jueves, 9 de junio de 2016

LAS MANOS DEL DESTRIPADOR

Dentro de las lista de películas que Peter Sasdy filmó en el seno de la Hammer Films, en la primera mitad de los setenta, cuando en estudio iniciaba su lenta pero evidente decadencia, intentando mantenerse a flote a base de subir los niveles de hemoglobina y erotismo en sus filmes, "Las manos del destripador" queda, sin ninguna duda, como una de sus aportaciones más logradas y considerables. 
La historia arranca cuando la policía nada ya acorralando a Jack "el destripador" por las calles de Londres. Este, que es un médico de cierta alcurnia, se refugia en su propio domicilio, buscando el apoyo de su pobre esposa, que anda cuidando a su hija, de apenas un año de edad. Pero el asunto termina de forma trágica...Pasados los años, esa niña se ha convertido en una muchacha muy bella pero tímida, marcada por un pasado que no logra recordar y siendo explotada por una mujer que saca sus buenas libras esterlinas engañando a personas de la alta sociedad londinense a base de poner en práctica sus supuestos conocimientos como médium. Un reputado psiquiatra se hace cargo de la chica cuando esta se ve implicada en el asesinato de un tipo que andaba presto a abusar de ella. El terapeuta está decidido a ayudar a la joven, pero no sabe que despertando los genes del padre de la chica hará que el espíritu del tremebundo asesino en serie vuelva a las andadas...
A lo largo de sus escasas hora y veinte minutos de metraje, "Las manos del destripador" desarrolla una historia realmente curiosa, una variante del mito de Jack "el destripador" pero ahora usando como punto de base a su hija, la cual quedó en estado de shock cuando vio morir a su padre (del que no dan mayores pistas sobre su identidad y su fallecimiento, salvo en algunas secuencias oníricas) quedando su memoria inerte de dichos recuerdos, que vuelven a la luz cuando alguien la toca. Primero será el tipo que intentará forzarla, pero luego la situación se hará cada vez más complicada, en especial para la única persona que confía en ella, un psiquiatra imbuído de buenas intenciones y que cree firmemente en el poder de l psicoanálisis para salvarla. La interpretación de Eric Porter es a todas luces magnífica, así como de la debutante Angharad Rees, en especial en el tramo final, cuando el terapeuta descubre que curar a aquella mujer es una quimera, dada su naturaleza malvada. 
Pese a que nunca fue un director muy dado a sutilidades, tomando siempre el camino de la funcionalidad en la puesta en escena, Sasdy, en este caso, logra superar su habitual grisura para dotar a la cinta de un punto de sordidez visual muy de agradecer, sin recargar las tintas pero obteniendo una atmósfera francamente muy lograda. Puede que el final, en exceso apresurado, acabe por deficultar las cosas para una cinta que sin lugar a dudas hubiera necesitado algo más de metraje para que todas las piezas concordaran con total y absoluta perfección. Pese a ello, Sasdy se las ingenia para no arruinar del todo la función, dando lo mejor de sí en los momentos clave, cuando la terrible verdad se abre ante los protagonistas. Es ahí donde radica lo mejor de esta cinta que, sin ser eso que podríamos definir como una obra maestra, sí es un pequeño clásico dentro del género de terror de los setenta. 

