miércoles, 22 de abril de 2015

LA VENGANZA DEL DR. MABUSE

Es sabida la profunda admiración que Jesús Franco (1930-2013) sentía por el cine del alemán Fritz Lang (1890-1976) a quien llegó a conocer personalmente, tal y como narró en su peculiar libro de memorias "Memorias del tío Jess", editado en 2004 por Aguilar. Es a raíz de esta admiración que Franco impulsa la filmación de una nueva entrega de las andanzas del malvado Dr. Mabuse, siguiendo la estela dejada por Lang tras dos joyas del calibre de "El Dr. Mabuse" (1922) y "El testamento del Dr. Mabuse" (1933), la cual motivó su salida a toda pastilla de Alemania huyendo del acoso nazi, a las que hay que sumar la muy interesante "Los crímenes del Dr. Mabuse" (1961), que supuso el punto y final a la carrera del responsable de "Metrópolis" (1927). La saga prosiguió posteriormente en manos de otros directores que, a grande rasgos lo que hicieron fue situar al personaje dentro de unos parámetros muy cercanos al entonces de moda James Bond. 
Pero "La venganza del Dr. Mabuse" tiene bien poco del ambiente de espías "a lo Bond" y sí mucho de las querencias e intereses del director madrileño que, como no podía ser de otra forma, llevó el ascua a su sardina con su habitual desparpajo. Definida por algunos como una de las peores cintas de su director, la película forma parte del periodo de transición del director, marcado por el final de sus colaboraciones con el productor inglés Harry Alan Towers.
La película, ciertamente, posee un "look" muy de "eurowestern" modernizado; rodada entre La Manga del Mar Menor y Alicante, entre el 25 de Febrero y el 12 de Marzo de 1971, en la que estuvo vinculado Artur Brauner, productor de las entregas de Mabuse producidas en la primera mitad de los sesenta. Lo que pocos comprenden es que Brauner, un productor acostumbrado siempre a contar con medios más o menos holgados, metiera la napia en una coproducción hispano-alemana hecha con medios casi podría decirse que tercermundistas.
El principal elemento de interés de la cinta radica, en gran medida, en la muy divertida creación que del personaje de Mabuse hace el actor estadounidense radicado en España Jack Taylor. Rostro habitual, no ya del cine de Franco sino de muchas coproducciones de género de la época, Taylor realiza aquí una muy meritoria creación, dotando al personaje de un deje muy propio de cómic, de novela popular de la buena. Es una lástima que el resto no acabe de casar con esta aportación, si exceptuamos a otra habitual de Franco, Ewa Stromberg, que también se luce la mar de bien en su rol de cabaretera y que realiza aquí su punto y final como actriz dentro del cine del director de "Las vampiras" (1970). Quien ya no luce tan bien es Fred Williams, llamado realmente Wilhelm Friedrich Löcherer, un actor con maneras de modelo de fotonovelas que Franco usó en diversas ocasiones, aunque sus prestaciones interpretativas eran bastante nulas, siendo benévolos. Aquí interpreta a un agente de policía, pero con atavíos de "cowboy" tronado, que no desentona del todo con la decoración alrededor la cual se vehicula la historia, pero que indudablemente tampoco se beneficia de su inoperancia expresiva. 
El filme es, a grandes rasgos, un discurrir por sus terrenos más queridos y ya practicados; por tener hasta tenemos una formidable persecución por carretera en la que se pasa de día y de noche a otra vez de día que es un contento. Que Ewa Stromberg haga de cabaretera permite que Franco pueda meter una escena de cabaret, en la que hasta realiza un cameo sentado entre el público, muy en plan Hitchcock.
Reservada a amantes del cine de su director o cinéfilos con el estómago a prueba de bombas. El resto abstenerse.  

