Dos universitarias que realizan una tesis sobre magia negra y supersticiones varias creen haber hallado la
tumba de la pérfida condesa Wandesa Dárvula de Nadasdy (caray con el nombrecico), tristemente famosa por cargarse a jovenzuelas para beber su sangre. Que era una vampira, vamos. Profanar la tumba les va a costar caro de narices, ya que el espíritu de la fallecida posee el cuerpo de una de las estudiantes. Suerte que está por ahí el bueno (y amargado de la vida) de Waldemar Daninsky, que luchará con todas sus fuerzas para deshacer la maldición y salvar la vida de una de las muchachas, aunque con ello deba sacrificar su propia vida.
"La noche de Walpurgis" fue todo un fenómeno de taquilla en la España de primeros de los setenta, y sirvió para consagrar de forma definitiva a su protagonista, el madrileño Jacinto Molina, en arte Paul Naschy, quien además también ejercía funciones de guionista y, poco más tarde, saltaría a la dirección, con resultados no tan despreciables como cabría temerse.
En este caso el director es el ruso-argentino León Klimovsky, un realizador que al igual que ocurría con Jose Luis Merino, estaba muy acostumbrado a ir cambiando de género con notoria facilidad. Nacido en Rusia, el estallido de la Revolución provocó que su familia emigrara a tierras argentinas, donde Klimovsky destacó por su interés por el cine y el jazz. Fue uno de los fundadores de la filmoteca de Buenos Aires, y tras realizar algunos primeros trabajos en aquel país, recala en España a mediados de los cincuenta. Rodó de todo y con suma profesionalidad, aunque lo suyo no era hacer cine de autor, sino más bien estar al servicio del productor, lo que le granjeó ciertas antipatías. Cumplidor y funcional, Klimovsky legó algunas buenas piezas dentro del género de terror. Sus buenas migas con Paul Naschy facilitaron que la "pareja de hecho" repitiera en diversas ocasiones, con resultados no tan redondos.
Por último indicar que la copia, tanto en VHS como en DVD incluye las escenas de "destape" que se utilizaron para el montaje estrenado fuera de las fronteras de la España franquista. No es que sea muy fuertes, pero están montadas en paralelo, con lo cual puede verse los niveles de estupidez de cierta clase de censores y supuestos defensores de la moralidad...
miércoles, 15 de mayo de 2013
lunes, 13 de mayo de 2013
SINISTER
La actualidad manda, así que por un día dejamos de lado el (buen) cine de terror de los setenta para hacer reseña de una producción estadounidense, recién salida en DVD. Se trata de "Sinister", y debo decir que ha sido toda una sorpresa, positiva.
El filme relata la historia de Ellison, un escritor que se dedica a relatar casos reales de asesinato; sus libros se han venido vendiendo como churros, pero indudablemente sus días de gloria son cosa del pasado. Quiere volver a saborear las mieles del éxito, así que no le hace ascos a comprar la casa donde sucedieron unos atroces asesinatos: el de una familia al completo, aunque el cuerpo de la hija pequeña jamás fue encontrado. Ellison va haciendo sus investigaciones, concisas y bien documentadas, pero la cosa toma un giro inesperado cuando en el desván encuentra una caja con un proyector y películas caseras en 8 mm. En dichas cintas se encuentran imágenes, no ya del crimen que investiga, sino de otros asesinatos de los que no tenía información alguna. Viendo que está ante un asesino en serie de nuevo cuño, que sigue unos parámetros de actuación similares (mata familias enteras, pero deja a uno de los hijos con vida, o eso es lo que parece, pues no hay indicios de que los asesine) el escritor irá descubriendo cosas cada vez más espeluznantes, pero lejos de amilanarse, pondrá en riesgo todo lo que quiere, incluyendo a su propia esposa e hijos, con tal de saber toda la verdad. Y cuando la descubre...
"Sinister" no es una película perfecta, pero posee ciertos aspectos que hacen de ella una obra francamente muy disfrutable, al menos si eres aficionado al género hecho con inteligencia y no a base de sangre e higadillos. El filme posee una atmósfera que sabe atrapar al espectador con sobriedad y estilo. Su mejor baza reside en el naturalismo de su puesta en escena, en el realismo que imprime a las escenas familiares de Ellison, muy bien interpretado por Ethan Hawke.
