viernes, 22 de abril de 2016

ASSASSIN

Harry Stanton es un agente del gobierno retirado cuyos servicios son requeridos de nuevo como consecuencia de la ola de asesinatos cometidos por un hombre que, al parecer, también fue agente especial para el gobierno estadounidense. Pero Stanton pronto descubre la realidad, el asesino en cuestión es en realidad un robot creado para realizar misiones de alto riesgo, un experimento que se ha ido de las manos y parece andar ahora descontrolado y con ganas de sembrar el caos por donde quiera que pase. 
"Assassin" (1986) es un telefilme, presumiblemente un episodio piloto para una serie de TV que no pasó de ser eso, aunque sí se distribuyó en vídeo y, en los albores del formato digital, en DVD. Eran los tiempos de "Terminator" (1984/James Cameron), el problema es que el responsable de esta cinta no era Cameron ni por asomo. Se trata de Sandor Stern, realizador y guionista de origen canadiense, de trayectoria más bien anodina, del que quizá pueda salvarse "Pin" (1988), una muy interesante cinta de ribetes terroríficos que, hasta cierto punto, resulta su obra más lograda, más todavía si la comparamos con el grueso de una filmografía en el que hay mucha televisión y alguna que otra incursión en cine poco remarcable. La mayor parte de su fama la debe al hecho de ser el firmante del guión de "Terror en Amityville" (1979/Stuart Rosenberg), cuyo éxito comercial le permitió involucrarse de manera más o menos directa en el resto de entregas de la franquicia, incluyendo el remake, producido en 2005.
Volviendo a la cinta que centra el interés de esta reseña, se trata, como ya he indicado antes, de una producción televisiva bien poco imaginativa, resuelta sin el mayor atisbo de creatividad y que, pese a ser de 1986, parece haber sido filmada mucho antes, por cuanto su estética resulta anacrónica y casi hortera por momentos. La pretensión de sus responsables es que sirviera de acicate para producir una serie sobre las aventuras del agente Harry Stanton, encarnado por un, eso sí, convincente Robert Conrad, pero el hecho es que el producto resultante es aburrido, insulso y bien poco recomendable, a no ser que se quiera aprovechar para hacer una buena siesta y tira que te vas.  

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