LA CONDESA DRÁCULA

"La Condesa Drácula" (1970/Peter Sasdy) se produjo en un momento de cambio en el seno de la muy inglesa Hammer Films, que hasta ese momento era el máximo exponente del terror gótico no ya a nivel europeo sino directamente mundial. Los gustos del público estaban cambiando a pasos de gigante y el estudio no podía sólo mantenerse en funcionamiento a base de secuelas y más secuelas de Drácula, con un cada vez más harto Christopher Lee, que abominaba de los guiones, o del monstruo de Frankenstein, aunque un siempre entregado Peter Cushing diera siempre lo mejor de sí como el pérfido y manipulador inventor de la criatura. Tal y como andaba el patio de butacas, era necesario apostar por nuevas ideas, nuevos conceptos, entre los cuales el más evidente era dar algo más de erotismo a la parroquia. Y la historia de la Condesa Elisabeth Bathory daba mucho juego en ese sentido. 
Noble que vivió en la Hungría del siglo XVI, Elisabeth Bathory se hizo tristemente famosa al asesinar a jóvenes damiselas a las que luego desangraba con el fin de bañarse en su sangre y mantenerse joven eternamente, o al menos eso creía ella. Descubierta por las autoridades, fue condenada a la pena capital, pero dada su condición, le fue conmutada por la de ser emparedada viva en sus aposentos. A partir de esta historia, los guionistas a sueldo de la Hammer pergueñaron una historia de rivalidades entre madrastra e hija (encarnada por una jovencita Lesley Anne Down) y titulándola internacionalmente "Countess Dracula" con el fin de que el aficionado no se sintiera engañada y supiera de forma clara a lo que iba. 
Para interpretar a Elisabeth se eligió a una actriz de origen húngaro, Ingrid Pitt, quien posteriormente participaría de forma muy activa en algunas cintas de la compañía, para luego concentrar su carrera en TV y films de serie B de muy diverso pelaje. Su belleza y rotundidad física la convierten en una perfecta Elisabeth Bathory desde el primer momento en que aparece en pantalla.
El filme quedó en manos de otro húngaro, por aquello de dar cierto sentido "eslavo" al asunto, o eso debieron creer los mandamases del estudio, porque tampoco es que se note muy mucho la mano húngara detrás de las cámaras. Peter Sasdy es un director en ocasiones vilipendiado por su condición de realizador televisivo, medio al que volvió tan pronto los últimos rescoldos del cine de terror británico se apagaron. Cierto es que nunca destacó sobremanera por su imaginación, ofreciendo siempre una puesta en escena bastante sosa, con algunos destellos de inspiración casi obtenidos por casualidad. En cualquier caso tampoco es que el bueno de Peter buscara tener una voz propia, prefiriendo filmar el guión que tenía entre manos con la máxima profesionalidad y rapidez, logrando en algunas ocasiones trabajos bastante dignos y meritorios. Y esta "La Condesa Drácula" es uno de ellos. 

LOS ODIOSOS OCHO

Personalmente soy de los que poino que, puestos a elegir, me quedo con esta segunda incursión de Tarantino en el "western", muy por delante de la afamada "Django desencadenado" (2012). Es muy posible que eso se deba al hecho de que estamos ante una película más, ya sé que suena a perogrullada, "tarantiniana" que su predecesora a la que, por otro lado, no hay que quitarle mérito alguno, por cuanto posee la virtud de tener una de las mejores interpretaciones de Leonardo DiCaprio y eso que las relaciones entre los dos italoamericanos distaron muy mucho de ser cordiales en el transcurso del rodaje. La estructura episódica de "Los odiosos ocho" (2016), su potente uso del formato panorámico, aunque luego se pase la mayor parte de la película rodando en decorados, que todo hay que decirlo, así como un reparto de ensueño, encabezados por unos estupendos Samuel L. Jackson y Kurt Russell, amén de unos recuperados, para la causa de Don Quentin, como son el británico Tim Roth y un Michael Madsen hoy por hoy carne de serie Z directa a formato doméstico, hacen de este un filme francamente muy recomendable, aún a pesar de que evidentemente los arranques de violencia sean marca de la casa y no aptos para todos los públicos.
Planteada como una suerte de pieza de cámara, una obra teatral de gran formato, "Los odiosos ocho" juega muy bien sus cartas en todo momento, abraza los clichés del género con conocimiento de causa, para luego darles la vuelta como es habitual en el responsable de "Reservoir dogs" (1992). Cierto es que poco queda ya de ese jovencito que pretendía jugar a "niño malo", convertido ahora en un realizador algo endiosado que pretende ser la única arte y parte en recuperar la estética de cierto tipo de cine de serie B o Z, el mismo que deglutía sin solución de continuidad en sus días de dependiente de videclub, pero no cabe duda alguna de que Tarantino en un narrador visual de primer orden que, con "Los odiosos ocho" logra en gran medida, superar "Django desencadenado" filmando un "western" de grandes proporciones, y no sólo por el formato elegido para filmar la cinta, si no, más importante todavía, porque se atreve a hacer "una del Oeste" sin tomar como referencia elementos previos (aunque la estética de "spaghetti western" sigue estando ahí, no se hace tan evidente, ni molesta, como en "Django desencadenado"), optando por una oda al género en toda regla, apoyado en un despliegue artístico de altísimo nivel.No sé cual puede ser el futuro de Tarantino en el Hollywood actual, plegado al "remake" y a las fórmulas del cine de superhéroes para mantenerse en pie, vivo y coleando, pero es indudable que si mantiene el tipo como ha hecho en este caso, podemos darnos con un canto en los dientes y esperar grandes obras. Vale, el tipo anda muy pegado de sí mismo, el caso es que a mí "Los odiosos ocho" me gustó. Mucho. Y espero más.

