Tim y Kaylie Russell son dos hermanos cuya vida cambió trágicamente diez años atrás, cuando el padre de ambos, mató a la madre e intentó hacer lo mismo con ellos, aunque la intervención de Tim evitó que su nprogenitor pudiera terminar la matanza. Tras pasar diez años en una institución mental, Tim intenta en gran medida recuperar su vida, pero Kaylie no está dispuesta a enterra definitivamente con el pasado. Está del todo convencida de que si su padre hizo lo que hizo fue por culpa de un espejo antiguo que éste compró al poco de mudarse a una nueva casa. La muchacha prepara un plan que consiste en pasar la noche entera, los dos hermanos, en la antigua casa familiar, donde pasó todo, con el espejo, con objeto de destruirlo de una vez por todas. Tim no las tiene todas consigo, pero acepta la idea más que nada para complacer a su hermana. Las circunstancias les llevarán a un callejón sin salida, donde los viejos fantasmas regresarán para ajustar cuentas...
Hay películas que, sin ser del todo redondas, poseen una serie de elementos, puede que hasta una atmósfera, que las hace francamente disfrutables. Este es el caso de "Oculus, el espejo del Mal" (2013), segundo largometraje de su director, Mike Flanagan, que pasó por Sitges el año pasado logrando muy buenas opiniones.
Lo mejor de "Oculus, el espejo del Mal" es que se nota que sus responsables no pretenden seguir modelos previos y, cuando los siguen, al menos intentan usarlos con algo de inteligencia. En lugar de usar los golpes de efecto, de ir a por el susto y ya está, Flanagan logra mantener la tensión, creando un ambiente, un estilo, que hace que vayamos empapándonos de la historia paso a paso, sin precipitaciones ni rápidos movimientos de cámara. Puede que el conjunto, en su parte final, no acabe de hilar todo lo fino que podría haber hilado, pero el hecho es que estamos ante una película que usa muy bien las acciones paralelas, el pasado y el presente, con el fin de establecer los diversos puntos de vista sobre los cuales se concentra la historia.
Todo lo contrario podemos decir de "Ouija" (2014), un filme que posee todos los males del actual cine de terror americano en su vertiente más comercial. Bajo el amparo de Michael Bay, el debutante Stiles White nos narra las desventuras de un cuarteto de adolescentes especialmente cretinos, que deciden servirse de la susodicha tabla para comunicarse con Debbie, una amiga que falleció como consecuencia del dominio que dicha tabla ejerció sobre ella. A partir de este punto, la historia no es más que una serie de tópicos y de ideas que parecen haber sido desechadas de un guión no utilizado de, no sé, "Insidious" (2013), con la diferencia de que James Wan se sabe lo que se hace y White toca de oídas. A pesar de ello, la película ha sido todo un bombazo en las taquillas yanquis, lo que hace pensar que tendremos ouija para rato si al Bay le da por crear una franquicia. Para tablas ouija con cara y ojos les recomiendo la simpática "Witchboard" (1985), prototípica película de terror ochentera realizada por un director, Kevin S. Tenney, que nunca pasó de ser una promesa más o menos con posibilidades, amén de ser el responsable de la muy divertida, al menos para el que esto suscribe, "Night of the Demons" (1987).
Hay películas que, sin ser del todo redondas, poseen una serie de elementos, puede que hasta una atmósfera, que las hace francamente disfrutables. Este es el caso de "Oculus, el espejo del Mal" (2013), segundo largometraje de su director, Mike Flanagan, que pasó por Sitges el año pasado logrando muy buenas opiniones.
Lo mejor de "Oculus, el espejo del Mal" es que se nota que sus responsables no pretenden seguir modelos previos y, cuando los siguen, al menos intentan usarlos con algo de inteligencia. En lugar de usar los golpes de efecto, de ir a por el susto y ya está, Flanagan logra mantener la tensión, creando un ambiente, un estilo, que hace que vayamos empapándonos de la historia paso a paso, sin precipitaciones ni rápidos movimientos de cámara. Puede que el conjunto, en su parte final, no acabe de hilar todo lo fino que podría haber hilado, pero el hecho es que estamos ante una película que usa muy bien las acciones paralelas, el pasado y el presente, con el fin de establecer los diversos puntos de vista sobre los cuales se concentra la historia.
Todo lo contrario podemos decir de "Ouija" (2014), un filme que posee todos los males del actual cine de terror americano en su vertiente más comercial. Bajo el amparo de Michael Bay, el debutante Stiles White nos narra las desventuras de un cuarteto de adolescentes especialmente cretinos, que deciden servirse de la susodicha tabla para comunicarse con Debbie, una amiga que falleció como consecuencia del dominio que dicha tabla ejerció sobre ella. A partir de este punto, la historia no es más que una serie de tópicos y de ideas que parecen haber sido desechadas de un guión no utilizado de, no sé, "Insidious" (2013), con la diferencia de que James Wan se sabe lo que se hace y White toca de oídas. A pesar de ello, la película ha sido todo un bombazo en las taquillas yanquis, lo que hace pensar que tendremos ouija para rato si al Bay le da por crear una franquicia. Para tablas ouija con cara y ojos les recomiendo la simpática "Witchboard" (1985), prototípica película de terror ochentera realizada por un director, Kevin S. Tenney, que nunca pasó de ser una promesa más o menos con posibilidades, amén de ser el responsable de la muy divertida, al menos para el que esto suscribe, "Night of the Demons" (1987).
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