Era el año 1972 cuando la Marvel Comics lanzaba al mercado el primer número de "La tumba de Drácula", colección que narraba las precipecias de un Rey de los Vampiros revivido y acechando entre las sombras, enfrentándose contra los descendientes directos de aquellos que acabaron con su vida en la novela de Bram Stoker. En primera instancia, la serie tuvo problemas a la hora de tener un guionista fijo, contando para ello con profesionales bregados, como Gerry Conway o Gardner Fox, pero no fue hasta la llegada de Marv Wolfman, en el número 7, que la colección encontraría a un escriba que impulsaría definitivamente el título, dibujado desde los inicios por un veterano de las viñetas, Gene Colan, quien se consagró como un auténtico clásico del Noveno Arte con esta serie, tras años batiéndose el cobre en la editorial dirigida por Stan Lee. Tanto es así que, cuando llegado a la setentena de números, Colan informó de su intención de dejarla, Wolfman determinó que lo mejor era cerrar el título, por cuanto no se veía trabajando con otro dibujante. Poco más tarde, y ya para la competencia, la DC Comics, la pareja volvería a reunirse con "The night squad", pero en este caso las ventas no acompañaron y la serie cerró a los pocos números.
Fue en el número 10 de "La tumba de Drácula" que debutaba Blade, un cazador de vampiros afroamericano; el personaje, en principio un secundario sin mayor relieve, fue ganando el suficiente caché entre los fans de la serie como para propiciar que fuese ganando cierto grado de importancia, aunque nunca llegó a contar con serie propia como tal. Hijo de una mortal y de un vampiro, Blade es un hombre atormentado, pero curtido en mil y una batallas, que odia a muerte a los vampiros, a quienes mata sin compasión.
Ya a mediados de los ochenta empezó a hablarse de la idea de una adaptación al cine del personaje, encarnado por Richard Roundtree, popular por su encarnación del duro y chulesco detective Shaft en el cine y la televisión. El proyecto, modesto en cuanto a presupuesto e intenciones, nunca llegó a pasar la fase de negro sobre blanco como consecuencia de la quiebra del estudio que planeaba producir la cinta, New World Pictures. No fue hasta finales de los noventa que la Marvel, que ya empezaba a ponerse seria a la hora de hacer películas sobre sus personajes, cedió los derechos a la New Line, quien se puso manos a la obra para hacer que Blade saltara de las viñetas a la pantalla de cine.
El gran acierto fue contar por un en aquel entonces pletórico de popularidad Wesley Snipes. Actor versátil, que tanto podía meterse en el cine de Abel Ferrara como en una "action movie" al uso junto a Sylvester Stallone, Snipes vivía en esos momentos una situación profesional harto envidiable, convertido en un héroe de acción que podía competir en igualdad de condiciones que el ya citado Stallone o Bruce Willis, aunque luego caería de bruces en el subproducto directo a DVD de la peor catadura. El actor vio claro que aquel papel era muy jugoso para su proyección comercial, por lo que además de implicarse como actor, invirtió dinero de su propio bolsillo, mediante su productora Amen Ra Films.
El guión quedó en manos de David S. Goyer, un escritor que se había iniciado mediante trabajos de muy diversa intención y categoría, pero que destacaba por su buen hacer para con el género de acción, además de ser un fan de los comics, como luego demostraría al ser el responsable de la trilogía de Batman filmada por Christopher Nolan, con las que logró hacernos olvidar los atropellos cometidos por Joel Schumacher en los noventa con el Hombre Murciélago.
Para lo del director la cosa fue más complicada; tras diversas entrevistas y opciones, el productor Peter Frankfurt confió en el británico Stepehn Norrington. Fogueado en el campo de los efectos especiales y el videoclip, Norrington despertó cierto entusiasmo con su filme de debut, "Death machine" (1996). El éxito comercial de "Blade" hacía presagiarle un futuro prometedor, pero "La liga de los hombres extraordinarios" (2000) supuso un muy serio traspiés, del que nunca llegó a recuperarse. Las presiones de los productores, del estudio, sus contínuas peleas con el protagonista, Sean Connery, fueron lo bastante fuertes como para propiciar que Norrington terminara por retirarse del noble oficio de la dirección, algunos dirán que afortunadamente, pero no creo que fuera para tanto...
