Un pequeño autocar atraviesa las montañas transilvanas; en su interior lleva a un grupo de gente que se traslada a un lugar cercano, con el fin de iniciar una nueva etapa en sus hasta ahora complicadas existencias, trabajando como servidumbre de una importante familia de la comarca. La súbita muerte del conductor hace que tengan que pasar la noche en un pueblucho dejado de la mano de Dios, Tolnia, donde da la sensación que les esperaban con los brazos abiertos, por cuanto ya tenían comida preparada y las camas listas. Pese a las suspicacias, la presencia de un viajante de comercio hace que se relajen un tanto...La realidad es que las gentes de Tolnia ocultan un escalofriante secreto.
Entre tanta colaboración con Paul Naschy, León Klimovsky se hizo cargo de esta producción "made in Jose Frade", escrita al alimón por Gabriel Moreno Burgos y Antonio Fos, y en la que intervenían dos actores habituales del terror español de la época, el estadounidense afincado en España Jack Taylor, así como la rusa Dianik Zurakowska, presencia femenina en títulos tan remarcables e imprescindibles como "La marca del hombre lobo" (1968), debut en pantalla grande de Paul Naschy (con quien no acabó de congeniar del todo bien) o en la divertida "La orgía de los muertos" (1973), a las órdenes de José Luís Merino y de nuevo con Naschy, aunque en este caso realizando una aparición breve pero de las que dejan huella, pues hacía de necrófilo.
"La orgía nocturna de los vampiros" (1973) viene a ejemplificar el grado de explotación al que estaba llegando, a nivel industrial, el género fantástico por aquellos años. El terror, como antes el "western" en escenarios almerienses, estaba de moda, y los productores de turno se subían al carro con suma facilidad, aceptando cualquier guión que oliera a terror, por malo que fuera, y el de esta película era de un despropósito de padre y muy señor mío. Como ocurriera posteriormente con el cine erótico, que fue morirse Franco y todos se lanzaron a hacer comedietas de muy baja estofa, con la Cantudo o Naiduska de preferencia, el cine de terror español entró en un callejón sin salida.
Pero Klimovsky es Klimovsky, y lo suyo era estar al servicio del guión que le tocara en suerte, imprimir una puesta en escena más o menos bien resuelta y, una vez acabado el trabajo, pasar al siguiente proyecto sin solución de continuidad. En "La orgía nocturna de los vampiros", el director de "Último deseo" (1977) deja claro que lo suyo era adaptarse al género que le cayera en suerte, sin andarse por las ramas o entrar en cuestiones estéticas, para él del todo innecesarias, como afirmó en varias ocasiones, él era un cazador, dispuesto a hacerse con la pieza más preciada y pasar a la siguiente con el fin de mantenerse fresco en la industria del cine español de aquel periodo. Y José Frade, por aquel entonces en la cresta de la ola, contó con él en diversas ocasiones, especialmente por su capacidad de adaptarse a lo que se le pidiera, sin salirse de la ruta marcada y, lo más importante, sin pasarse de presupuesto.
Por otra parte, excepto en casos muy puntuales, la mayor parte de estas producciones iban destinadas a las salas de programa doble o de reestreno, cines de los llamados de segunda categoría, con el fin de mezclarse con el grueso de las producciones de serie B internacionales. Con ese objetivo las películas se doblaban, aún habiéndose rodado en español. En el caso que nos ocupa, es chocante ver a un actor como Luis Ciges hablando con un tono de voz tan impostado, que nada tenía que ver con su peculiar, e inolvidable, voz real.
Con un prólogo directo y contundente, en el cual se dan pistas sobre la verdadera naturaleza de los habitantes de Tolnia, "La orgía nocturna de los vampiros" destaca porque a ratos parece como si sus responsables pretendan no tomarse muy en serio, tomando como base (y salvando las distancias, ni que decir tiene) la maravillosa "El baile de los vampiros" (1967) de Roman Polanski, mientras que en otros busca impactar con escenas escabrosas, que acaban resultando más risibles que las pretendidamente más distendidas. Aunque si hay que quedarse con un momento es el de la escena en la cual el personaje interpretado por Jack Taylor se queda tan pancho tras espiar como Dianik Zurakowska se desnuda, mediante un agujero hecho en la pared de su habitación. Una escena tan, a ojos de hoy, políticamente incorrecta, hace de esta película una pieza cinematográfica, a la par que sociológica, de unos tiempos que, ciertos políticos de la derecha que hoy nos gobierna, intentan hacernos recuperar a marchas forzadas...
Aparición especial de Helga Liné, otro de los rostros inconfundibles de aquella etapa, en un rol de importancia.
Por cierto, pese a contener la palabra "orgía", no esperen desmelenes...La censura todavía andaba apretando y con las tijeras dando.
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