Dos veteranos detectives de la policía de San Francisco deben hacerse cargo de un caso relacionado con el tráfico de drogas. Un cargamento de heroína se ha desviado de su ruta, como consecuencia de un error, y en el transcurso de la operación murió un agente de policía en el cumplimiento de su deber, por lo que el departamento está decidido a hallar una solución rápida. Pero además de los detectives, la mafia también está interesada en recuperar el preciado cargamento, por lo que envía a dos de sus mejores profesionales. Julian (Robert Keith), es un sicario bregado y que sabe que lo mejor es siempre mantenerse en su discreto segundo plano, pero su compañero de fatigas, Dancer (Eli Wallach) es impetuoso y no se anda con chiquitas a la hora de hacer su trabajo. La difrencia de maneras de actuar y de pensar hace que la operación, ya en sí harto arriesgada, se convierta en un estallido de violencia en toda regla, provocado por un Dancer que cada vez está más decidido a cumplir con su encargo, caiga quien caiga.
A Don Siegel (1912-1991) le pasa como a muchos dentro del mundo de las artes, del tipo que sea, que empiezan a ser valorados una vez están crioando malvas. En vida, Siegel fue ninguneado por buena parte del sector crítico, que le despachaba como un simple "artesano" con buena mano para la serie B, que luego se convirtió en un asalariado de Clint Eastwood. En Francia, que suelen ir siempre, en cuestiones de cine, y en otras, más avanzados, supieron desde el primer momento apreciar sus cualidades, merced al puñado de "thrillers" de bajo presupuesto que rodó entre finales de los cincuenta y primeros de los sesenta, aunque en este punto hay que aclarar que uno de sus filmes más apreciados, "Código del hampa" (1964), era un telefilme que obtuvo distribución en cines en el continente europeo.
"Contrabando" ("The lineup" en su versión original) es un "thriller" entretenido, de violencia muy marcada, que se beneficia de unas muy buenas interpretaciones, aunque hay que conviene decir que Wallach sobreactúa en diversas escenas dejando clara su pertenencia al mítico "Actor´s Studio", lo que resta credibilidad a su papel de Dancer, el pistolero que poco a poco va mostrando su personalidad de demente. Su principal "handicap" radica en el hecho de que, como solía ocurrir en los "thrillers" de la época, o en algunas de las muestras filmadas por otros buenos "artesanos con buena mano", como son Anthony Mann o Richard Fleischer, la primera parte del filme posee un planteamiento casi informativo, documental, narrando los quehaceres de la pareja de policías. Ello hace que al filme le cueste algo arrancar, cosa que hace cuando los asesinos de la Mafia hacen acto de presencia. Es en ese momento cuando la película sube enteros, gracias a la interacción de Wallach y Robert Keith, así como a la presencia de un joven Richard Jaeckel, que interpreta a un tipo de ademanes algo nerviosos que tendrá su parte de responsabilidad en lo que sucederá a partir de su unión a la pareja. El tramo final pone de manifiesto que Siegel era un maestro del género, que se conocía al dedillo su oficio y la forma de dar ritmo a una escena de persecución o a un tiroteo. El resultado final es un buen film noir, que a lo mejor no está entre lo mejor del género pero sí refrenda que su director era algo más que un mero cumplidor de encargos.
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