"Los ojos siniestros del Doctor Orloff" relata la historia de la muy casta y pura Melissa, en silla de ruedas desde los diez años, como consecuencia de un trágico episodio, del que tiene recuerdos algo difusos, y en el cual murió su padre. Víctima de pesadillas cada vez más vividas, el tío de la joven, que ejerce su tutela, confía la recuperación mental de su sobrina en las sabias manos del eminente Dr. Orloff, sin saber que éste es ni más ni menos que el responsable principal de las desdichas de la joven, como parte de un diabólico plan de venganza que todavía no a terminado...
Es muy posible que quien lea estas líneas esté algo, o poco, o mucho, o quizá nada familiarizado con el cine de Jesús Franco. Si aquellos que le conocen le destestan, cosa bastante probable, no intentaré en este caso convencerles de lo contrario. "Los ojos siniestros del Doctor Orloff" es un título menor dentro de la muy copiosa, cerca de doscientas películas, filmografía del director madrileño; en ella se dan cita los elementos más caros a su cine: desde la visión de la inocencia como provocadora del Mal, su apuesta por el erotismo más descarnado, esos zooms raudos y veloces, en definitiva, un estilo que a más de un cinéfilo le provoca
Kali Hansa |
En el apartado interpretativo destacan un siempre turbio e inquietante William Berger, un actor de origen austriaco visto en roles de villano en infinidad de "westerns" rodados en escenarios almerienses; Montserrat Prous, por aquel entonces musa de Jesús Franco, un tanto inexpresiva pero tampoco es que el papel le permitiera ir más allá. En el papel de comisario de policía encontramos al británico Edmund Purdom, actor que tuvo un minuto de gloria en Hollywood gracias a "Sinuhé el egipcio", para luego caer en las simas más profundas del cine de género europeo. En roles secundarios destacaremos a la cubana Kali Hansa, sinuosa presencia dentro del cine de terror español de la primera mitadde los setenta, así como a la encantadora Loreta Tovar, otra actriz que por aquellos días se dejaba ver con cierta asiduidad en fregados de este calibre.
Edmund Purdom |
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