El éxito de "El día de la bestia" (1995/Álex De la Iglesia) propició en gran medida una irrupción de gente joven y sumamente creativa, con ganas de hacer cosas, que impulsaron fanzines, concentrando sus esfuerzos en el campor del cortometraje, del cómic y de toda manifestación cultural que les permitiera expresarse. Fue un auténtico renacimiento en toda regla, que duró poco, como suele ocurrir con las modas, y más en este país, no muy dado a las revoluciones culturales. Dentro de este proceso de "renovación", que al fin y al cabo tampoco lo fue tanto, quedó como signo distintivo la intención de recuperar algunas figuras, antaño denostadas con ahínco por la "oficialidad" cultural y los intelectuales de pacotilla, dándoles la oportunidad de resarcirse y, ya de paso, volver aunque fuera por unos momentos.
Estos fueron los casos de Jesús Franco (1930-2013) y de Jacinto Molina (1934-2009), en arte Paul Naschy. Fueron recuperaciones, reivindicaciones, del todo merecidas, pero indudablemente tuvieron que plegarse a los intereses de quien se había encargado de resituarles. En el caso de Franco su vuelta a los platós de rodaje, "Killer Barbies" (1996) pasó de ser un proyecto afín a los intereses del director a un mero escaparate para una banda perteneciente al sello Subterfuge, contando de paso con la intervención de Santiago Segura, del todo desubicado, con la evidente intención de captar a los fans de la película de De la Iglesia. Ni que decir tiene que la cosa no fue como era de esperar, pero al menos permitió que Franco recuperara el fuelle perdido y pudiera mantenerse en activo hasta bien poco antes de su fallecimiento.
Algo más o menos parecido puede decirse de Jacinto Molina, que tras algunos años marcados por proyectos de muy escasa, o nula, relevancia comercial, graves problemas de salud, con "bypass" incluído, por fortuna superados, decidió recuperar a su querido Waldemar Daninsky para otorgarle una muesca más en su trayectoria.
Ahora bien, la entrada en escena de TVE provocó que los niveles de violencia a utilizar quedaran reducidos al mínimo y, ya puestos, el productor, Primitivo Rodriguez, impuso como director a su hermano, Francisco R. Gordillo, que llevaba años sin situarse tras la cámara y, para colmo de males, no era para nada un entusiasta del cine de terror, por lo que andaba a años luz de la longitud de onda del protagonista del filme, un Paul Naschy que sí amaba el género y entendía sus resortes.
El resultado, el fruto de este encontronazo fue "Licántropo" (1996), una cinta que reúne los elementos comunes del cine de Naschy pero que se diluyen de muy mala manera por culpa de una dirección creativamente nula, que pretende (o eso se intuye) recuperar el estilo del cine de terror hecho en España en los años setenta, pero lo hace con una mala sombra que más bien parece que se chotee de él.
La historia arranca en Europa Central, donde un oficial nazi se enamora perdidamente de una joven zíngara, a la que deja embarazada. El hermano de la chica se lo toma como algo personal y ambos se enzarzan en una pelea, donde el oficial muere apuñalado. Años después, el hijo de la zíngara, convertido en un prestigioso escritor, empieza a sentir el influjo de la luna llena, descubriendo su naturaleza licantrópica. Pero sus salidas nocturnas son aprovechadas por un psicópata. La policía, totalmente despistada e incapacitada para resolver el caso irá dando palos de ciego, mientras el protagonista entenderá que su destino pasa por una mujer enamorada y una bala de plata...
La conocida querencia de Naschy por la clásica mitología del hombre lobo de la Universal, con Lon Chaney en cabeza es de sobras conocida por los fans del malogrado actor y director. Y "Licántropo" no podía ser una excepción en esa relación de amor absoluto. Pero tal devoción no debía ser del agrado del director, el ya citado Francisco R. Gordillo, un tipo que llevaba casi tres lustros sin ponerse tras las cámaras. El filme es una historia que podría haber funcionado en manos de Naschy, o mejor aún, en las manos del Naschy de los setenta, pero en las zarpas de R. Gordillo la cosa ofrece poco, muy poco, a ojos del aficionado. Interpretaciones del todo desastrosas, con la salvedad de ese gran profesional que fue Jose María Caffarel, arruinan por completo el devenir de la película, desde un prólogo que se quiere un homenaje a la Universal y se queda en un chiste con actores mal disfrazados, pasando por escenas como la de la discoteca o la muerte de la pareja de amigos de la hija del protagonista (encarnada por una principante Eva Isanta, hoy conocida por su labor en "La que se avecina" en Tele 5). Tampoco la presencia de Amparo Muñoz, bellísima aún y manteniendo el tipo con la poca cancha que le otorgan, sirve para que la cosa eleve mínimamente el vuelo.
Para colmo de males, a Naschy no le permitieron lucirse como hombre lobo, siendo su intervención reducida a una aparición estelar hacia el final de la cinta.
En resumidas cuentas, el tan anunciado retorno del hombre lobo español por antonomasia quedó en agua de borrajas, pero al menos permitió que, al igual que Jesús Franco, pudiera reanudar sus incursiones dentro del cine Fantástico en producciones que, si bien algunas de ellas tampoco eran dignas de su presencia, sí resultaban cuando menos más soportables que este "Licántropo" de resultados bien poco estimulantes.
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