Scott Derrickson es un realizador que ya había demostrado buenas credenciales para el cine de terror merced a su "El exorcismo de Emily Rose" (2005), donde también se servía del realismo para dotar de escalofriante verosimilitud la tremenda historia sobre la desdichada Emily. Cierto es que luego pecó de soberbia y se atrevió a hacer una nueva versión de "Ultimatum a la Tierra" (1951) de Robert Wise, pero tampoco es que le quedara tan mal. Además salía Jennifer Connelly, qué puñetas.
Así pues, ya lo saben, si quieren ver una muy buena película de terror no duden que "Sinister" es una propuesta francamente sugestiva y malrrollesca.
El filme relata la historia de Ellison, un escritor que se dedica a relatar casos reales de asesinato; sus libros se han venido vendiendo como churros, pero indudablemente sus días de gloria son cosa del pasado. Quiere volver a saborear las mieles del éxito, así que no le hace ascos a comprar la casa donde sucedieron unos atroces asesinatos: el de una familia al completo, aunque el cuerpo de la hija pequeña jamás fue encontrado. Ellison va haciendo sus investigaciones, concisas y bien documentadas, pero la cosa toma un giro inesperado cuando en el desván encuentra una caja con un proyector y películas caseras en 8 mm. En dichas cintas se encuentran imágenes, no ya del crimen que investiga, sino de otros asesinatos de los que no tenía información alguna. Viendo que está ante un asesino en serie de nuevo cuño, que sigue unos parámetros de actuación similares (mata familias enteras, pero deja a uno de los hijos con vida, o eso es lo que parece, pues no hay indicios de que los asesine) el escritor irá descubriendo cosas cada vez más espeluznantes, pero lejos de amilanarse, pondrá en riesgo todo lo que quiere, incluyendo a su propia esposa e hijos, con tal de saber toda la verdad. Y cuando la descubre...
"Sinister" no es una película perfecta, pero posee ciertos aspectos que hacen de ella una obra francamente muy disfrutable, al menos si eres aficionado al género hecho con inteligencia y no a base de sangre e higadillos. El filme posee una atmósfera que sabe atrapar al espectador con sobriedad y estilo. Su mejor baza reside en el naturalismo de su puesta en escena, en el realismo que imprime a las escenas familiares de Ellison, muy bien interpretado por Ethan Hawke.
Scott Derrickson es un realizador que ya había demostrado buenas credenciales para el cine de terror merced a su "El exorcismo de Emily Rose" (2005), donde también se servía del realismo para dotar de escalofriante verosimilitud la tremenda historia sobre la desdichada Emily. Cierto es que luego pecó de soberbia y se atrevió a hacer una nueva versión de "Ultimatum a la Tierra" (1951) de Robert Wise, pero tampoco es que le quedara tan mal. Además salía Jennifer Connelly, qué puñetas.
Así pues, ya lo saben, si quieren ver una muy buena película de terror no duden que "Sinister" es una propuesta francamente sugestiva y malrrollesca.
viernes, 10 de mayo de 2013
LA ORGÍA DE LOS MUERTOS
"La orgía de los muertos" supone el tercer y ultimo filme de terror filmado por Jose Luis Merino tras "Las cinco advertencias de Satanás" (1969) e "Ivanna" (1971), y pese a ser un tanto inferior a ésta última, cuenta con mayor número de partidarios y de fans acérrimos.
El principal problema de un filme como éste es que Merino no acabó de pillarle el tono deseado. Por momentos pretende ser una cosa seria, para luego derivar en escenas cómicas cuyo principal referente es, sin lugar a dudas, "El baile de los vampiros" (1967), la obra maestra de Roman Polansky. Merino no es Polansky ni por asomo, ni falta que le hace, y en su fuero interno, de artesano del cine, lo que buscaba era algo distendido, que entretuviera al personal. Y eso lo consigue sin mayores dificultades.
La película relata los avatares de Serge, sobrino del conde Mihajly, a quien decide hacerle una visita; al poco de llegar recibe un par de sustos: por un lado halla a una desdichada colgando de un árbol y, por otro, su tío ha estirado la pata, dejándolo como heredero único de su basta fortuna, aunque con ciertos condicionantes. Tamaña noticia no termina de gustar en demasiado a la viuda, segunda esposa del fallecido, una pelandrusca que no está dispuesta a quedarse fuera de juego y sin hacerse con el dinero que considera que le corresponde. Serge, aparte de conocer a su "tía", también traba conocimiento de la existencia de un científico, Leonidas, quien era apadrinado, a nivel financiero por el finado. Temeroso de poder perder su principal sponsor, Leonidas convence a Serge para que sea testigo de cómo marchan sus descubrimientos sobre la resucitación de tejidos muertos. Aparentemente lo hace con ranas, pero realmente, y teniendo en cuenta que el laboratorio tiene un túnel que lleva directamente al cementerio local, digamos que la materia prima es otra muy diferente...
