Dos jóvenes que viven en una zona residencial, se trasladan a la ciudad para acudir a un concierto. A la salida se encuentran con un muchacho, que las convence para que le acompañen a tomarse unas copas. Pero lo cierto es que el chico pertenece a una banda de sujetos, drogadictos y degenerados, recién fugados de la cárcel, que se las secuestran y llevan toda clase de tropelías con las pobres chicas, para luego asesinarlas y dejar los cuerpos abandonados en el bosque. Los criminales se quedan con el coche propiedad de las víctimas, que al poco rato los dejar tirados, teniendo que confiar en la hospitalidad de un matrimonio que se halla muy preocupado porque su hija y la mejor amiga de ésta todavía no han regresado del concierto. Cuando éstos descubren que los recién llegados tiene muy mucho que ver con esta circunstancia, se tomarán la justicia por su mano, en una orgía de sangre en la cual los asesinos acabarán convertidos en víctimas de la violencia que ellos mismos han provocado...
Wes Craven era, a primeros de los setenta, un profesor de Literatura Inglesa, algo hippyoso, marcado por una infancia en el seno de una familia de metodistas estrictos, que tenía inquietudes cinéfilas. Animado por algunos amigos íntimos, decidió trasladarse a Nueva York, con el fin de hacerse un hueco en el seno de la producción independiente, pero sus intentos chocaron con el nulo interés de los productores con quienes contactaba, lo que le obligó a dedicarse a diversos oficios, como por ejemplo taxista, con los que poder subsistir en la Gran Manzana. Pasado algún tiempo, conoció a Sean S. Cunningham, productor y director quien luego viviría años de gloria gracias a la saga "Viernes 13". Cunningham concentraba sus intereses en producciones de carácter alternativo, pero también en el cine pornográfico, en el cual dio sus primeros pasos el novato Craven, hasta que convenció a Cunningham para que le financiase "La última casa a la izquierda".
"La última casa a la izquierda" (1972) fue recibida, en su momento, de forma bastante negativa por ciertos sectores de la sociedad estadounidense, que aún vivía dominada por los crímenes de Charles Manson y su banda, a los que la película cita indirectamente en sus desmanes. Su violencia dura, descarnada, realista, la convierten en una película incómoda; Craven, que como ya he indicado más arriba era un profesional en formación, contó con un presupuesto escaso, pero también tuvo que lidiar con sus escasos conocimientos sobre la técnica cinematográfica, aprendiendo día a día, sobre la marcha. Convertida en título de culto, la película no sirvió para que Craven se hiciera un nombre dentro del cine. La mayor parte de sus amigos y conocidos mostraron su rechazo ante la película, incluyendo a su propia madre, que por poco le retira la palabra. Por rechazar hasta lo rechazó uno de sus mejores amigos, que se había comprometido a realizar la banda sonora. Fue ver la película, y se desentendió del proyecto raudo y veloz, echando pestes de Craven, al que muchos consideraban "una mente enferma".
Bajo estas circunstancias, al director de "Pesadilla en Elm Street" (1984) le costó cinco años poder regresar a la dirección. Y lo hizo con "Las colinas tienen ojos" (1977), una producción claramente influenciada por "La matanza de Texas" (1974) película que, realizada dos años después de "La última casa a la izquierda", logró también impactar a la audiencia por su manera de mostrar la violencia. La distancia hizo que buena parte de la gente que la había rechazado inicialmente, la viera con otros ojos, generando cierto nivel de culto a su alrededor.
El reparto de "La última casa a la izquierda" se compuso de intérpretes que habían realizado producciones independientes para Cunningham, además de Fred J. Lincoln, actor neoyorquino que se dedicaba, y se dedicó, al cine para adultos, tanto delante como detrás de las cámaras. David Hess, que a la par se encargó de completar la banda sonora del filme, desarrolló su actividad profesional en producciones de terror "fuerte", tanto en su país de origen, Estados Unidos, como en Italia. En un rol menor, de policía torpe e inútil, destaca la presencia de Martin Kove, actor vinculado al cine y a la TV, normalmente en papeles de tipo duro y de armas tomar, nada que ver con su personaje en este filme.
