Reanudo la actividad de este blog, que reconozco que había dejado un tanto de lado por cuestiones ajenas a mi voluntad, con la clara pretensión de seguir reseñando películas de diversos géneros, aunque el Fantástico seguirá teniendo su parcela de protagonismo. La idea es que este 2017 este "Cinéfilo militante" se mantenga a pleno rendimiento, ofreciendo comentarios sobre las películas que un servidor de ustedes va viendo de forma más o menos habitual. Por otro lado, hay que indicar que se potenciará el comentario de libros, sean de cine o no, por lo que es muy probable que a lo largo de estos primeros meses del año se produzca un proceso de transformación de este blog, con el fin de darle un aspecto más fresco e intentar, en la medida de lo posible, no aburrir al personal que pueda dejarse caer por este espacio que, al fin y al cabo, está abierto a todo el mundo, sin reserva ninguna.
Empezamos el año comentando este "Star Trek, más allá" (2016/Justin Lin), tercera entrega de la renacida franquicia creada por Gene Roddeberry y que, en 2009, JJ Abrams "reseteó" de modo ejemplar, intentando abrirla a un público más amplio. JJ Abrams también se encargó de dirigir la segunda entrega, "Star Trek, en la oscuridad" (2012), donde asentaba ya de manera definitva las coordenadas de unos personajes que, si bien respetaban las bases esenciales del "corpus" roddenberryano, lucían ya una autonomía lo bastante clara como para volar libremente sin depender de una mitología que el fan de los personajes se conoce al dedillo pero el profano seguramente no le gustará.
Los buenos resultados de ambas cintas hacían previsible que una tercera estuviera en camino, de nuevo bajo la atenta mirada de Abrams, pero su reclutamiento por parte de Disney para dar forma a la nueva trilogía de "Star Wars" encendió todas las alarmas. Algunos actores se mostraron decididos a no repetir en sus roles si Abrams no seguía al mando del timón. La Paramount se tiraba de los pelos viendo cómo su franquicia en ciernes se hallaba en dique seco...Pintaban bastos hasta que apareció Simon Pegg, intérprete de Scotty y reconocido fan de la ciencia ficción, quien se mostró decidido a salvar los muebles en forma de un guión que serviría de base para una tercera entrega. El libreto tuvo la suerte de gustar a todo el mundo, convenciendo al personal que valía la pena producir la película.
"Star Trek, más allá" es una cinta que tiene la virtud de no intentar ser como sus dos antecesoras. El tono introspectivo se mantiene cuando corresponde pero el nuevo director a cargo, Justin Lin, procura que dicho tono no impregne a la totalidad del relato. En esta entrega los personajes ya están del todo asentados en la rutina de la "Enterprise", son gente curtida en muchas aventuras y han tenido ya sus encuentros y desencuentros. Kirk poco a poco ha asumido su papel de capitán y, aparentemente, no es ese descerebrado que parecía dispuesto a cualquier cosa para salir indemne de los problemas. Spock atraviesa una crisis personal que puede llevarle a abandonar la flota, además de su relación sentimental con Uhura. Los personajes han madurado y eso les lleva a afrontar una aventura que, a grandes rasgos, remite a lo mejor del espíritu de la serie clásica de los sesenta. Lin, sin las pretensiones de Abrams en cuanto a romper con la línea narrativa, propone una película muy sencilla, en la que los protagonistas son puestos a prueba y demuestran que aún les queda cuerda para rato.
Pese a ello, esta tercera película no ha terminado de convencer, al menos al mismo nivel que sus precedentes. Sin ser un fracaso, las expectativas no se han cumplido y es cuestión de ver hacia qué nuevos caminos se dirige la Enterprise. No es una mala película, ni de Star Trek ni del género de ciencia ficción, pero sí es cierto que la ligereza de su trazo, su condición de pasatiempo, hace que pueda ser olvidada, puede que hasta despreciada, por el aficionado de a pie, así como por el "trekkie" de nivel más talibanesco, que al fin y al cabo tampoco era muy amigo ni de Abrams ni de su apuesta por reformular unos personajes y un concepto a los cuales la nostalgia, para algunos, ha situado más allá (valga la redundancia) del Bien y del Mal.
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