A partir de este punto, las cosas se irán liando cada vez más; aparte de Leonidas, está su sobrina, una joven algo pavisosa, que Serge sitúa en su punto de mira, más que nada porque su "tía" tiene muy malas intenciones. Por otro lado tampoco podemos olvidarnos del mayordomo, un sujeto que buscará la forma de deshacerse del recién llegado porque eso puede afectar a sus pretensiones de pillar cacho con la viuda, a la que ya tenía medio camelada incluso antes de que ésta enviudara. Y como no podían faltar más personajes, aparece el bruto de Igor, un criado algo corto de luces y que practica la necrofilia.
El filme reúne a un par de intérpretes muy afines al cine de Merino, como son Stan Cooper y Charles Quiney, el segundo de ellos casi un abonado, así como diversos rostros muy vinculados al cine de género practicado en España por aquel entonces. Así tenemos al alemán Gerard Tichy como Leonidas y a la rusa afincada en tierras españolas Dianik Zarakowska, y como estamos ante una coproducción con Italia, se contrató a María Pia Conte, otra actriz de cierto empaque en productos como éste. Pero quien se lleva la parte del león es el madrileño Jacinto Molina, en arte Paul Naschy. Su interpretación de Igor resulta de lo más convincente y divertida, dentro de lo que cabe. Todo ello, sumado a la solvente dirección de Merino hacen de ésta, una película de lo más disfrutable. Como curiosidad indicar que se rodó en esdenarios naturales de la Vall d'Aran.
El principal problema de un filme como éste es que Merino no acabó de pillarle el tono deseado. Por momentos pretende ser una cosa seria, para luego derivar en escenas cómicas cuyo principal referente es, sin lugar a dudas, "El baile de los vampiros" (1967), la obra maestra de Roman Polansky. Merino no es Polansky ni por asomo, ni falta que le hace, y en su fuero interno, de artesano del cine, lo que buscaba era algo distendido, que entretuviera al personal. Y eso lo consigue sin mayores dificultades.
La película relata los avatares de Serge, sobrino del conde Mihajly, a quien decide hacerle una visita; al poco de llegar recibe un par de sustos: por un lado halla a una desdichada colgando de un árbol y, por otro, su tío ha estirado la pata, dejándolo como heredero único de su basta fortuna, aunque con ciertos condicionantes. Tamaña noticia no termina de gustar en demasiado a la viuda, segunda esposa del fallecido, una pelandrusca que no está dispuesta a quedarse fuera de juego y sin hacerse con el dinero que considera que le corresponde. Serge, aparte de conocer a su "tía", también traba conocimiento de la existencia de un científico, Leonidas, quien era apadrinado, a nivel financiero por el finado. Temeroso de poder perder su principal sponsor, Leonidas convence a Serge para que sea testigo de cómo marchan sus descubrimientos sobre la resucitación de tejidos muertos. Aparentemente lo hace con ranas, pero realmente, y teniendo en cuenta que el laboratorio tiene un túnel que lleva directamente al cementerio local, digamos que la materia prima es otra muy diferente...
A partir de este punto, las cosas se irán liando cada vez más; aparte de Leonidas, está su sobrina, una joven algo pavisosa, que Serge sitúa en su punto de mira, más que nada porque su "tía" tiene muy malas intenciones. Por otro lado tampoco podemos olvidarnos del mayordomo, un sujeto que buscará la forma de deshacerse del recién llegado porque eso puede afectar a sus pretensiones de pillar cacho con la viuda, a la que ya tenía medio camelada incluso antes de que ésta enviudara. Y como no podían faltar más personajes, aparece el bruto de Igor, un criado algo corto de luces y que practica la necrofilia.