"Blade" (1998), sin ser lo que se dice una película redonda, acaba por resultar una cinta de acción y terror francamente disfrutable si uno no le pide demasiadas peras al olmo. Cierto es que los toques videocliperos de Norrington son especialmente molestos, ejemplo de una estética que causaría estragos a partir de entonces en la mayor parte del cine de gran aparato presupuestario surgido de Hollywood, pero sentó las bases para una franquicia que, con su segunda entrega, y en manos de Guillermo del Toro, dejaría como resultado una secuela de ésas que sin duda son muy superiores al original. Pero de eso ya hablaremos en la próxima entrega de este "Dossier Blade"...
Fue en el número 10 de "La tumba de Drácula" que debutaba Blade, un cazador de vampiros afroamericano; el personaje, en principio un secundario sin mayor relieve, fue ganando el suficiente caché entre los fans de la serie como para propiciar que fuese ganando cierto grado de importancia, aunque nunca llegó a contar con serie propia como tal. Hijo de una mortal y de un vampiro, Blade es un hombre atormentado, pero curtido en mil y una batallas, que odia a muerte a los vampiros, a quienes mata sin compasión.
Ya a mediados de los ochenta empezó a hablarse de la idea de una adaptación al cine del personaje, encarnado por Richard Roundtree, popular por su encarnación del duro y chulesco detective Shaft en el cine y la televisión. El proyecto, modesto en cuanto a presupuesto e intenciones, nunca llegó a pasar la fase de negro sobre blanco como consecuencia de la quiebra del estudio que planeaba producir la cinta, New World Pictures. No fue hasta finales de los noventa que la Marvel, que ya empezaba a ponerse seria a la hora de hacer películas sobre sus personajes, cedió los derechos a la New Line, quien se puso manos a la obra para hacer que Blade saltara de las viñetas a la pantalla de cine.
El gran acierto fue contar por un en aquel entonces pletórico de popularidad Wesley Snipes. Actor versátil, que tanto podía meterse en el cine de Abel Ferrara como en una "action movie" al uso junto a Sylvester Stallone, Snipes vivía en esos momentos una situación profesional harto envidiable, convertido en un héroe de acción que podía competir en igualdad de condiciones que el ya citado Stallone o Bruce Willis, aunque luego caería de bruces en el subproducto directo a DVD de la peor catadura. El actor vio claro que aquel papel era muy jugoso para su proyección comercial, por lo que además de implicarse como actor, invirtió dinero de su propio bolsillo, mediante su productora Amen Ra Films.
El guión quedó en manos de David S. Goyer, un escritor que se había iniciado mediante trabajos de muy diversa intención y categoría, pero que destacaba por su buen hacer para con el género de acción, además de ser un fan de los comics, como luego demostraría al ser el responsable de la trilogía de Batman filmada por Christopher Nolan, con las que logró hacernos olvidar los atropellos cometidos por Joel Schumacher en los noventa con el Hombre Murciélago.
Para lo del director la cosa fue más complicada; tras diversas entrevistas y opciones, el productor Peter Frankfurt confió en el británico Stepehn Norrington. Fogueado en el campo de los efectos especiales y el videoclip, Norrington despertó cierto entusiasmo con su filme de debut, "Death machine" (1996). El éxito comercial de "Blade" hacía presagiarle un futuro prometedor, pero "La liga de los hombres extraordinarios" (2000) supuso un muy serio traspiés, del que nunca llegó a recuperarse. Las presiones de los productores, del estudio, sus contínuas peleas con el protagonista, Sean Connery, fueron lo bastante fuertes como para propiciar que Norrington terminara por retirarse del noble oficio de la dirección, algunos dirán que afortunadamente, pero no creo que fuera para tanto...
"Blade" (1998), sin ser lo que se dice una película redonda, acaba por resultar una cinta de acción y terror francamente disfrutable si uno no le pide demasiadas peras al olmo. Cierto es que los toques videocliperos de Norrington son especialmente molestos, ejemplo de una estética que causaría estragos a partir de entonces en la mayor parte del cine de gran aparato presupuestario surgido de Hollywood, pero sentó las bases para una franquicia que, con su segunda entrega, y en manos de Guillermo del Toro, dejaría como resultado una secuela de ésas que sin duda son muy superiores al original. Pero de eso ya hablaremos en la próxima entrega de este "Dossier Blade"...
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