El éxito de "Viernes 13" propició una monumental oleada, no ya de secuelas directas, que también, sino de películas que seguían el modelo iniciado por la primera de las aventuras matariles de Jason. Ninguna de ellas destacó por su originalidad argumental, porque la cosa iba de aprovechar el filón al máximo, pero alguna se ha hecho un rinconcito en el corazón del aficionado, aunque sólo sea por su descaro y falta de pretensiones, tanto argumentales como intelectuales.
Joseph Zito, quien posteriormente se haría cargo de la cuarta parte de las andanzas de Jason, "Viernes 13 IV" (1984), además de ese monumento al cine bélico más ñordo, "Red scorpion" (1989), fue el responsable de poner en imágenes un guión original de Glenn Leopold. Además de la consabida presencia de actores novatos, ninguno de los cuales pasó del estadio de promesa en ciernes, contó con los servicios de dos veteranos entonces en pleno declive: por un lado tenemos a Lawrence Tierney, un tipo duro del cine negro de serie B de los años cuarenta, que amuebló innumerables subproductos de cateta factura antes de ser rescatado por Tarantino para su "Reservoir dogs" (1992), y por el otro al inexpresivo Farley Granger, actor de desesperante incapacidad interpretativa, que tuvo la suerte de trabajar para directores como Alfred Hitchcock o Luchino Visconti, antes de compartir pantalla con los inenarrables Bud Spencer y Terence Hill en cosas tan entrañables como "Les seguían llamando Trinidad" (1972). Si esto no es decadencia, que baje Dios y los vea.
Dentro de sus posibilidades, "El asesino de Rosemary" no es una mala película, más que nada porque de imitaciones costrosas de "Viernes 13" hay las mil y una, y Zito tampoco pretende engañar al respetable, tanto es así que a los diez minutos no tardamos en tener el primer indicio de quien puede ser el asesino, Y DE LA FORMA MÁS EVIDENTE QUE UNO PUEDA IMAGINARSE.
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