domingo, 2 de marzo de 2014

FAUST, LA VENGANZA ESTÁ EN LA SANGRE

John Jaspers es un pintor, un bohemio cuya vida da un giro trágico cuando un grupo de mafiosos entra en su estudio, mata a su prometida, que le hace las veces de modelo, y le deja malherido. A un paso de acabar con su vida, al ser incapaz de superar la tragedia, Jaspers es "rescatado" por un extraño personaje, M, quien le propone un pacto que le proporcionará la fuerza necesaria para vengarse de aquellos que acabaron con la vida de su novia, aunque ello signifique, como contrapartida, el tener que vender su alma a Satanás...
"Faust, la venganza está en la sangre" (2000) pasa por ser la "puesta de largo" de la "Fantastic factory", aquel invento que, diseñado desde tierras catalanas, y bajo los auspicios del productor y jefe de la Filmax, Julio Fernández, pretendía crear una estructura de producción de cine de género en nuestro país, contando con la experiencia y los conocimientos de Brian Yuzna, que se reservó un papel relevante como responsable artístico del invento, que ya sabemos, por otra parte, que terminó dando lugar a algunos frutos francamente remarcables, caso de "Los sin nombre" o "Romasanta", pero que en líneas generales sirvió, que no es poco, a una serie de profesionales que posteriormente han desarrollado unas trayectorias francamente destacables. El único que no salió beneficiado fue Yuzna, que fue paulatinamente apartado de la primera línea de supervisión de la compañía.
Buena parte de ello es responsabilidad del propio Yuzna, quien nunca logró realmente que ninguna de sus aportaciones a la "Fantastic factory" pasasen de meros subproductos directos a vídeo, que lograron acceder a su estreno en cines para ser recibidos con un mayor grado de desinterés, no ya del público general, si no ya del aficionado bregado al cine de terror. "Faust, la venganza está en la sangre" es un buen ejemplo de las evidentes deficiencias de su director. Planos en cámara lenta del todo gratuitos e innecesarios, artificiosidad interpretativa, efectos digitales del todo mal elaborados. Todo ello acompañado de una música "heavy metal" estridente e insoportable, que pretende ser un guiño para que cierto sector del público se acerque a la película, la haga suya, pero logra justamente el efecto contrario, haciéndola todavía más antipática a ojos del sufrido espectador.
¿Hay algo en "Faust, la venganza está en la sangre" que pueda permanecer en la retina del espectador? Pues, si les soy sincero, bien poca cosa. El paso del tiempo ha hecho todavía más daño a una película que pretendía romper esquemas, pero que se quedó en un intento, fallido, de levantar una especie de piedra de toque sobre la cual construir las bases de un cine de terror hecho en España. Al final, las circunstancias, así como el propio desarrollo industrial, no ya de la "Fantastic factory", si no del cine español hizo que tal reverdecer se produjera desde otra perspectiva. Bueno, siempre quedarán los enormes ojos azules (los ojos, reitero) de Mónica Van Campen, modelo catalana que hizo sus pinitos como actriz a primeros de la década del siglo XXI. 

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