Un par de estudiantes, con ganas de hincarle el diente a un par de
compañeras de muy buen ver, las convencen para hacer una excursión, nocturna, a
un caserón abandonado, que perteneció a un alquimista y brujo, muerto en
extrañas circunstancias hacia el siglo XVIII. Ni que decir tiene que el
casoplón guarda un secreto en forma de un monstruo sediento de sangre, que hará
de las suyas con los desdichados estudiantes, que serán ayudados por un par de
“empollones” que demostrarán su valía, aunque teniendo en cuenta el número de
supervivientes, escaso, es mejor echar un tupido velo sobre su valía y
eficacia.
Típico “directo a vídeo” ochentero, “El innombrable” es una película con
escasos elementos dignos de consideración, a no ser el diseño del monstruo que,
para mayor escarnio, sale poco y, cuando lo hace, es prácticamente al final de
la cinta, cuando el espectador ya anda más que harto de tanta insulsez en forma
de película de terror. Una pena, porque
ese monstruo, utilizado como es debido, hubiera dado a una serie B de aquellas
memorables. Pero no es el caso.
Porque esta película es sosa de cojones, y perdonen la expresión, pero es
que es así de burda. Los personajes están trazados de muy malas maneras, a lo
bruto, y su devenir, su ir y venir por la casa maldita digamos que se resuelve
a golpe de tópico y cliché, en el cual hasta los homenajes a Lovecraft (autor
cuyo relato es aquí presuntamente adaptado) no funcionan ni queriendo, por
culpa de un guión nefasto, que seguramente intentaba seguir los pasos de la memorable
“ReAnimator” (1985), de la que ésta es un muy pálido reflejo.
Pero, cosas de la vida, y de los videoclubes, los fans respondieron lo
suficientemente bien como para que el director del artefacto, Jean Paul
Ouellette, realizara una secuela en 1993, con algo más de medios pero que,
curiosamente, no convenció al respetable, dando al traste con su carrera como
realizador, que terminó ahí.
Prescindible a no ser que se sea un completista de las adaptaciones al cine
de relatos de Lovecraft. En caso de serlo, pues, ya saben a qué atenerse.
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