miércoles, 19 de marzo de 2014

EL TEMPLO DEL ORO

Max Donigan y Leo Porter son dos aventureros que andan con la idea de separarse, por cuanto sus expediciones les han reportado beneficios más bien escasos y ya no sienten el "gusanillo" de jugarse la vida por según qué clase de botín. Pero las cosas cambian por completo cuando conocen a Patricia Goodwin, una joven y pizpireta muchacha, que les ofrece la posibilidad de ir a la búsqueda de una antigua mina de oro situada en Arizona. La misión resulta, a priori, bastante fácil, más que nada porque la chica tiene un mapa con la situación exacta de la mina; el único que puede plantear dificultades es un sujeto bastante peligroso llamado Coyote, un tipo que desciende de antiguos chamanes indios y que reclama la mina por pertenecer a sus ancestros. 
En 1986 la moda de Indiana Jones aún coleaba en los cines, y eran muchas las imitaciones que se hacían un hueco en las plateas. La Cannon, que un año antes ya lo había intentado con una nueva versión de "Las minas del rey Salomón" (1985), con Richard Chamberlain y una jovencita Sharon Stone, decidió lanzarse de nuevo con un proyecto que mantenía unas coordenadas similares, esto es, aventuras desenfadadas, para toda la familia, pero situándola en unos escenarios contemporáneos. 
Para llevar a cabo este plan, contaron con el mismo director de "Las minas del rey Salomón" , el británico J. Lee Thompson, que por aquellos años era ya un director "fijo" de la casa, siendo el realizador habitual en las epopeyas violentistas de Charles Bronson, que por aquellos días aún llenaban las arcas del estudio. 
A la hora de elegir a la pareja protagonista, la Cannon pensó en la idea de aúnar el concepto de dos personas de caracteres antitéticos. Uno de los elegidos fue Chuck Norris, una elección un tanto chocante, por cuanto no poseía una imagen de héroe simpático, antes lo contrario, como lo era Harrison Ford en sus tribulaciones aventureras con sello spielbergiano. El "actor", lejos de amilanarse, muestra un sincero esfuerzo por adaptarse a lo que se le pedía, pero sus muy evidentes limitaciones dramáticas se hacen muy evidentes en algunas escenas. Como compañero se escogió a Lou Gossett Jr, actor que se hizo un lugar en Hollywood por su papel de instructor hijoputa en "Oficial y caballero" (1982), que le valió un Oscar al Mejor Secundario. Tras ese papel tan exitoso, este actor afroamericano inició una espiral descendente, que le llevó de marcarse tantos en producciones de cierto relieve a caer en picado en las simas de la serie B más churresca. Algo similar puede decirse de la hermosa Melody Anderson, que hizo de Dale Arden en la "peculiar" adaptación de "Flash Gordon" (1981) financiada por Dino DeLaurentiis...Tras aquel acercamiento a la superproducción, la pobre Melody padeció algunos tropiezos tanto a nivel de cine como de TV. Poco después de "El templo del oro" abandonó su actividad como actriz. en un papel secundario destaca John Rhys Davies, actor británico ya presente en  "Las minas del rey Salomón", además de en "En busca del arca perdida" (1981) e "Indiana Jones y la última cruzada" (1989), con lo cual la conexión con el modelo original era completo. 
"El templo del oro" es un pasatiempo muy de su época, elaborado por una compañía que en los años ochenta se marcó sus buenos tantos en el cine de acción, pero que erró cuando quiso apostar por hacer productos "de lujo", caso de "Masters del Universo" (1987) y "Supermán IV" (1987), que se estrellaron a la larga, provocando serios daños financieros que la herirían de muerte, entrando en bancarrota al cabo de pocos tiempo. Chuck Norris intentó ayudar con su "Desaparecido en combate III" (1988), pero los tiempos estaban cambiando y el público ya no respondió como antes. Lee Thompson lo intentó a su vez, acompañado de su casi inseparable Charles Bronson en "El mensajero del miedo" (1989), que planteaba ligeras diferencias con productos típicos del pétreo actor de origen polaco. Viendo el panorama, los dos mandamases de la compañía, los israelíes Menahem Golan y Yoram Globus, abandonaron el barco, dejando a la Cannon meciéndose cual "Titanic" hacia su querido iceberg, hecho que se produciría hacia 1993.
Hoy, ironías de la vida, productos tan denostados por la crítica de la época pero que hoy han sido elevados a la categoría de clásicos populares, siendo emitidos repetidamente en diversos canales temáticos de cine. Cosas de nuestros tiempos y de los cambios generacionales, que antes miraban los ochenta con horror y ahora los miran con nostalgia.  
  

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