956/Don Siegel). Todo en ella chirría, desde unas intepretaciones que limitan con lo bizarro hasta la insoportable presencia de una novata Holly Fields, que luego se concentró en la caja tonta, en series juveniles y similares. Los efectos especiales es mejor ni mentarlos, pues aparte de los hilos es que los monstruos son de un quieto que asusta más por su aspecto de peluche y plástico que no por su capacidad, nula, para asustar. Peter Manoogian fue el responsable de la recomendable "Eliminators" (1986), coproducción entre USA y España que es igual de mala pero resulta ligeramente más simpática por su agradecido tono de delirio superheroico y cutrez asumida sin coartadas. 


De nuevo Manoogian tras las cámaras para una, algo, mejor cinta sobre juguetes poseídos por el Diablo y que se ubican en un viejo almacén, regido por un segurata algo pasado de peso y un repartidor de comida rápida encarnado por el nieto menos talentoso de Robert Mitchum, Bentley, presencia habitual en el peor cine de género de los noventa, aunque se dejó ver en alguna cosilla que merece la pena, también hay que reconocérselo. Sale Tracy Scoogins, un rostro muy habitual de la pequeña pantalla, en series tipo "Dinastía" y que tampoco le ha hecho ascos a eso de meter su fibroso cuerpo de modelo en productos escasos de presupuesto financiero y, ya que estamos, intelectual. Lo dicho, en "Juguetes asesinos" (1992) Manoogian no está tan manazas como en el caso anterior, pero es que de donde no hay no esperen mucho, pueden creerme...


Uno de los títulos con los cuales Charles Band recuperó guiones que inicialmente iban dirigidos a la Empire y que, con el cierre de ésta, pasaron a la Full Moon con mucho menos presupuesto y resultados que rondan lo menesteroso. Suerte que por ahí andaba el tristemente desparecido David Allen, que crea algunas memorables escenas de animación imagen por imagen que son una delicia de ver, dando a la película un tono de serie B de antaño del todo disfrutable y entrañable a poco que un aficionado la vea. El simpar Jeffrey Combs encarna a un émulo del "Dr. Strange" marvelita, en un conjunto de aventuras y misticismo de baratillo hecho desde la más pura explotación del bajo presupuesto. Entretenida y muy divertida en su agradecido tono de pseudoMarvel anterior a la explosión de adaptaciones de tebeos maervelianos que vivimos ahora mismito en las carteleras. Dirigieron el asunto el propio Charles Band junto a su señor padre, Albert Band. La banda sonora es de otro habitual de la casa, Richard. Sí, todo queda en casa en la Full Moon. 

