lunes, 20 de abril de 2015

MANOS, THE HANDS OF FATE

Es muy posible que a la hora de leer esta reseña algunos lectores puedan llevarse las manos (y nunca mejor dicho) a la cabeza o, simplemente, desconozcan la historia detrás de este "Manos, the hands of fate" (1966), primera (y, afortunadamente, única) realización de Harold P. Warren, un representante de una compañía de fertilizantes de Texas que a mediados de los sesenta se topó con un guionista de Hollywood, Sterling Silliphant, con quien se apostó que sería capaz de hacer una película de terror de bajo presupuesto y estrenarla. Ni corto ni perezoso, Warren se armó de un paupérrimo presupuesto de cerca de diecinueve mil dólares, de una cámara de dieciséis milímetros que apenas podía rodar cerca de treinta segundos seguidos y de una caterva de actores (¿?) que incluían a un adicto al LSD, John Reynolds, que moriría pocos meses después de finalizar el filme, así como de un grupo de modelos locales que trabajaban en talleres de costura. Para el papel de Manos, el pérfido maestro resucitado, Warren contó con la colaboración del bigotudo Tom Neyman que, como ya estaba contratado, de paso se encargó de pintar el cuadro de Manos que aparece en la película, diseñó su túnica, que cosió su santa esposa, ejerció funciones de director artísticos diseñando los decorados (¿?) y, de paso, colocó a a su pequeña hija Jaqueline como hija del matrimonio de pobres que caen las, sí, manos del Ídem. 
Ni que decir tiene que la película llegó a estrenarse, pero solamente a nivel local, cosechando toda clase de bromas y chirigotas varias, que en gran medida propiciaron que Warren, quien se tomó muy en serio el trabajo, ojo (quizá en exceso teniendo en cuenta la mierda que salió), no volviera a coger nada parecido a una cámara de filmar en su vida, que terminó en 1985. Como curiosidad indicar que hasta el día de su fallecimiento, tenía por costumbre disfrazarse de Manos para distraer a las amistades que iban a su casa, tradición que, a día de hoy, prosigue su hijo. 
Con el pasar de los años, la película generó una especie de culto entre los aficionados al cine más cutre e insalvable. La pena es que Warren, a diferencia de Ed Wood Jr, no ha hallado todavía un Tim Burton que reivindique su originalidad, su rareza dentro de los márgenes del cine malo. El personaje de Torgo, encarnado por el malogrado John Reynolds, si puede decirse que ha creado cierto grado de fascinación, más que nada por la manera particular que el actor utilizó para encarnarlo. Como consecuencia de la falta de presupuesto, Warren no pudo hacer unas patas artificiales de cabra, que le dieran apariencia de sátiro, por lo que Reynolds tuvo que llevar unos cojines enganchados con hierros que le provocaban unos dolores terribles, que el actor sofocaba a base de sus dosis de LSD y sustancias similares. 
Otro aspecto de la película es la iluminación; solamente contaban con dos focos de pequeño tamaño, con los cuales debían apañarse para rodar las escenas nocturnas. La presencia de insectos, la película se rodó en pleno verano de Texas, hace que la película posea una iluminación del todo sorprendente, más que nada porque en ocasiones prácticamente no se ve un higo en el plano. 
Warren intentó en diversas ocasiones producir una secuela, con Torgo como gran protagonista, pero entre la muerte del imprescindible Reynolds y la falta absoluta de interés de alguien con dos dedos de frente que soltara la pasta, la cosa quedó en agua de borrajas. Posteriormente lo intentó con otro proyecto, que tampoco pasó de la fase de negro sobre blanco, y que intentó colocar en forma de novela, logrando aún menos interés. Curiosamente en 2012 sí llegó a distribuirse una versión en formato de videojuego de ocho bits, que no pasó de ser una curiosidad hecha por entusiastas.
Una película que, en su condición de "rara", de producto fílmico inusual, de bizarría absoluta, acaba por fascinar.  
Edita el sello Vial of Delicatessens en su impresicindible colección "Clásicos Bis", que promete lanzar otras piezzas de indudable interés para el cinéfilo más desprejuiciado. La película se ofrece en V.O.S. porque, ni que decir tiene, la película jamás ha conocido estreno comercial más allá de su proyección original en 1966, siendo una absoluta exclusiva a nivel europeo. 

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