"La última casa a la izquierda" no es una película de visión fácil; alguna de sus escenas son realmente duras de ver, lo que la convierten en una cinta no apta para espectadores poco aptos al cine de terror de raíz más realista. En 2009 se realizó un remake del todo insulso, que se servía de un vacuo esteticismo visual para distanciarse de una obra que, originalmente, no necesitó de ningún tipo de artificio para conseguir que el espectador se sintiera incómodo ante su visionado. Al fin y al cabo eso es lo que buscaba su principal responsable...
Wes Craven era, a primeros de los setenta, un profesor de Literatura Inglesa, algo hippyoso, marcado por una infancia en el seno de una familia de metodistas estrictos, que tenía inquietudes cinéfilas. Animado por algunos amigos íntimos, decidió trasladarse a Nueva York, con el fin de hacerse un hueco en el seno de la producción independiente, pero sus intentos chocaron con el nulo interés de los productores con quienes contactaba, lo que le obligó a dedicarse a diversos oficios, como por ejemplo taxista, con los que poder subsistir en la Gran Manzana. Pasado algún tiempo, conoció a Sean S. Cunningham, productor y director quien luego viviría años de gloria gracias a la saga "Viernes 13". Cunningham concentraba sus intereses en producciones de carácter alternativo, pero también en el cine pornográfico, en el cual dio sus primeros pasos el novato Craven, hasta que convenció a Cunningham para que le financiase "La última casa a la izquierda".
"La última casa a la izquierda" (1972) fue recibida, en su momento, de forma bastante negativa por ciertos sectores de la sociedad estadounidense, que aún vivía dominada por los crímenes de Charles Manson y su banda, a los que la película cita indirectamente en sus desmanes. Su violencia dura, descarnada, realista, la convierten en una película incómoda; Craven, que como ya he indicado más arriba era un profesional en formación, contó con un presupuesto escaso, pero también tuvo que lidiar con sus escasos conocimientos sobre la técnica cinematográfica, aprendiendo día a día, sobre la marcha. Convertida en título de culto, la película no sirvió para que Craven se hiciera un nombre dentro del cine. La mayor parte de sus amigos y conocidos mostraron su rechazo ante la película, incluyendo a su propia madre, que por poco le retira la palabra. Por rechazar hasta lo rechazó uno de sus mejores amigos, que se había comprometido a realizar la banda sonora. Fue ver la película, y se desentendió del proyecto raudo y veloz, echando pestes de Craven, al que muchos consideraban "una mente enferma".
Bajo estas circunstancias, al director de "Pesadilla en Elm Street" (1984) le costó cinco años poder regresar a la dirección. Y lo hizo con "Las colinas tienen ojos" (1977), una producción claramente influenciada por "La matanza de Texas" (1974) película que, realizada dos años después de "La última casa a la izquierda", logró también impactar a la audiencia por su manera de mostrar la violencia. La distancia hizo que buena parte de la gente que la había rechazado inicialmente, la viera con otros ojos, generando cierto nivel de culto a su alrededor.
El reparto de "La última casa a la izquierda" se compuso de intérpretes que habían realizado producciones independientes para Cunningham, además de Fred J. Lincoln, actor neoyorquino que se dedicaba, y se dedicó, al cine para adultos, tanto delante como detrás de las cámaras. David Hess, que a la par se encargó de completar la banda sonora del filme, desarrolló su actividad profesional en producciones de terror "fuerte", tanto en su país de origen, Estados Unidos, como en Italia. En un rol menor, de policía torpe e inútil, destaca la presencia de Martin Kove, actor vinculado al cine y a la TV, normalmente en papeles de tipo duro y de armas tomar, nada que ver con su personaje en este filme.
"La última casa a la izquierda" no es una película de visión fácil; alguna de sus escenas son realmente duras de ver, lo que la convierten en una cinta no apta para espectadores poco aptos al cine de terror de raíz más realista. En 2009 se realizó un remake del todo insulso, que se servía de un vacuo esteticismo visual para distanciarse de una obra que, originalmente, no necesitó de ningún tipo de artificio para conseguir que el espectador se sintiera incómodo ante su visionado. Al fin y al cabo eso es lo que buscaba su principal responsable...
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