lunes, 23 de diciembre de 2013

ROBOT JOX

A finales de los ochenta, Charles Band estaba montado el  dólar; parecía que era el rey del mundo mundial y que podía invertir sus dinerillos en hacer películas cada vez más ambiciosas. “Robot jox” (1990) debería haber sido el colmo de los colmos, pero las cosas se torcieron de muy mala manera. Las producciones de Band, que se rodaban en Italia, se vieron afectadas por una fuerte crisis de la lira, circunstancia que afectó a la película una vez acabada. Los gastos se dispararon, la película se quedó en un cajón y, poco más tarde, la Empire Pictures de Charles Band se fue a pique. La película fue rescatada para su distribución en vídeo, pero indudablemente ese no era su espacio natural, con lo cual la inversión realizada nunca se recuperó…
Y eso que Band orquestó, por una vez en su vida, una película de gran empaque; al frente puso a un hombre de la casa, Stuart Gordon, que venía de hacer éxitos como “ReAnimator” (1985), “ReSonator” (1986) y la muy simpática “Dolls” (1987), un realizador solvente. El guión era obra de un prestigioso escritor de ciencia ficción, Joe Haldeman quien, por otra parte, no se entendió muy bien con Band. Haldeman hizo un tratamiento serio, muy preciso, mientras que Band puso al guionista Dennis Paoli, para hacer algo más desenfadado, sin tanta carga política o sociológica. Ni que decir tiene que Joe Haldeman echó pestes del resultado final. Peor para él, porque “Robot jox”, siendo como es una película producida por Charles Band, está por encima de la media habitual de la compañía, cuyos estándares cualitativos bajarían algunos enteros a partir del momento en que el productor, director y etc., etc. Fundó, desde las cenizas de la Empire, la más modesta Full Moon, dedicada a la producción de serie B directa a Vídeo.
El argumento de “Robot jox” es básicamente este: en un lejano futuro, los conflcitos se resuelven mediante el enfrentamiento de robots gigantes, que representan a los dos bloques políticos: el Mercado Común y la Confederación. Alexander, campeón de la Confederación, es un tipo sin escrúpulos, contundente a la hora de luchar, y que se halla en los momentos finales de su muy exitosa carrera como manipulador (robot jox) de robots gigantes.  Achilles, que nunca ha sido lo que se dice un campeón, y que representa los intereses del Mercado Común, se las promete muy felices, el problema es que durante el combate entre ambos colosos, el robot de Achilles cae sobre el público, matando a cientos de personas. Afectado por la tragedia, Achilles inicia un proceso de recuperación con el fin de demostrar que no es un asesino, sino la víctima propiciatoria de una oscura trama conspiratoria…
Un elemento a tener muy en cuenta en esta película son sus efectos especiales, obra del malogrado David Allen, maestro de la “stopmotion”, esto es, animación imagen por imagen, que hizo un espléndido trabajo con el escaso presupuesto que podía tener entre sus manos para hacer realidad los combates robóticos. La única pega es que, al tener poca pasta, hay pocas secuencias de lucha, con lo cual la cosa queda algo desangelada, más que nada porque la trama de conspiraciones se resuelve de forma bastante pachanguera (siendo benévolos), aunque tampoco es que su desarrollo fuera para tirar cohetes, todo hay que decirlo.
El reparto está formado por rostros habituales de la pequeña pantalla, como Gary Graham o Anne Marie Johnson, aunque para el papel del duro Alexander se escogió al veterano Paul Koslo, un rostro reconocible del cine barato de los setenta y ochenta, que trabajó ocasionalmente para Clint Eastwood en títulos como “El fuera de la ley” (1976).  
En España, la película nos llegó vía vídeo doméstico gracias al sello CB Films, que por aquel entonces estaba editando muchos títulos del catálogo Empire. Su funda de color azul, para uno que suele atesorar VHS, tiene un punto nostálgico que, ustedes me perdonaran, hace que mi corazoncito freaky se revuelva de contento.
Feliz Navidad y Próspero 2014 para todos los que tienen a bien leer este blog de cine.

“La butaca inquieta” se lo agradece de todo corazón.

David Allen (1944-1999) fue un discípulo del gran Ray Harryhausen en el arte de la animación imagen por imagen. Su prematura muerte, así como su dedicación al cine de bajo presupuesto, han hecho que su papel dentro del género no haya sido valorado con la justicia que, sin lugar a dudas, hubiera merecido. Un artista de indudable talento que vertió su arte en películas que, quizá, no se lo merecían. 


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