domingo, 15 de mayo de 2016

DESCENSO A LAS TINIEBLAS

Con un filme de las características de "Descenso a las tinieblas" (2002) uno debe atenerse a una serie de características que, en gran medida, la emparentan con el grueso de la producción de serie B que suele lanzarse directamente a DVD: actores americanos que antaño podrían haber tenido su momento de gloria, en el cine o la televisión y que ahora pasean su decadencia por películas de semejante calado, efectos especiales digitales hechos con muy pocos medios y que quedan como el culo, presencia de actores de origen búlgaro y ruso más que nada porque la película se rueda allí y hay que dejar hueco a profesionales de ahí y, ya de paso, para cabarlo de arreglar, un guión no muy excesivamente imaginativo, lleno de clichés, de tópicos, con un calado dramático más fino que el papel de fumar.
Pues bien todas estas cualidades, magnificadas al máximo, se dan cita en esta cinta de ciencia ficción de baratillo defendida de aquella manera por un actor que ya lleva tiempo dedicado a estos fregados, Dean Cain. Él es el único actor conocido en esta película que plagia sin descaro ni vergüenza el argumento de "Atmosfera cero" (1981/Peter Hyams), pero cambiando el espacio por una planta minera situada en las profundidades del Océano Pacífico. Es allí donde Murdock, el Sheriff de las instalaciones, y a pocos días de su retirada, descubre los tejemanejes de una oscura conspiración que tiene por objetivo drogar a los trabajadores de la mina dándoles más dosis de un medicamento que, en teoría, debe ayudarles a soportar la presión de trabajar y vivir bajo el agua. La diferencia estriba en que si Hyams era un realizador con resabios de artesano, capaz de dotar de profundidad y cierto estilo las películas que realizaba, al menos cuando andaba inspirado, también es de justicia decirlo, el firmante de esta cinta, el oscuro Daniel Knauf (que firma la cinta bajo el nombre de Wilfred Schmidt por razones no muy claras) se muestra incapaz de dotar de un mínimo de interés a la aventurilla, cuyo desarrollo va pasando ante nuestros ojos de forma harto plúmbea, llegando a provocar que su duración, de una hora y media aproximadamente, se eternice de muy mala manera. En el colmo de su incapacidad, el director llega a inspirarse visualmente en el James Cameron de "Abyss" (1989) para el tramo final de la cinta, pero el departamento de efectos especiales le arruina las intenciones, con lo que el desenlace parece más bien un intento de acabr cuanto antes el engendro que no una apuesta sincera de hacer un homenaje. 

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