miércoles, 11 de enero de 2017

FRANKENSTEIN Y EL MONSTRUO DEL INFIERNO

El joven Dr. Simon Helder es un científico interesado en seguir las investigaciones del, presumiblemente, ya fallecido Dr. Frankenstein. Para ello utiliza sus estudios y manuales, oficialmente prohibidos por ser considerados poco menos que brujería que se pretende hacer pasar por ciencia médica. Para ello utiliza cadáveres frescos, que un tunante con pocas luces le consigue del cementerio local. Cuando éste es detenido, y con el fin de reducir su condena, delata las actividades de Helder, que es condenado a pasar una larga temporada en un siniestro Hospital Mental...Como paciente. El Destino hará que allí conozca al Dr. Carl Víctor, que no es otro que el Dr. Frankenstein que sigue bien vivo y con ganas de proseguir con la tarea de crear vida donde ya no la hay. Dado que tiene las manos quemadas, lo cual le imposibilita para operar, Helder se convierte en las "manos" del Barón Frankenstein. Éste se ha hecho con el control del Hospital, logrando reunir "pedazos" de algunos pacientes y construyendo con ellos un ser deforme, casi neandertalesco, al que le hace falta un cerebro pensante con el culminar el trabajo de toda una vida. Una vez logrado, la tragedia se dará lugar en las húmedas y tétricas paredes del manicomio...
"Frankenstein y el monstruo del Infierno" (1974) es la sexta, y última, entrega de la saga de películas que a partir del original de Mary Shelley realizó la Hammer Films, contando en cinco de ellas con la mano maestra de Terence Fisher, que aquí volvió a ocupar la silla de dirección contando con la imprescindible colaboración del siempre genial Peter Cushing, que de nuevo demuestra que el papel de Víctor Frankenstein fue creado expresamente para él. 
No eran días felices para la Casa del Terror; los tiempos estaban cambiando y el horror gótico estaba perdiendo paulatinamente el favor del público frente a aportaciones más realistas, más actuales, como "El exorcista" (1973/William Friedkin) o "La matanza de Texas" (1974/Tobe Hooper). El estudio confiaba en que una entrega algo más proclive a elementos más contundentes, en cuanto a violencia gráfica, podrían impulsar a la compañía, que se hallaba en una muy delicada situación financiera. Fisher, el hombre de la casa, el profesional siempre dispuesto y con un finísimo sentido visual y de puesta en escena, se puso manos a la obra, pero el resultado final no fue seguramente lo que el estudio andaba esperando. 
Y es que "Frankenstein y el monstruo del Infierno" no es una película agradable de ver, tampoco es una historia que contenga asideros donde buscar reposo o personajes virtuosos. En esta película hallamos a un Víctor Frankenstein que se halla en el tramo final de su vida, pero que aún está dispuesto a culminar su sueño: crear Vida desde un cuerpo muerto. Al tener las manos quemadas, no puede realizar el trasplante cerebral, pues eso requiere una precisión manual de la que carece. La aparición de Simon Helder, un joven médico que le admira y ha intentado seguir sus pasos, con la mala fortuna de que ha terminado con sus huesos en un hospital para enfermos mentales, le permitirá finalizar su criatura, una criatura que no tiene nada que ver con las anteriores, ni mucho menos con la encarnada por Boris Karloff en los filmes de la Universal. El trasplante resulta, aparentemente, un éxito, pero pronto se hace evidente para Helder que hay una historia aterradora tras el cerebro utilizado por Frankenstein y que está vinculado a la bella Sarah, una joven muda como consecuencia de brutales abusos sexuales. 
Fisher, apoyado en una excelente labor interpretativa, no ya de Cushing, que se le supone, si no del resto del elenco, desarrolla una historia en la cual lo malsano, lo horrísono, toman el control desde el minuto uno. Seguramente alguien podrá afirmar que no es necesario ver una película así, pero también puedo deciros que pocas veces se podrá ver en una pantalla una historia del género donde todos los elementos quadran de forma tan perfecta, aún cuando estemos ante una historia de la que se vislumbra un final a todas luces devastador. Y de hecho es así, pero no es el definitivo. Una coda final deja claro que quien tuvo retuvo, que Frankenstein no va a darse por vencido tan fácilmente, aunque con ello encadene en la especie de cinta de Moebius que es su existencia , repleta de maldades y horrores a unos personajes, Simon y Sarah, que asumen que poca esperanza les queda entre las cuatro paredes del hospital...
La apuesta de Terence Fisher era arriesgada, no era fácil, "Frankenstein y el monstruo del Infierno" no era una película que pudiera encuadrarse como una película comercial de terror al uso. Su estrepitoso fracaso comercial sentenció profesionalmente a Fisher, que ya no volvió a dirigir ningún filme más hasta su triste fallecimiento en 1980. La Hammer no supo ver lo que tenía entre manos, quizá era una cinta avanzada a su época o puede que, simplemente, era una "rara avis" en un momento en que el género de Terror buscaba el realismo, el pesimismo, pero no llevado hasta el extremo de no dotar de un mínimo de oportunidad de subsistencia a sus personajes. La posterior "La monja poseída" (1976/Peter Sykes) refrenda que la compañía quería hacer un cine fantásticos más moderno, pero es evidente que no entendieron ni chufa de por dónde iban los tiros, aunque en ella saliera otro icono de la firma, Christopher Lee. 