El filme reúne a un par de intérpretes muy afines al cine de Merino, como son Stan Cooper y Charles Quiney, el segundo de ellos casi un abonado, así como diversos rostros muy vinculados al cine de género practicado en España por aquel entonces. Así tenemos al alemán Gerard Tichy como Leonidas y a la rusa afincada en tierras españolas Dianik Zarakowska, y como estamos ante una coproducción con Italia, se contrató a María Pia Conte, otra actriz de cierto empaque en productos como éste. Pero quien se lleva la parte del león es el madrileño Jacinto Molina, en arte Paul Naschy. Su interpretación de Igor resulta de lo más convincente y divertida, dentro de lo que cabe. Todo ello, sumado a la solvente dirección de Merino hacen de ésta, una película de lo más disfrutable. Como curiosidad indicar que se rodó en esdenarios naturales de la Vall d'Aran.
jueves, 9 de mayo de 2013
IVANNA
Jose Luis Merino es uno de esos directores españoles que tanto servia para un barrido como para un fregado. Tanto podía rodar una comedia al uso y costumbre del cine español de la época, caso de "Aquellos tiempos del cuplé" (1958), como podía hilvanar una serie de filmes de aventuras de el Zorro, que rodaba usualmente en tierras murcianas: "La última aventura del Zorro"(1970) o "El zorro de Monterrey" (1971), sin hacerle ascos al cine de piratas, representando por "La rebelión de los bucaneros". El cine de terror no fue ajeno a sus intereses, aunque lo tocó pocas veces, en concreto tres. En 1969 realiza "Las cinco advertencias de Satanás", al parecer una nueva versión de una película muy popular en los años cuarenta, pero son "Ivanna" (1971) y muy especialmente "La orgía de los muertos" (1973) las dos obras que le han permitido hacerse un huequecito, pequeño pero resultón, dentro de la pequeña historia del género en España.
Rodada en régimen de coproducción con Italia, "Ivanna" demuestra que, cuando había medios e interes, en este país puede hacerse buen cine de terror. Si bien es cierto que Merino tenía un ojo puesto en la estética del cine de terror italiano (no en vano colaboró muy estrechamente con profesionales de dicho país durante el rodaje, y eso se nota mucho) también supo imprimir un buen ritmo a las escenas más terroríficas, apoyado en una muy interesante labor de iluminación de Immanuele di Cola (sí, un italiano).
Ambientada en un lugar indeterminado de los Cárpatos, a mediados del siglo XIX, "Ivanna" relata la historia de una joven médico que es contratada por un noble que, en sus ratos libres, practica ciertas actividades científicas. Un error a la hora de escribir el telegrama (el noble creía que se trataba de un hombre llamado Ivan) hace que éste la mire con cierto recelo al principio. Unas suspicacias que pronto se convierten en una pasión de proporciones irrefrenables. El problema consiste en que el noble tiene un hermano, que quedó quemado de cuerpo y rostro, por culpa de un experimento suyo. El hermano, que antes del accidente tampoco es que tuviera la azotea muy bien saneada, también se muestra encantado con la doctora, una situación que irá tomando cada vez mayores resabios de tragedia griega...
Tal y como he dicho antes, "Ivanna" suele apreciarse por el hecho de ser una película española que supo adaptarse muy mucho a los estilemas del cine de terror italiano del periodo, primeros de los setenta. Lejos de la chabacanería de ciertos filmes españoles de aquellos tiempos, estamos ante una cinta visualmente muy atractiva, elegante. Cierto es que, como veremos, en su tercera, y última, aproximación al cine de terror, "La orgía de los muertos", el director madrileño se perdió un tanto, más que nada porque no tenía muy claro qué tono darle, pero eso ya lo expondré en la próxima reseña con más detenimiento.
Rodada en régimen de coproducción con Italia, "Ivanna" demuestra que, cuando había medios e interes, en este país puede hacerse buen cine de terror. Si bien es cierto que Merino tenía un ojo puesto en la estética del cine de terror italiano (no en vano colaboró muy estrechamente con profesionales de dicho país durante el rodaje, y eso se nota mucho) también supo imprimir un buen ritmo a las escenas más terroríficas, apoyado en una muy interesante labor de iluminación de Immanuele di Cola (sí, un italiano).
