viernes, 22 de abril de 2016

EL HOMBRE DEL KLAN

A mediados de los setenta, la Paramount decidió financiar una película que diera, de una vez por todas, una visión realista de la lucha por los derechos civiles, haciendo especial hincapié en la sociedad sureña, todavía bajo el manto amenazador de organizaciones de ultraderecha como el Ku Klux Klan. Con ese objetivo en mente, contrataron a un director al que le iba como anillo al dedo una temática de este tipo, Samuel Fuller, que bien pronto convenció a su buen amigo Lee Marvin para que se sumara al proyecto.
Pero tras leer el guión inicial, la Paramount pronto tuvo claro que sus ideas, aún siendo las de romper moldes, no pretendían ir más allá de un mero barnizado con el que limpiar su conciencia. Así que desechó el guión, en el cual había participado Samuel Fuller quien, en vista de la situación, decidió rechazar dirigir de paso la película. Al saber la noticia, Lee Marvin apoyó a su amigo y se prestó a dejar la producción, pero tuvo que desistir de ello al saber que su contrato estipulaba que, en caso de abandonar la película, debía pagar una fuerte suma de dinero al estudio por ello. 
De esta manera la película quedó en manos de un realizador inglés, Terence Young, que había demostrado tener muy buena mano para el cine de acción, no en vano se había consagrado dirigiendo dos entregas de la saga Bond, "Agente 007 contra el Dr. No" (1962) y "Operación Trueno" (1965), además de una muy buena muestra de cine de aventuras de tono crepuscular, "El aventurero" (1967), con una gran interpretación de Anthony Quinn. En primera instancia la elección de Young resultaba idónea, en el sentido de que las pretensiones del estudio eran que "El hombre del Klan" fuera una cinta de denuncia pero eso sí, con unas buenas dosis de acción para hacerla más "digerible" para la audiencia. El problema radicaba en que Young, a primeros de los setenta, era un director que básicamente sew movía por el cheque, sin esforzarse demasiado en solventar las escenas más o menos que pudiera necesitar la película que estuviera filmando. Si a esto sumamos un Marvin que andaba dispuesto a boicotear el filme sin demasiados problemas y la contratación de un Richard Burton que andaba medio depresivo y afectado por graves problemas de alcoholismo pueden ustedes imaginarse cómo fue el rodaje de una película en manos de un cineasta que andaba sobrado de desinterés.
"El hombre del Klan" narra las peripecias del sheriff de una pequeña localidad del Profundo Sur estadounidense (Marvin), que tiene que lidiar con un sector de vecinos de raza blanca que, en su mayor parte, son miembros activos del Ku Klux Klan, incluyendo su zoquete ayudante (Cameron Mitchell), y una población negra que se ha hartado de los abusos y las presiones de éstos. La violación de una mujer blanca, de la que es acusado un afroamericano, así como la celebración de una manifestación en favor de los derechos civiles de la gente de color hacen que el Sheriff, encima de un verdadero polvorín, deba ejercer de árbitro del conflicto, aunque llegado el momento deba tomar partido y evitar que los ultraderechistas conviertan la localidad en un campo de batalla. 
El hecho es que estamos ante una película que, como cinta de acción, funciona la mar de bien, aún a pesar de que Lee Marvin anduviera con la mosca tras la oreja y Richard Burton se le notara con ganas de echarse una siesta a las primeras de cambio. Los problemas vienen cuando pretende radiografiar a los grupos de ultraderecha, desdibujando a los personajes de raza negra, que no acaban nunca de tener entidad propia en el filme, quedando como una especie de convidados de piedra. Buena parte de esto se debe a que no se contó con unos intérpretes de color carismáticos, dejando la cosa en manos de un primerizo O.J. Simpson, que resulta antipático y sin atisbo alguno de personalidad propia, así como de una bella Lola Falana, a la que le tocó en suerte una escena brutal de violación que pone los pelos de punta por su sordidez. En consecuencia, la película nunca parece tomar partido por unos o por otros, dejando una sensación de incomodidad porque es evidente que pretender justificar las acciones de un grupo de racistas no creo que sea algo digno de justificar, pero tampoco que se pretenda ejemplificar que la mejor respuesta para la otra parte es usar la violencia, usando métodos similares. Tampoco acaba de cuajar en exceso el personaje de Richard Burton, un hombre idealista pero desencantado, que llegado el momento recuperará la autoestima al apoyar a la mujer violada, a la que ayudará a salir adelante y, ya de paso, vivirá una historia de amor puesta con calzador. 
Para amantes del cine de acción con algo, unas gotas, de contenido social.

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