sábado, 24 de mayo de 2014

PLAN DE ESCAPE

El éxito de un título como "Los mercenarios" (2010) permitió en gran medida la recuperación profesional de Sylvester Stallone, además de reivindicar a toda una serie de intérpretes que hicieron grande el género de acción entre los años ochenta y noventa, coincidiendo con el auge del formato magnetoscópico, un espacio donde hallaron su acomodo natural, aunque en las salas de cine (no las multisalas, ojo, que entonces ni existían) también funcionaban la mar de bien.
Tras un "Los mercenarios 2" (2012), que Stallone dejó en manos del británico Simon West, obteniendo un nuevo éxito de taquilla pero perdiendo cierto grado de naturalidad y sentido de la ironía, para abrazar la comedia más autorreferencial y algo chocarrera, el antaño mítico Rocky Balboa se dispuso a protagonizar dos cintas en ingún caso desdeñables, pero que a nivel comercial han funcionado mal, dejando claro que el público acepta la reivindicación, la recuperación de los héroes ochenteros (y alguno noventero) pero que si van por su cuenta, pues como que no es lo mismo y pasan del asunto, aún cuando, como ya he dicho, ni "Una bala en la cabeza" (2012) no este "Plan de escape" (2013) sean malas películas.
"Plan de escape" (2013), dirigida por el sueco Mikael Hafström, es una cinta clásica de fugas carcelarias, pero con un punto de alta tecnología para que la cosa no resulte tan "clásica" a ojos del público de hoy, Pero el hecho es que estamos ante una película de fugas carcelarias de las de toda la vida, con Stallone haciendo de preso inocente metido en una situación que le supera, apoyado por otro preso en similar situación pero más consciente de lo que le rodea (un Schrwarzenegger francamente muy solvente en su faceta interpretativa, aunque de vez en cuando deba hacer sus habituales muecas y gestos de cara a la parroquia), enfrentados ambos a un alcaide especialmente hijoputa, encarnado por un James Caviezel que se recrea con inusitado brío en su personaje de villano de la función. A ellos hay que sumar actores de la solvencia de Sam Neill o Vincent D'Onofrio, que otorgan empaque a una película hecha con estilo y profesionalidad, aunque es evidente que su guión es un dechado de tópicos y lugares comunes que Hafstróm filma con sobriedad, aunque en ocasiones uno acabe por pillar según que cosas a la legua, evidenciando que las costuras del guión son muy, pero que muy, visibles. 

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