miércoles, 11 de enero de 2017

FRANKENSTEIN Y EL MONSTRUO DEL INFIERNO

El joven Dr. Simon Helder es un científico interesado en seguir las investigaciones del, presumiblemente, ya fallecido Dr. Frankenstein. Para ello utiliza sus estudios y manuales, oficialmente prohibidos por ser considerados poco menos que brujería que se pretende hacer pasar por ciencia médica. Para ello utiliza cadáveres frescos, que un tunante con pocas luces le consigue del cementerio local. Cuando éste es detenido, y con el fin de reducir su condena, delata las actividades de Helder, que es condenado a pasar una larga temporada en un siniestro Hospital Mental...Como paciente. El Destino hará que allí conozca al Dr. Carl Víctor, que no es otro que el Dr. Frankenstein que sigue bien vivo y con ganas de proseguir con la tarea de crear vida donde ya no la hay. Dado que tiene las manos quemadas, lo cual le imposibilita para operar, Helder se convierte en las "manos" del Barón Frankenstein. Éste se ha hecho con el control del Hospital, logrando reunir "pedazos" de algunos pacientes y construyendo con ellos un ser deforme, casi neandertalesco, al que le hace falta un cerebro pensante con el culminar el trabajo de toda una vida. Una vez logrado, la tragedia se dará lugar en las húmedas y tétricas paredes del manicomio...
"Frankenstein y el monstruo del Infierno" (1974) es la sexta, y última, entrega de la saga de películas que a partir del original de Mary Shelley realizó la Hammer Films, contando en cinco de ellas con la mano maestra de Terence Fisher, que aquí volvió a ocupar la silla de dirección contando con la imprescindible colaboración del siempre genial Peter Cushing, que de nuevo demuestra que el papel de Víctor Frankenstein fue creado expresamente para él. 
No eran días felices para la Casa del Terror; los tiempos estaban cambiando y el horror gótico estaba perdiendo paulatinamente el favor del público frente a aportaciones más realistas, más actuales, como "El exorcista" (1973/William Friedkin) o "La matanza de Texas" (1974/Tobe Hooper). El estudio confiaba en que una entrega algo más proclive a elementos más contundentes, en cuanto a violencia gráfica, podrían impulsar a la compañía, que se hallaba en una muy delicada situación financiera. Fisher, el hombre de la casa, el profesional siempre dispuesto y con un finísimo sentido visual y de puesta en escena, se puso manos a la obra, pero el resultado final no fue seguramente lo que el estudio andaba esperando. 
Y es que "Frankenstein y el monstruo del Infierno" no es una película agradable de ver, tampoco es una historia que contenga asideros donde buscar reposo o personajes virtuosos. En esta película hallamos a un Víctor Frankenstein que se halla en el tramo final de su vida, pero que aún está dispuesto a culminar su sueño: crear Vida desde un cuerpo muerto. Al tener las manos quemadas, no puede realizar el trasplante cerebral, pues eso requiere una precisión manual de la que carece. La aparición de Simon Helder, un joven médico que le admira y ha intentado seguir sus pasos, con la mala fortuna de que ha terminado con sus huesos en un hospital para enfermos mentales, le permitirá finalizar su criatura, una criatura que no tiene nada que ver con las anteriores, ni mucho menos con la encarnada por Boris Karloff en los filmes de la Universal. El trasplante resulta, aparentemente, un éxito, pero pronto se hace evidente para Helder que hay una historia aterradora tras el cerebro utilizado por Frankenstein y que está vinculado a la bella Sarah, una joven muda como consecuencia de brutales abusos sexuales. 
Fisher, apoyado en una excelente labor interpretativa, no ya de Cushing, que se le supone, si no del resto del elenco, desarrolla una historia en la cual lo malsano, lo horrísono, toman el control desde el minuto uno. Seguramente alguien podrá afirmar que no es necesario ver una película así, pero también puedo deciros que pocas veces se podrá ver en una pantalla una historia del género donde todos los elementos quadran de forma tan perfecta, aún cuando estemos ante una historia de la que se vislumbra un final a todas luces devastador. Y de hecho es así, pero no es el definitivo. Una coda final deja claro que quien tuvo retuvo, que Frankenstein no va a darse por vencido tan fácilmente, aunque con ello encadene en la especie de cinta de Moebius que es su existencia , repleta de maldades y horrores a unos personajes, Simon y Sarah, que asumen que poca esperanza les queda entre las cuatro paredes del hospital...
La apuesta de Terence Fisher era arriesgada, no era fácil, "Frankenstein y el monstruo del Infierno" no era una película que pudiera encuadrarse como una película comercial de terror al uso. Su estrepitoso fracaso comercial sentenció profesionalmente a Fisher, que ya no volvió a dirigir ningún filme más hasta su triste fallecimiento en 1980. La Hammer no supo ver lo que tenía entre manos, quizá era una cinta avanzada a su época o puede que, simplemente, era una "rara avis" en un momento en que el género de Terror buscaba el realismo, el pesimismo, pero no llevado hasta el extremo de no dotar de un mínimo de oportunidad de subsistencia a sus personajes. La posterior "La monja poseída" (1976/Peter Sykes) refrenda que la compañía quería hacer un cine fantásticos más moderno, pero es evidente que no entendieron ni chufa de por dónde iban los tiros, aunque en ella saliera otro icono de la firma, Christopher Lee. 

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