martes, 21 de abril de 2015

OCULUS, EL ESPEJO DEL MAL

Tim y Kaylie Russell son dos hermanos cuya vida cambió trágicamente diez años atrás, cuando el padre de ambos, mató a la madre e intentó hacer lo mismo con ellos, aunque la intervención de Tim evitó que su nprogenitor pudiera terminar la matanza. Tras pasar diez años en una institución mental, Tim intenta en gran medida recuperar su vida, pero Kaylie no está dispuesta a enterra definitivamente con el pasado. Está del todo convencida de que si su padre hizo lo que hizo fue por culpa de un espejo antiguo que éste compró al poco de mudarse a una nueva casa. La muchacha prepara un plan que consiste en pasar la noche entera, los dos hermanos, en la antigua casa familiar, donde pasó todo, con el espejo, con objeto de destruirlo de una vez por todas. Tim no las tiene todas consigo, pero acepta la idea más que nada para complacer a su hermana. Las circunstancias les llevarán a un callejón sin salida, donde los viejos fantasmas regresarán para ajustar cuentas...
Hay películas que, sin ser del todo redondas, poseen una serie de elementos, puede que hasta una atmósfera, que las hace francamente disfrutables. Este es el caso de "Oculus, el espejo del Mal" (2013), segundo largometraje de su director, Mike Flanagan, que pasó por Sitges el año pasado logrando muy buenas opiniones.
Lo mejor de  "Oculus, el espejo del Mal" es que se nota que sus responsables no pretenden seguir modelos previos y, cuando los siguen, al menos intentan usarlos con algo de inteligencia. En lugar de usar los golpes de efecto, de ir a por el susto y ya está, Flanagan logra mantener la tensión, creando un ambiente, un estilo, que hace que vayamos empapándonos de la historia paso a paso, sin precipitaciones ni rápidos movimientos de cámara. Puede que el conjunto, en su parte final, no acabe de hilar todo lo fino que podría haber hilado, pero el hecho es que estamos ante una película que usa muy bien las acciones paralelas, el pasado y el presente, con el fin de establecer los diversos puntos de vista sobre los cuales se concentra la historia.
Todo lo contrario podemos decir de "Ouija" (2014), un filme que posee todos los males del actual cine de terror americano en su vertiente más comercial. Bajo el amparo de Michael Bay, el debutante Stiles White nos narra las desventuras de un cuarteto de adolescentes especialmente cretinos, que deciden servirse de la susodicha tabla para comunicarse con Debbie, una amiga que falleció como consecuencia del dominio que dicha tabla ejerció sobre ella. A partir de este punto, la historia no es más que una serie de tópicos y de ideas que parecen haber sido desechadas de un guión no utilizado de, no sé, "Insidious" (2013), con la diferencia de que James Wan se sabe lo que se hace y White toca de oídas. A pesar de ello, la película ha sido todo un bombazo en las taquillas yanquis, lo que hace pensar que tendremos ouija para rato si al Bay le da por crear una franquicia. Para tablas ouija con cara y ojos les recomiendo la simpática "Witchboard" (1985), prototípica película de terror ochentera realizada por un director, Kevin S. Tenney, que nunca pasó de ser una promesa más o menos con posibilidades, amén de ser el responsable de la muy divertida, al menos para el que esto suscribe, "Night of the Demons" (1987).

Carátula de la edición en DVD de "Ouija", producción estadounidense que concentra algunos de los peores elementos del actual cine de terror americano: tópicos a mansalva e infantilización burda de conceptos en busca de lo "políticamente correcto".