miércoles, 8 de junio de 2016

EL INFIERNO VERDE

Tres años ha tardado en estrenarse en España la, por ahora, penúltima película de Eli Roth, realizador fogueado a la vera de David Lynch pero que ganó mayores enteros al trabar amistad con Quentin Tarantino, que le produjo las dos primeras entregas de la saga "Hostel", ambas estrenadas en cine pues hay que recordar que la tercera era un pestiño producido para su explotación directa en DVD.
Las razones de dicha tardanza no hay que centrarlas en el hecho del nivel de sangre e higadillos desplegado por Roth, algo esperable en tanto en cuanto estamos hablando de alguien que no se corta un pelo a la hora de abogar por el gore más directo y sin matices, sino en la forma en la cual la película retrata los movimientos de activistas antisistema, que suelen ser mucho menos dados a la crítica interna y a la manipulación mediática que los grupos a los cuales combaten, cayendo en ocasiones en la demagogia más barata cuando no en la ideología más reaccionaria. 
Presentada como una vuelta de tuerca, un homenaje, a películas como "Holocausto caníbal" (1978/Ruggero Deodato), de hecho "El infierno verde" era uno de los títulos que se barajaron en su día a la hora de estrenarla, para luego ser desechado por el más contundente y por el cual la conocemos todos, el filme de Eli Roth va más allá de una pastiche más o menos relacionado con la seminal obra de Deodato. Si Deodato tomaba una línea más sensacionalista, más de cara a la galería, Roth prefiere concentrar sus esfuerzos en mostrar la hipocresía de sus protagonistas, unos universitarios que presumen de ser muy combativos, de ser solidarios, pero que en situaciones límite no tienen reparo alguno en putearse para lograr la supervivencia. El caso más paradigmático lo tenemos en el personaje del líder del grupo, Alejandro, un guaperas carismático que al final se destapa como un verdero hijo de su madre, mostrando una nula empatía con gente a la que, anteriormente, pedía colaboración y trabajo en equipo. 
Ni que decir tiene que estamos ante una película con escenas muy difíciles de ver, que pueden herir la sensibilidad del espectador. Es esta una película apta para amantes del gore con fundamento, que ya saben cómo se las gasta Roth a la hora de filmar. El espectador potencial de "El infierno verde" debe estar preparado para ser impactado de frente, sin dobles lecturas. Al igual que Deodato, Roth filmó en escenarios naturales del Amazonas peruano, utilizando como intérpretes indígenas auténticos, que no tuvieron demasiados reparos en hacer el papel de caníbales, como se puede ver en alguno de los documentales que incluye la edición en DVD hasta los niños se divirtieron de lo lindo rodando algunas secuencias, algo que no se produjo durante el rodaje de "Holocausto caníbal" pues existen informaciones que indican que el director y buena parte del equipo abusó de forma flagrante de los indígenas que salían en su película, algo que se potenció, tristemente, en las posteriores películas que siguieron y que conformaron la moda de caníbales en el Amazonas. 
En el reparto tenemos una mezcla de actores latinos y estadounidenses, todos ellos poco conocidos, a excepción de Daryl Sabara, que de niño fue uno de los "Spy kids" de Robert Rodríguez, y la chilena Lorenza Izzo, que asume con aplomo la muy complicada tarea de encarnar a la joven protagonista del filme, que vivirá una experiencia aterradora en los hermosos parajes amazónicos. El resto queda en manos de los efectos de maquillaje de los imprescindibles Greg Nicotero y Howard Berger, así como de la capacidad de un Eli Roth que deja aquí uno de sus mejores trabajos tras las cámaras. Dura, sí, polémica, también, no es plato para todos los gustos, pero cabe aplaudirle a su realizador su arrojo a la hora de hacer una película de estas características en unos tiempos poco dados a empresas arriesgadas. Con eso ya tiene ganada mi confianza.