A finales de los ochenta, Charles Band estaba montado el dólar; parecía que era el rey del mundo
mundial y que podía invertir sus dinerillos en hacer películas cada vez más
ambiciosas. “Robot jox” (1990) debería haber sido el colmo de los colmos, pero
las cosas se torcieron de muy mala manera. Las producciones de Band, que se
rodaban en Italia, se vieron afectadas por una fuerte crisis de la lira,
circunstancia que afectó a la película una vez acabada. Los gastos se
dispararon, la película se quedó en un cajón y, poco más tarde, la Empire
Pictures de Charles Band se fue a pique. La película fue rescatada para su
distribución en vídeo, pero indudablemente ese no era su espacio natural, con
lo cual la inversión realizada nunca se recuperó…
Y eso que Band orquestó, por una vez en su vida, una película de gran
empaque; al frente puso a un hombre de la casa, Stuart Gordon, que venía de
hacer éxitos como “ReAnimator” (1985), “ReSonator” (1986) y la muy simpática “Dolls”
(1987), un realizador solvente. El guión era obra de un prestigioso escritor de
ciencia ficción, Joe Haldeman quien, por otra parte, no se entendió muy bien
con Band. Haldeman hizo un tratamiento serio, muy preciso, mientras que Band
puso al guionista Dennis Paoli, para hacer algo más desenfadado, sin tanta
carga política o sociológica. Ni que decir tiene que Joe Haldeman echó pestes
del resultado final. Peor para él, porque “Robot jox”, siendo como es una
película producida por Charles Band, está por encima de la media habitual de la
compañía, cuyos estándares cualitativos bajarían algunos enteros a partir del
momento en que el productor, director y etc., etc. Fundó, desde las cenizas de
la Empire, la más modesta Full Moon, dedicada a la producción de serie B
directa a Vídeo.
El argumento de “Robot jox” es básicamente este: en un lejano futuro, los
conflcitos se resuelven mediante el enfrentamiento de robots gigantes, que
representan a los dos bloques políticos: el Mercado Común y la Confederación.
Alexander, campeón de la Confederación, es un tipo sin escrúpulos, contundente
a la hora de luchar, y que se halla en los momentos finales de su muy exitosa
carrera como manipulador (robot jox) de robots gigantes. Achilles, que nunca ha sido lo que se dice un
campeón, y que representa los intereses del Mercado Común, se las promete muy
felices, el problema es que durante el combate entre ambos colosos, el robot de
Achilles cae sobre el público, matando a cientos de personas. Afectado por la
tragedia, Achilles inicia un proceso de recuperación con el fin de demostrar
que no es un asesino, sino la víctima propiciatoria de una oscura trama
conspiratoria…
Un elemento a tener muy en cuenta en esta película son sus efectos
especiales, obra del malogrado David Allen, maestro de la “stopmotion”, esto
es, animación imagen por imagen, que hizo un espléndido trabajo con el escaso
presupuesto que podía tener entre sus manos para hacer realidad los combates
robóticos. La única pega es que, al tener poca pasta, hay pocas secuencias de
lucha, con lo cual la cosa queda algo desangelada, más que nada porque la trama
de conspiraciones se resuelve de forma bastante pachanguera (siendo benévolos),
aunque tampoco es que su desarrollo fuera para tirar cohetes, todo hay que
decirlo.
El reparto está formado por rostros habituales de la pequeña pantalla, como
Gary Graham o Anne Marie Johnson, aunque para el papel del duro Alexander se
escogió al veterano Paul Koslo, un rostro reconocible del cine barato de los
setenta y ochenta, que trabajó ocasionalmente para Clint Eastwood en títulos
como “El fuera de la ley” (1976).
En España, la película nos llegó vía vídeo doméstico gracias al sello CB
Films, que por aquel entonces estaba editando muchos títulos del catálogo Empire.
Su funda de color azul, para uno que suele atesorar VHS, tiene un punto
nostálgico que, ustedes me perdonaran, hace que mi corazoncito freaky se
revuelva de contento.
Feliz Navidad y Próspero 2014 para todos los que tienen a bien leer este blog
de cine.
“La butaca inquieta” se lo agradece de todo corazón.
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