martes, 16 de septiembre de 2014

PESADILLA EN ELM STREET

En alguna otra ocasión ya he comentado que si hay un director que destaca por una carrera irregular, de dar una de cal y como dos de arena, ese es sin duda alguna Wes Craven. Nacido en 1949, en una familia extremadamente religiosa, el divorcio de sus padres pocos años más tarde hizo que creciera bajo la atenta y dura mirada de su madre, quien nunca entendió las razones que impulsaron a su hijo a abandonar su carrera como profesor de universidad para abrazar la causa del cine, además del cine de terror, para más inri. Tras algunos escarceos en el cine para adultos, Craven traba amistad con uno de los productores de estas películas, Sean S. Cunningham, futuro responsable de "Viernes 13" (1980), iniciando una relación profesional cuyo principal fruto será "La última casa a la izquierda" (1972). La violencia, cruda y realista, de esta película, lejos de asegurarle una carrera con posibles casi acaba con ella, viéndose en ocasiones a casi pedir disculpas por haberla filmado. Tras unos años más bien oscuros, muy complicados a nivel personal y laboral, en 1977 realiza "Las colinas tienen ojos", que definitivamente le permite resarcirse de los sinsabores pasados, aunque tampoco es que ello le asegure la estabilidad definitiva...
Dicha oportunidad se presenta en 1982, cuando la Avco Embassy le elige para encargarse de filmar la adaptación de "La cosa del pantano", personaje de cómic creado en 1971 por Len Wein a los guiones y Bernie Wrightson a los dibujos. El proyecto era uno de los más grandes en cuanto a presupuesto y envergadura afrontados por la citada compañía, y de haber sido un éxito, hubiera encumbrado de manera definitva a su director. Pero sucedió todo lo contrario; la película se estrelló en la taquilla y, además, Wes Craven quedó en mal lugar, por cuanto su manera de afrontar el filme, de narrarlo, era de un lamentable que asustaba. Resulta a todas luces inaudito que un personaje con tantos elementos que ofrecer en pantalla fuera tratado de forma tan vulgar, burda y desastrada. Su carrera parecía entrar de nuevo en barrena. 
Un día, sentado ante la máquina de escribir, pensando en ideas con las cuales intentar poner en marcha otro proyecto, Craven recordó una anécdota que le sucedió siendo niño, cuando vio por la ventana de su casa a un sujeto amenazador, que desapareció sin dejar rastro tras haberle visto cómo le observaba. A partir de esta idea, y sumando ciertas informaciones aparecidas en la prensa, sobre personas que habían muerto en extrañas circunstancias mientras dormían, mostrando rostros de verdadero terror, el director de "La serpiente y el arco iris" (1987) puso negro sobre blanco y creó la figura del temible Freddy Krueger.
Pero el camino de partida no fue tan fácil como podría pensarse; ningún estudio importante se interesó por el libreto. Unos aducían que aquella historia de tintes oníricos era un disparate, lo que querían era un matarife de adolescentes al uso, al estilo de "Viernes 13" (1980) o la fundacional "La noche de Halloween" (1978). Otros, como no podía ser de otro modo, consideraban a Craven un director poco capaz de hacerse cargo de una película que consideraban muy complicada de realizar, con unos planteamientos argumentales que no les convencían en absoluto. El único que confió en Wes Craven fue el responsable y fundador de la New Line Cinema, Bob Shaye.
New Line era una compañía de carácter independiente, al menos por aquellos años, posteriormente fue adquirida por la multinacional Warner, que basaba su trabajo en la distribución y producción de filmes alternativos, muy baratos. Tal y como estaba el panorama, Craven accedió a las condiciones dispuestas por el productor. El presupuesto disponible era bastante nimio; inicialmente el personaje de Krueger estaba en manos del actor británico David Warner (1943), un intérprete con amplio bagaje a la hora de hacer papeles de villanos que dejan huella en pantalla. Si bien realizó pruebas de maquillaje y vestuario, problemas relativos a sus disposiciones contractuales, en exceso elevadas, provocaron que fuera sustituído por Robert Englund, un actor por aquel entonces especializado en pequeños papeles secundarios con alguna que otra frase y poco más. El éxito de la película le convirtió en toda una estrella de la noche a la mañana.
El resto del reparto se completó también con una mezcla de actores con una carrera interpretativa aún en ciernes, caso de Heather Langenkamp o de un jovencito Johnny Depp, además de la presencia de John Saxon, un actor que siempre ha sabido moverse como pez en el agua en el cine de bajo o muy bajo presupuesto.  
Esta mezcla de experiencia y sangre nueva se extendió también al equipo situado tras las cámaras; Craven contó con las habilidades de Jacques Haitkin como director de fotografía, pero la mayor parte del equipo técnico eran jóvenes con ganas de hacerse un hueco en el rodaje profesional de películas. Todo ello facilitó que el desarrollo de la película fuera sobre ruedas la mayor parte del tiempo, con algunos pequeños baches que se salvaron mediante las ganas y el empeño de todos los implicados. 
"Pesadilla e Elm Street" (1984) puede considerarse la gran obra maestra de su director, la película que en gran medida rubrica que, en ocasiones, cuando pone toda la carne en el asador, Wes Craven logra hacer películas de indudable categoría. La película fusiona con destreza el mundo real y el mundo de las pesadillas, creando inquietud y terror en los momentos justos, sin pasarse. El problema reside en que el propio Craven, tras el éxito, no acabó de ver claro lo de hacer una secuela, y tan pronto se presentaron los primeros problemas, se desentendió de la posibilidad de hacer una segunda parte, prefiriendo filmar la secuela de "Las colinas tienen ojos", estrenada al año siguiente y que volvió a dejarlo profesionalmente por los suelos. El "bueno" de Freddy era su criatura, pero la New Line enseguida vio que allí tenía una mina de oro y no perdería el tiempo, antes al contrario, explotaría el filón todo lo que pudiera. Y vaya si lo hizo... 

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