lunes, 23 de junio de 2014

LA TUMBA DE LOS MUERTOS VIVIENTES

En 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, un regimiento del ejército alemán transporta un importante cargamento de oro por el Sáhara. Cansados, deciden para en un oasis, siendo sorprendidos por tropas británicas, que los aniquilan, aunque desconocedores de lo que llevan, abandonan la zona raudos y veloces. Muchos años después, un antiguo alto mando militar alemán (Eduardo Fajardo) acompañado de su amante (Lina Romay) logran las coordenadas donde se localiza el oasis en cuestión, con el objetivo de encontrar el oro. Mientras, un grupo de jóvenes inician lo que parece un traqnuilo viaje por el desierto sahariano; ambas partes no saben que van a encontrarse en el oasis. Y lo que tampoco saben es que los cadáveres de los soldados alemanes muertos en aquella escaramuza están sedientos de venganza...
Prototípica cinta del siempre inimitable Jesús Franco, realizada en un momento en el que estaba a un paso de iniciar sus incursiones dentro del cine erótico y pornográfico, aunque lo del erotismo nunca llegó a dejarlo del todo. Inicialmente, "La tumba de los muertos vivientes" (1982) debiera haber sido una cinta de aventuras de cáriz juvenil, pero el hecho de que el éxito de "Zombi" (1978/George A. Romero) aún coleara en las plateas de los cines de programa doble, donde el cine de género europeo aún campeaba a sus anchas hizo que los coproductores franceses exigieran un cambio en los planteamientos argumentales de la película.
Esta circunstancia no fue muy del agrado de Franco, quien nunca demostró simpatía por los muertos vivientes, despreciando su potencial como criaturas dentro del cine de terror. Él era más de vampiros, en especial vampiras, y los zombies le daban bastante igual, por decirlo de manera fina.
Este hecho se hace evidente por cuanto las apariciones de éstos parecen metidas con calzador en un desarrollo de historia deaventuras en el desierto que, sinceramente, tampoco termina de ser todo lo convincente que cabría esperar. Pero estamos hablando de un director personal, heterodoxo, poco dado a aceptar las normas al uso. Así pues los muertos vivientes aparecen en el prólogo (donde dos muchachas de muy buen ver y con acento andaluz, son asesinadas por los soldados alemanes vueltos a la vida) y en el previsible tramo final, en el cual el antiguo oficial alemán, interpretado con notoria convicción por Eduardo Fajardo, y su amante, la siempre a mano Lina Romay, compañera y musa de Franco, reciben su merecido de manos de los zombies, entre los cuales se coló el propio Jesús Franco, que no podía ver a los zombies en el cine pero cuando se trataba de hacer un cameo en una de sus películas no desperdiciaba la ocasión de hacerlo, aunque fuera con un cutre maquillaje de saldo.
Además de los citados, en "La tumba de los muertos vivientes" participa también otro fiel de la filmografía franquiana, Antonio Mayans, además de Manuel Gelin, hijo de un galán del cine francés de los años cincuenta, Daniel Gelin, quien con esta película intentó iniciar una destacada carrera como intérprete, aunque no creo que esta película ayudara mucho a su lanzamiento profesional, que tampoco pasó de discreto, estuviera Franco implicado o no. 

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