Sean Crawley es un joven que se gana la vida haciendo chapuzas para un electricista de poca monta, Duke, quien un día le presenta al constructor Ray Matthews. Matthews anda con la mosca detrás de la oreja por culpa de las interferencias del inspector de urbanismo municipal, un tipo que le está poniendo las cosas muy complicadas a sus tejemanejes a la hora de poner en marcha proyectos. Está convencido que el inspector no es un hombre tan perfecto como aparenta, y le propone a Sean que le haga un seguimiento con el fin de saber por dónde se mueve y qué es lo que trama, si es que trama algo. Con la promesa de ganar unos buenos dólares, Sean se pone a ejercer de detective privado a tiempo parcial, pero el hecho es que el inspector municipal no es un hombre oscuro; tiene una bonita casa, con su jardín y su coche, con su preciosa hija. Y una esposa-cañón, que hace que el chico empiece a sentir envidia del sujeto al que sigue asiduamente por la ciudad, a distancia prudencial. Los acontecimientos se precipitan cuando Matthews, borracho y presa de un estado de nervios absoluto, le propone a Sean trece mil dólares si se carga al inspector. Sean ha ido ideando un plan con el fin último de acercarse a la esposa del inspector, por la que ido creando una especial predilección. Y es muy aplicado en su tarea. No quiere ser una simple hormiga, quiere ser el rey del hormiguero...Pero el resultado final estará muy alejado de lo que tenía en su cabeza.
Stuart Gordon es un director por el que tengo especial predilección, generalmente la crítica lo ha puesto a parir las más de las veces, cuando no le ha despreciado por su condición de cineasta de serie B de muy escaso empaque, que se ha venido limitando a forjarse cierto estátus dentro de la afición por ser el responsable de "ReAnimator" (1985) y "ReSonator" (1986), sendas, y no muy puras y academicas, adaptaciones de los relatos de H.P. Lovecraft. Pero el hecho es que Gordon es un realizador honesto, que si bien tuvo una etapa marcada por su vinculación a un productor de la calaña de Charles Band, también intentó hacerse un hueco en producciones de mayor pretensión comercial, con las (para mí) muy simpáticas "Fortaleza infernal" (1992) y "Space truckers" (1996), dos filmes de ciencia ficción considero que resultones,a pesar de que el primero deba pechar con el protagonismo del muy estomagante Christopher Lambert.
"King of the ants" (2003) supuso un cambio de registro para Gordon, que venía de tierras españolas, donde había rodado la irregular pero aceptable "Dagón, la secta del mar" (2001) para la Fantastic Factory de su colega Brian Yuzna. No se trata de un filme de terror al uso, ni tan siquiera de una serie B directa a vídeo, como las que rodó para Band a primeros de los noventa. Era un proyecto de raíz independiente, filmado con notable sentido del ritmo, un trabajado estilo visual, que permite vislumbrar que estamos ante un director que lo que buscaba era salirse de los caminos trillados para seguir nuevas rutas a nivel profesional, lejos de la baratija de sangre e higadillos para frikis de videoclub.
El filme posee un discurso ideológico muy contundente, de plena actualidad. Es la historia de un joven que es convertido en asesino por la fuerza impuesta por los elementos externos, por el deseo irrefrenable hacia la sociedad de consumo. El joven Sean es un chico que hace chapuza en plan Pepe Gotera y Otilio, pero su Otilio, Duke, poco tiene que ver con el berzotas comilón de Ibáñez. Duke es un hijo de perra codicioso, vago, que quiere quitarse de encima el encargo de Matthews, su jefe, un constructor que, como todo contructor que se valga, proyecta donde le sale del nabo, pasando de cuestiones legales y untando a quien sea con tal de conseguirlo. Pero un día se topa con un inspector municipal, que le para los pies. Matthews quiere pillarlo como sea, pero el inspector no es de los que se venden, pues ya tiene todo lo que puede desear: casa, una guapa esposa y un hijo merodeando por el jardín. Sean se obsesiona con la esposa del inspector, y en su cerebro imagina una vida sensacional junto a ella, la vida que siempre ha deseado. El hecho que Matthews le prometa un buen fajo de billetes si lo mata hace que Sean actúe con eficacia, trágica y sangrienta eficacia. Pero la sangría no terminará ahí, por desgracia.
Basada en la novela original de Charlie Higson, de igual título, y adaptada para el cine por su propio autor, "The king of the ants" tiene el honor de ser la única producción medianamente seria, concienciada, de The Asylum, productora especializada en bodrios de baja estofa como la celebrada "Sharknado" y secuelas. Quizá fuer ésta la circunstancia última que provocó que la película apenas tuviera distribución normalizada, viéndose principalmente en festivales especializados y en DVD. Resulta irónico que un realizador como Gordon, especializado en director a vídeo, filmara la mejor de las películas de la compañía, pero la vida tienes cosas así de absurdas.
Y con esta reseña cierro el año 2014, en espera de que el 2015 permita que este blog mantenga su ritmo más o menos regular pero siempre firme. Así pues, Feliz Navidad y próspero Año Nuevo a todos los habituales de "El ocioso impenitente", que regresará a primeros de año con más reseñas e intentando mejorar.