Ambientada en un lugar indeterminado de los Cárpatos, a mediados del siglo XIX, "Ivanna" relata la historia de una joven médico que es contratada por un noble que, en sus ratos libres, practica ciertas actividades científicas. Un error a la hora de escribir el telegrama (el noble creía que se trataba de un hombre llamado Ivan) hace que éste la mire con cierto recelo al principio. Unas suspicacias que pronto se convierten en una pasión de proporciones irrefrenables. El problema consiste en que el noble tiene un hermano, que quedó quemado de cuerpo y rostro, por culpa de un experimento suyo. El hermano, que antes del accidente tampoco es que tuviera la azotea muy bien saneada, también se muestra encantado con la doctora, una situación que irá tomando cada vez mayores resabios de tragedia griega...
Tal y como he dicho antes, "Ivanna" suele apreciarse por el hecho de ser una película española que supo adaptarse muy mucho a los estilemas del cine de terror italiano del periodo, primeros de los setenta. Lejos de la chabacanería de ciertos filmes españoles de aquellos tiempos, estamos ante una cinta visualmente muy atractiva, elegante. Cierto es que, como veremos, en su tercera, y última, aproximación al cine de terror, "La orgía de los muertos", el director madrileño se perdió un tanto, más que nada porque no tenía muy claro qué tono darle, pero eso ya lo expondré en la próxima reseña con más detenimiento.
ALICIA DULCE ALICIA
"Alicia dulce Alicia" (1977) es una de esas pequeñas gemas que de vez en cuando uno descubre sin apenas saber nada de ella. Los únicos datos que tenía era que su director, Alfred Sole, no salió jamas de los meandros más profundos de la serie B más mamporrera, siendo ésta su obra mejor acabada y con mayor grado de consideración crítica, aunque en el momento de su estreno pasó prácticamente desapercibida, a lo que hay que sumar que padeció, durante su distribución en cines, como en su posterior pase por TV y vídeo, un baile de títulos, tanto en su país de origen, Estados Unidos (donde se la conoce como "Alice sweet Alice", "Communion" o "Holy terror"), como en España, donde se estrenó como "El rostro de la muerte", para luego ser rebautizada con su actual denominación.
El argumento se centra en dos hermanas, una buena a más no poder (una jovencísima Brooke Shields de apenas doce años), y otra que tiene que cargar con el sambenito de ser la "mala" o la "rebelde", no ya por su madre, sino por la mayor parte de vecinos y miembros de la comunidad en la que viven. La madre, recién separada, las está pasando canutas para llegar a fin de mes, así que cuenta con el apoyo de una hermana, así
como de un sacerdote, párroco del barrio, un hombre joven que siempre ha mostrado cierta propensión hacia la mujer, ademas de preocuparse de la educación de las hijas. La situación se tornará trágica cuando, celebrando la primera comunión de las dos niñas, la hermana buena sea brutalmente asesinada, recayendo las sospechas en su hermana. Este hecho provocará el retorno del padre, pero también supondrá el inicio de un auténtico calvario para la familia, pues la realidad es que los crímenes y el terror no han hecho más que comenzar...
La película posee una estética muy realista, ofreciendo un retrato nada complaciente de la América más cerril y conservadora. Ciertos elementos de la comunidad sospechan de la madre por el simple hecho de estar divorciada y, aparentemente, rondar demasiado alrededor del joven párroco, creando toda clase de chismes y bulos sin fundamento. La pareja iniciará un tímido proceso de reconciliación, pero la mano ejecutora de los asesinatos acometerá un último acto de maldad que marcará el futuro de la familia para siempre, y no para bien. Otro aspecto curioso de la cinta es su evidente antirreligiosidad; la imagen que da de la iglesia católica no es para nada complaciente, pues llegado el momento de la verdad, el sacerdote solo sabe decir palabras vacuas y sin contenido, mostrando su más absoluta incapacidad para luchar contra las circunstancias. En cierta medida, lo que propone "Alicia dulce Alicia" es que la maldad no es algo inherente al ser humano, sino que son las circunstancias las que hacen que alguien cometa el Mal. Una película que, dentro de sus planteamientos industriales, a todas luces modestos, posee más empaque que otros que pecan de ser profundos y serios, resultando vacíos e inocuos. Una pena que su director no tuviera la oportunidad de seguir haciendo películas de tanta calidad, quedándose enfangado en subproductos de muy escasa relevancia.