martes, 10 de enero de 2017

LA SONRISA DEL LOBO

Si hay algo que no puede ponerse en duda al hablar de Jacinto Molina (1934-2009) es su absoluto e incondicional amor hacia el cine de terror, plasmado en su faceta de guionista, actor y director, a lo largo de una filmografía en la que presentó en sociedad a un personaje, Waldemar Daninsky que, al igual que el Larry Talbot de la Universal, era un ser humano atormentado por la pesadilla de convertirse en licántropo en las noches de luna llena. 
Alrededor de esta idea, de este personaje, Javier Perea filmó en escenarios naturales del Toledo histórico al propio Jacinto Molina, que va desgranando su filmografía de hombre lobo, rememorando lo mejor y lo peor de cada una de las películas. Esta circunstancia, este privilegio, permite al aficionado al género descubrir de primera mano, la historia de cada uno de los filmes, por orden cronológico. Así pasamos de la seminal "La marca del hombre lobo" (1968/Enrique López Eguiluz) a la memorable "La noche de Walpurgis" (1971/león Klimovsky), película en la cual el personaje queda perfilado en una trama enloquecidamente "pulp" y donde el regusto a los clásicos del terror de la Universal se unen con unas gotas del goticismo hammeriano, amén de algo de erotismo, al menos para las copias para el extranjero, que aquí la censura no dejaba ver ni un triste escote. Bueno, alguno se escapaba...Pero pocos. El caso es que cada película de cuantas componen el cánon daninskyano es comentada con precisión y estilo por Naschy, de la primera hasta la última de ellas. Ninguna se queda fuera.
"la sonrisa del lobo" nos permite pues ver a  un Molina en su terreno predilecto, conocido y amado; en un espacio donde puede dejarse llevar por la ambientación medieval toledana y reseguir sus tribulaciones como Daninsky. En su sencillez, este documental arroja mucha verdad al espectador que tenga la fortuna de visionarlo. Quienes ya sean unos fans de Naschy ya verán que el terreno es conocido de sobras. Quienes no le conozcan o no sea muy aficionados a esto del terror, y mucho menos al terror español, el fantaterror que aún hoy algunos desprecian con escaso nivel de conocimiento, tienen la posibilidad de encontrar en este documental un punto de base donde iniciarse. En muy pocas ocasiones se tiene la oportunidad de saber más sobre el tema de la mano de uno de sus principales protagonistas. Unos dirán que para bien, otros quizá digan que para mal, pero no cabe duda que Paul Naschy estuvo implicado en ello de forma clara y contundente. El DVD de "Vial of Delicatessens" viene acompañado de una introducción del director del documental, Javier Perea, así como del corto "The vampyre", dirigido por Alejandro Ballesteros y Antonio Curado, quien además también se encarga de presentar el corto. Por último hay una corta entrevista adicional a Paul Naschy realizada por aquella misma época en Toledo durante unas jornadas organizadas por la OTO (Orden del Toledo Oculto). 

NUNCA APAGUES LA LUZ

La vida para Rebecca no ha sido fácil; su madre, afectada por graves problemas de salud mental, la obligaron a vivir una infancia que fue lo más parecido al Infierno en la Tierra. Ya independizada, Rebecca revive las mismas terribles sensaciones cuando su hermano pequeño empieza a sufrir la misma clase de pesadillas que sufrió ella. Algo o alguien, vinculado al pasado de su madre, está dispuesto a todo por acabar con la poca cordura que pueda quedarle a ésta y, de paso, acabar con la vida de sus dos hijos y cuanta persona se ponga en mitad de su camino. Es algo que vive en la oscuridad. Y está dispuesto a todo.
James Wan, responsable de títulos como "Saw", "Insidious", las dos primeras entregas, así como de las dos partes de "The conjuring", es el responsable de producir esta cinta de terror sobrenatural cuyas mejores armas residen en la modestia de sus planteamientos, así como en el evidente esfuerzo de sus responsables por hacer un producto digno, de consumo rápido y comercialmente viable, pero que al menos no suene a material ya usado, aunque también es cierto que la puesta en escena del director, David F. Sandberg, resulta un tanto escasa de personalidad (se le nota que es un fiel seguidor de las pautas establecidas por su productor, algo por otra parte entendible, al fin y al cabo es quien pone la pasta), pero tampoco es algo que afecte a una película que, en líneas generales, y sin ser una obra que vaya a romper moldes (ni falta que hace), el aficionado creo que sabrá apreciar. 
En el reparto tenemos a la joven Teresa Palmer, otra de esas actrices-tipo del actual cine hollywoodiense, que al menos aquí no resulta demasiado insoportable como otras de su misma quinta, acompañada de una María Bello que hace un muy buen trabajo interpretativo, aunque Sandberg no acaba de sacarle todo el jugo posible a su papel de madre desequilibrada. 
"Nunca apagues la luz", sin ser en ningún caso una obra maestra, es un filme simpático, que en su hora y cuarto de duración establece los parámetros de una historia de fantasmas que puede que no sea el colmo de la originalidad, pero al menos no intenta tomar el pelo al personal. El aficonado, al menos en este aspecto, debería tenerla en consideración. Eso sí, esperemos que el próximo filme de su director no sea una secuela, creo que entonces ya podríamos afirmar que su objetivo de emular al maestro se lo puede ahorrar. Esta película es lo bastante autosuficiente como para quedar en una pieza única bien lograda, entretenida y con los sustos necesarios como para que el público no se sienta del todo defraudado.  

