Dentro de las lista de películas que Peter Sasdy filmó en el seno de la Hammer Films, en la primera mitad de los setenta, cuando en estudio iniciaba su lenta pero evidente decadencia, intentando mantenerse a flote a base de subir los niveles de hemoglobina y erotismo en sus filmes, "Las manos del destripador" queda, sin ninguna duda, como una de sus aportaciones más logradas y considerables.
La historia arranca cuando la policía nada ya acorralando a Jack "el destripador" por las calles de Londres. Este, que es un médico de cierta alcurnia, se refugia en su propio domicilio, buscando el apoyo de su pobre esposa, que anda cuidando a su hija, de apenas un año de edad. Pero el asunto termina de forma trágica...Pasados los años, esa niña se ha convertido en una muchacha muy bella pero tímida, marcada por un pasado que no logra recordar y siendo explotada por una mujer que saca sus buenas libras esterlinas engañando a personas de la alta sociedad londinense a base de poner en práctica sus supuestos conocimientos como médium. Un reputado psiquiatra se hace cargo de la chica cuando esta se ve implicada en el asesinato de un tipo que andaba presto a abusar de ella. El terapeuta está decidido a ayudar a la joven, pero no sabe que despertando los genes del padre de la chica hará que el espíritu del tremebundo asesino en serie vuelva a las andadas...
A lo largo de sus escasas hora y veinte minutos de metraje, "Las manos del destripador" desarrolla una historia realmente curiosa, una variante del mito de Jack "el destripador" pero ahora usando como punto de base a su hija, la cual quedó en estado de shock cuando vio morir a su padre (del que no dan mayores pistas sobre su identidad y su fallecimiento, salvo en algunas secuencias oníricas) quedando su memoria inerte de dichos recuerdos, que vuelven a la luz cuando alguien la toca. Primero será el tipo que intentará forzarla, pero luego la situación se hará cada vez más complicada, en especial para la única persona que confía en ella, un psiquiatra imbuído de buenas intenciones y que cree firmemente en el poder de l psicoanálisis para salvarla. La interpretación de Eric Porter es a todas luces magnífica, así como de la debutante Angharad Rees, en especial en el tramo final, cuando el terapeuta descubre que curar a aquella mujer es una quimera, dada su naturaleza malvada.
Pese a que nunca fue un director muy dado a sutilidades, tomando siempre el camino de la funcionalidad en la puesta en escena, Sasdy, en este caso, logra superar su habitual grisura para dotar a la cinta de un punto de sordidez visual muy de agradecer, sin recargar las tintas pero obteniendo una atmósfera francamente muy lograda. Puede que el final, en exceso apresurado, acabe por deficultar las cosas para una cinta que sin lugar a dudas hubiera necesitado algo más de metraje para que todas las piezas concordaran con total y absoluta perfección. Pese a ello, Sasdy se las ingenia para no arruinar del todo la función, dando lo mejor de sí en los momentos clave, cuando la terrible verdad se abre ante los protagonistas. Es ahí donde radica lo mejor de esta cinta que, sin ser eso que podríamos definir como una obra maestra, sí es un pequeño clásico dentro del género de terror de los setenta.
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