El argumento se centra en dos hermanas, una buena a más no poder (una jovencísima Brooke Shields de apenas doce años), y otra que tiene que cargar con el sambenito de ser la "mala" o la "rebelde", no ya por su madre, sino por la mayor parte de vecinos y miembros de la comunidad en la que viven. La madre, recién separada, las está pasando canutas para llegar a fin de mes, así que cuenta con el apoyo de una hermana, así
como de un sacerdote, párroco del barrio, un hombre joven que siempre ha mostrado cierta propensión hacia la mujer, ademas de preocuparse de la educación de las hijas. La situación se tornará trágica cuando, celebrando la primera comunión de las dos niñas, la hermana buena sea brutalmente asesinada, recayendo las sospechas en su hermana. Este hecho provocará el retorno del padre, pero también supondrá el inicio de un auténtico calvario para la familia, pues la realidad es que los crímenes y el terror no han hecho más que comenzar...
La película posee una estética muy realista, ofreciendo un retrato nada complaciente de la América más cerril y conservadora. Ciertos elementos de la comunidad sospechan de la madre por el simple hecho de estar divorciada y, aparentemente, rondar demasiado alrededor del joven párroco, creando toda clase de chismes y bulos sin fundamento. La pareja iniciará un tímido proceso de reconciliación, pero la mano ejecutora de los asesinatos acometerá un último acto de maldad que marcará el futuro de la familia para siempre, y no para bien. Otro aspecto curioso de la cinta es su evidente antirreligiosidad; la imagen que da de la iglesia católica no es para nada complaciente, pues llegado el momento de la verdad, el sacerdote solo sabe decir palabras vacuas y sin contenido, mostrando su más absoluta incapacidad para luchar contra las circunstancias. En cierta medida, lo que propone "Alicia dulce Alicia" es que la maldad no es algo inherente al ser humano, sino que son las circunstancias las que hacen que alguien cometa el Mal. Una película que, dentro de sus planteamientos industriales, a todas luces modestos, posee más empaque que otros que pecan de ser profundos y serios, resultando vacíos e inocuos. Una pena que su director no tuviera la oportunidad de seguir haciendo películas de tanta calidad, quedándose enfangado en subproductos de muy escasa relevancia.
Carátula de la pobretona edición en DVD de la película. |
miércoles, 8 de mayo de 2013
CAMPAMENTO INFERNAL
En esta especie de miniciclo dedicado a las imitaciones y derivados de "Viernes 13" toca hablar ahora de una obra que remite sin pudor alguno a la seminal película de 1980, y lo hace de forma tan absolutamente descarada y vulgar, que hasta puede que pueda mover a la simpatía del aficionado más encallecido, el que tenga las retinas a prueba de bodrios.
Bajo el título de "Campamento infernal" se esconde la segunda parte de "Bloody murder", una muuuuuuy modesta variante de "Viernes 13" que tuvo el suficiente éxito en formato doméstico como para formalizar una secuela, filmada cinco años más tarde, cuando ya casi nadie se acordaba de su existencia, a no ser que uno fuera muy friki o le fuera eso de buscar rarezas en el videoclub de la esquina o, como fue mi caso, hallarla en una oferta de kiosco, que más o menos viene a ser una mezcla de las dos cosas antes mencionadas.La verdad es que la película tiene pocos elementos que la hagan remarcable; algunos asesinatos están bien resueltos, las dosis de gore son ajustadas, sale Tiffany Shepis, estimulante actriz del peor cine de terror...Pero la historia no hay por donde cogerla, como no sea con pinzas de cocina. A punto de terminar el verano, un grupito de jóvenes es contratado para limpiar y cerrar el campamento de Placid Pines, lugar en el que, cinco años antes, un cruel asesino en serie se cargó a un buen puñado de jovenzuelos algo salidos, tanto de madre como de lo otro. Una de las integrantes del grupo, la más pava y pija, resulta ser hermana de una de las víctimas de la matanza, y aún no ha superado la muerte del desdichado (¿Qué hace aquí?, eso es un misterio que a los guionistas no parece importarles demasiado, teniendo en cuenta que se pasa la mayor parte de la peli poniendo cara de angustiada de la muerte y dando largas parrafadas sobre cosas muy evidentes de la trama). El resto de la pandilla responde a los clichés: está el responsable, el negro simpático, la zorrona redomada, el imbécil y una muchacha que no responde a ninguna característica reconocida, pero que pone cara de susto con cierta solvencia, o sea, cuando debe ponerla.
El director es Rob Spera, cineasta bregado en productos directos a DVD, quien posteriormente ha venido desarrollando una solvente, las más de las veces, carrera como realizador de episodios televisivos, caso de "Mentes criminales". El hombre le pone bríos cuando es necesario, pero el guión es tan, pero tan rematadamente malo, que resulta imposible sacarle un jugo medianamente comestible.