lunes, 9 de enero de 2017

ESCUADRON SUICIDA

Warner-DC sigue en su cruzada para plantar batalla a las adaptaciones Disney-Marvel que, por el momento, van dominando la partida de forma bastante holgada, aún cuando tengan en ocasiones que depender de las producidas por la Fox (tipo X Men, Deadpool o "Los cuatro fantásticos") que es algo que al parecer a los capitostes de Marvel Films les toca especialmente las narices, por no decir otra cosa que cuelga.
Tras un "Batman vs. Superman" que no terminó de convencer a casi nadie y viendo lo bien que lucía el tono transgresor y abiertamente gamberro de "Deadpool" (2016/Tim Miller), en la Warner-DC se decidieron por fin a poner en marcha una adaptación de "Suice squad", colección nacida a finales de los ochenta con el fin de crear el concepto de un grupo de villanos que, al estilo de "Doce del patíbulo", son reclutados para misiones de las que es muy posible que no vuelvan con vida y, que en caso de hacerlo, puede permitirles cierto grado de perdón ante la sociedad aunque ello no signifique de ninguna de las maneras que puedan salir de la prisión de máxima seguridad en la cual pasan sus cadenas perpetuas. Bajo la batuta del guionista John Ostrander, la serie pasó por diversas etapas de muy diverso interés y alcance; yo, forofo de las viñetas, seguí con deleite los números de la colección original editados por Ediciones Zinco y dibujados, no muy espectacularmente, por Luke McDonnell.
A lo largo del tiempo el cómic ha pasado por otras manos, ha tenido muy diversas formaciones, pero el planteamiento se ha mantenido inalterable: villanos convertido en héroes a su pesar. Ese concepto es utilizado por el realizador y guionista David Ayer para desarrollar una espectacular historia de acción y explosiones, con unos tipos que son lo peor de lo peor, en mitad de un conflicto de proporciones galácticas. 
Un conflicto que, por desgracia, carece de la entidad suficiente como para que las dos horas del filme nos permitan pasar de un punto de arranque muy espectacular, que se desinfla malamente en su parte media y sube algunos enteros en su tramo final. Ayer es un valor seguro a la hora de filmar secuencias de acción, pero tampoco es manco a la hora de crear personajes y situaciones con empaque, atractivas. Pero en este caso digamos que el producto resultante de su esfuerzo es ver a unos personajes que pueden dar mucho juego y que de hecho lo dan, enfrentados a una amenaza más bien rutinaria, insulsa, que pierde importancia para dar espacio a unos personajes que deben darse a conocer al gran público.
Así pues este "Escuadrón suicida" no es más que una carta de presentación, un prólogo a lo que puede ser algo grande si al propio Ayer o su sustituto, les otorgan carta blanca para explotar este material de base a conciencia y con muy buena mano. Su director lo sabe de sobra pero no sé yo si los capitostes de la Warner-DC están por la labor... Estaremos a la espera. De momento nos queda un filme irregular pero no del todo desdeñable. Gastar tanta pasta para que luego salga esto ciertamente es de un delito que en Hollywood de momento no está penado por la Ley. 

