En esta especie de miniciclo dedicado a las imitaciones y derivados de "Viernes 13" toca hablar ahora de una obra que remite sin pudor alguno a la seminal película de 1980, y lo hace de forma tan absolutamente descarada y vulgar, que hasta puede que pueda mover a la simpatía del aficionado más encallecido, el que tenga las retinas a prueba de bodrios.
Bajo el título de "Campamento infernal" se esconde la segunda parte de "Bloody murder", una muuuuuuy modesta variante de "Viernes 13" que tuvo el suficiente éxito en formato doméstico como para formalizar una secuela, filmada cinco años más tarde, cuando ya casi nadie se acordaba de su existencia, a no ser que uno fuera muy friki o le fuera eso de buscar rarezas en el videoclub de la esquina o, como fue mi caso, hallarla en una oferta de kiosco, que más o menos viene a ser una mezcla de las dos cosas antes mencionadas.La verdad es que la película tiene pocos elementos que la hagan remarcable; algunos asesinatos están bien resueltos, las dosis de gore son ajustadas, sale Tiffany Shepis, estimulante actriz del peor cine de terror...Pero la historia no hay por donde cogerla, como no sea con pinzas de cocina. A punto de terminar el verano, un grupito de jóvenes es contratado para limpiar y cerrar el campamento de Placid Pines, lugar en el que, cinco años antes, un cruel asesino en serie se cargó a un buen puñado de jovenzuelos algo salidos, tanto de madre como de lo otro. Una de las integrantes del grupo, la más pava y pija, resulta ser hermana de una de las víctimas de la matanza, y aún no ha superado la muerte del desdichado (¿Qué hace aquí?, eso es un misterio que a los guionistas no parece importarles demasiado, teniendo en cuenta que se pasa la mayor parte de la peli poniendo cara de angustiada de la muerte y dando largas parrafadas sobre cosas muy evidentes de la trama). El resto de la pandilla responde a los clichés: está el responsable, el negro simpático, la zorrona redomada, el imbécil y una muchacha que no responde a ninguna característica reconocida, pero que pone cara de susto con cierta solvencia, o sea, cuando debe ponerla.
El director es Rob Spera, cineasta bregado en productos directos a DVD, quien posteriormente ha venido desarrollando una solvente, las más de las veces, carrera como realizador de episodios televisivos, caso de "Mentes criminales". El hombre le pone bríos cuando es necesario, pero el guión es tan, pero tan rematadamente malo, que resulta imposible sacarle un jugo medianamente comestible.
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