lunes, 20 de abril de 2015

MANOS, THE HANDS OF FATE

Es muy posible que a la hora de leer esta reseña algunos lectores puedan llevarse las manos (y nunca mejor dicho) a la cabeza o, simplemente, desconozcan la historia detrás de este "Manos, the hands of fate" (1966), primera (y, afortunadamente, única) realización de Harold P. Warren, un representante de una compañía de fertilizantes de Texas que a mediados de los sesenta se topó con un guionista de Hollywood, Sterling Silliphant, con quien se apostó que sería capaz de hacer una película de terror de bajo presupuesto y estrenarla. Ni corto ni perezoso, Warren se armó de un paupérrimo presupuesto de cerca de diecinueve mil dólares, de una cámara de dieciséis milímetros que apenas podía rodar cerca de treinta segundos seguidos y de una caterva de actores (¿?) que incluían a un adicto al LSD, John Reynolds, que moriría pocos meses después de finalizar el filme, así como de un grupo de modelos locales que trabajaban en talleres de costura. Para el papel de Manos, el pérfido maestro resucitado, Warren contó con la colaboración del bigotudo Tom Neyman que, como ya estaba contratado, de paso se encargó de pintar el cuadro de Manos que aparece en la película, diseñó su túnica, que cosió su santa esposa, ejerció funciones de director artísticos diseñando los decorados (¿?) y, de paso, colocó a a su pequeña hija Jaqueline como hija del matrimonio de pobres que caen las, sí, manos del Ídem. 
Ni que decir tiene que la película llegó a estrenarse, pero solamente a nivel local, cosechando toda clase de bromas y chirigotas varias, que en gran medida propiciaron que Warren, quien se tomó muy en serio el trabajo, ojo (quizá en exceso teniendo en cuenta la mierda que salió), no volviera a coger nada parecido a una cámara de filmar en su vida, que terminó en 1985. Como curiosidad indicar que hasta el día de su fallecimiento, tenía por costumbre disfrazarse de Manos para distraer a las amistades que iban a su casa, tradición que, a día de hoy, prosigue su hijo. 
Con el pasar de los años, la película generó una especie de culto entre los aficionados al cine más cutre e insalvable. La pena es que Warren, a diferencia de Ed Wood Jr, no ha hallado todavía un Tim Burton que reivindique su originalidad, su rareza dentro de los márgenes del cine malo. El personaje de Torgo, encarnado por el malogrado John Reynolds, si puede decirse que ha creado cierto grado de fascinación, más que nada por la manera particular que el actor utilizó para encarnarlo. Como consecuencia de la falta de presupuesto, Warren no pudo hacer unas patas artificiales de cabra, que le dieran apariencia de sátiro, por lo que Reynolds tuvo que llevar unos cojines enganchados con hierros que le provocaban unos dolores terribles, que el actor sofocaba a base de sus dosis de LSD y sustancias similares. 
Otro aspecto de la película es la iluminación; solamente contaban con dos focos de pequeño tamaño, con los cuales debían apañarse para rodar las escenas nocturnas. La presencia de insectos, la película se rodó en pleno verano de Texas, hace que la película posea una iluminación del todo sorprendente, más que nada porque en ocasiones prácticamente no se ve un higo en el plano. 
Warren intentó en diversas ocasiones producir una secuela, con Torgo como gran protagonista, pero entre la muerte del imprescindible Reynolds y la falta absoluta de interés de alguien con dos dedos de frente que soltara la pasta, la cosa quedó en agua de borrajas. Posteriormente lo intentó con otro proyecto, que tampoco pasó de la fase de negro sobre blanco, y que intentó colocar en forma de novela, logrando aún menos interés. Curiosamente en 2012 sí llegó a distribuirse una versión en formato de videojuego de ocho bits, que no pasó de ser una curiosidad hecha por entusiastas.
Una película que, en su condición de "rara", de producto fílmico inusual, de bizarría absoluta, acaba por fascinar.  
Edita el sello Vial of Delicatessens en su impresicindible colección "Clásicos Bis", que promete lanzar otras piezzas de indudable interés para el cinéfilo más desprejuiciado. La película se ofrece en V.O.S. porque, ni que decir tiene, la película jamás ha conocido estreno comercial más allá de su proyección original en 1966, siendo una absoluta exclusiva a nivel europeo.