Bajo el título de "Campamento infernal" se esconde la segunda parte de "Bloody murder", una muuuuuuy modesta variante de "Viernes 13" que tuvo el suficiente éxito en formato doméstico como para formalizar una secuela, filmada cinco años más tarde, cuando ya casi nadie se acordaba de su existencia, a no ser que uno fuera muy friki o le fuera eso de buscar rarezas en el videoclub de la esquina o, como fue mi caso, hallarla en una oferta de kiosco, que más o menos viene a ser una mezcla de las dos cosas antes mencionadas.La verdad es que la película tiene pocos elementos que la hagan remarcable; algunos asesinatos están bien resueltos, las dosis de gore son ajustadas, sale Tiffany Shepis, estimulante actriz del peor cine de terror...Pero la historia no hay por donde cogerla, como no sea con pinzas de cocina. A punto de terminar el verano, un grupito de jóvenes es contratado para limpiar y cerrar el campamento de Placid Pines, lugar en el que, cinco años antes, un cruel asesino en serie se cargó a un buen puñado de jovenzuelos algo salidos, tanto de madre como de lo otro. Una de las integrantes del grupo, la más pava y pija, resulta ser hermana de una de las víctimas de la matanza, y aún no ha superado la muerte del desdichado (¿Qué hace aquí?, eso es un misterio que a los guionistas no parece importarles demasiado, teniendo en cuenta que se pasa la mayor parte de la peli poniendo cara de angustiada de la muerte y dando largas parrafadas sobre cosas muy evidentes de la trama). El resto de la pandilla responde a los clichés: está el responsable, el negro simpático, la zorrona redomada, el imbécil y una muchacha que no responde a ninguna característica reconocida, pero que pone cara de susto con cierta solvencia, o sea, cuando debe ponerla.
El director es Rob Spera, cineasta bregado en productos directos a DVD, quien posteriormente ha venido desarrollando una solvente, las más de las veces, carrera como realizador de episodios televisivos, caso de "Mentes criminales". El hombre le pone bríos cuando es necesario, pero el guión es tan, pero tan rematadamente malo, que resulta imposible sacarle un jugo medianamente comestible.
miércoles, 1 de mayo de 2013
EL ASESINO DE ROSEMARY
El éxito de "Viernes 13" propició una monumental oleada, no ya de secuelas directas, que también, sino de películas que seguían el modelo iniciado por la primera de las aventuras matariles de Jason. Ninguna de ellas destacó por su originalidad argumental, porque la cosa iba de aprovechar el filón al máximo, pero alguna se ha hecho un rinconcito en el corazón del aficionado, aunque sólo sea por su descaro y falta de pretensiones, tanto argumentales como intelectuales.
Joseph Zito, quien posteriormente se haría cargo de la cuarta parte de las andanzas de Jason, "Viernes 13 IV" (1984), además de ese monumento al cine bélico más ñordo, "Red scorpion" (1989), fue el responsable de poner en imágenes un guión original de Glenn Leopold. Además de la consabida presencia de actores novatos, ninguno de los cuales pasó del estadio de promesa en ciernes, contó con los servicios de dos veteranos entonces en pleno declive: por un lado tenemos a Lawrence Tierney, un tipo duro del cine negro de serie B de los años cuarenta, que amuebló innumerables subproductos de cateta factura antes de ser rescatado por Tarantino para su "Reservoir dogs" (1992), y por el otro al inexpresivo Farley Granger, actor de desesperante incapacidad interpretativa, que tuvo la suerte de trabajar para directores como Alfred Hitchcock o Luchino Visconti, antes de compartir pantalla con los inenarrables Bud Spencer y Terence Hill en cosas tan entrañables como "Les seguían llamando Trinidad" (1972). Si esto no es decadencia, que baje Dios y los vea.
Dentro de sus posibilidades, "El asesino de Rosemary" no es una mala película, más que nada porque de imitaciones costrosas de "Viernes 13" hay las mil y una, y Zito tampoco pretende engañar al respetable, tanto es así que a los diez minutos no tardamos en tener el primer indicio de quien puede ser el asesino, Y DE LA FORMA MÁS EVIDENTE QUE UNO PUEDA IMAGINARSE.
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