STAR TREK, MÁS ALLÁ

Reanudo la actividad de este blog, que reconozco que había dejado un tanto de lado por cuestiones ajenas a mi voluntad, con la clara pretensión de seguir reseñando películas de diversos géneros, aunque el Fantástico seguirá teniendo su parcela de protagonismo. La idea es que este 2017 este "Cinéfilo militante" se mantenga a pleno rendimiento, ofreciendo comentarios sobre las películas que un servidor de ustedes va viendo de forma más o menos habitual. Por otro lado, hay que indicar que se potenciará el comentario de libros, sean de cine o no, por lo que es muy probable que a lo largo de estos primeros meses del año se produzca un proceso de transformación de este blog, con el fin de darle un aspecto más fresco e intentar, en la medida de lo posible, no aburrir al personal que pueda dejarse caer por este espacio que, al fin y al cabo, está abierto a todo el mundo, sin reserva ninguna. 
Empezamos el año comentando este "Star Trek, más allá" (2016/Justin Lin), tercera entrega de la renacida franquicia creada por Gene Roddeberry y que, en 2009, JJ Abrams "reseteó" de modo ejemplar, intentando abrirla a un público más amplio. JJ Abrams también se encargó de dirigir la segunda entrega, "Star Trek, en la oscuridad" (2012), donde asentaba ya de manera definitva las coordenadas de unos personajes que, si bien respetaban las bases esenciales del "corpus" roddenberryano, lucían ya una autonomía lo bastante clara como para volar libremente sin depender de una mitología que el fan de los personajes se conoce al dedillo pero el profano seguramente no le gustará. 
Los buenos resultados de ambas cintas hacían previsible que una tercera estuviera en camino, de nuevo bajo la atenta mirada de Abrams, pero su reclutamiento por parte de Disney para dar forma a la nueva trilogía de "Star Wars" encendió todas las alarmas. Algunos actores se mostraron decididos a no repetir en sus roles si Abrams no seguía al mando del timón. La Paramount se tiraba de los pelos viendo cómo su franquicia en ciernes se hallaba en dique seco...Pintaban bastos hasta que apareció Simon Pegg, intérprete de Scotty y reconocido fan de la ciencia ficción, quien se mostró decidido a salvar los muebles en forma de un guión que serviría de base para una tercera entrega. El libreto tuvo la suerte de gustar a todo el mundo, convenciendo al personal que valía la pena producir la película.
"Star Trek, más allá" es una cinta que tiene la virtud de no intentar ser como sus dos antecesoras. El tono introspectivo se mantiene cuando corresponde pero el nuevo director a cargo, Justin Lin, procura que dicho tono no impregne a la totalidad del relato. En esta entrega los personajes ya están del todo asentados en la rutina de la "Enterprise", son gente curtida en muchas aventuras y han tenido ya sus encuentros y desencuentros. Kirk poco a poco ha asumido su papel de capitán y, aparentemente, no es ese descerebrado que parecía dispuesto a cualquier cosa para salir indemne de los problemas. Spock atraviesa una crisis personal que puede llevarle a abandonar la flota, además de su relación sentimental con Uhura. Los personajes han madurado y eso les lleva a afrontar una aventura que, a grandes rasgos, remite a lo mejor del espíritu de la serie clásica de los sesenta. Lin, sin las pretensiones de Abrams en cuanto a romper con la línea narrativa, propone una película muy sencilla, en la que los protagonistas son puestos a prueba y demuestran que aún les queda cuerda para rato. 
Pese a ello, esta tercera película no ha terminado de convencer, al menos al mismo nivel que sus precedentes. Sin ser un fracaso, las expectativas no se han cumplido y es cuestión de ver hacia qué nuevos caminos se dirige la Enterprise. No es una mala película, ni de Star Trek ni del género de ciencia ficción, pero sí es cierto que la ligereza de su trazo, su condición de pasatiempo, hace que pueda ser olvidada, puede que hasta despreciada, por el aficionado de a pie, así como por el "trekkie" de nivel más talibanesco, que al fin y al cabo tampoco era muy amigo ni de Abrams ni de su apuesta por reformular unos personajes y un concepto a los cuales la nostalgia, para algunos, ha situado más allá (valga la redundancia) del Bien y del Mal.