Frank Cotton es un buscador de emociones fuertes, fuera de lo común, que en un viaje a El Cairo consigue un extraño objeto, un cubo que, se supone, colmará sus ansias de probar algo nuevo y del todo diferente a las cosas que ha probado hasta ahora. Pero la realidad es que aquel cubo lo transporta a las mismísimas puertas del Infierno, donde cae en manos de los cenobitas, que lo torturan lo indecible, tanto mental como, por encima de todo, físicamente. Tras arduos esfuerzos, Frank logra huir de sus captores, pero debe recuperar su "yo" físico, mutilado por las escalofriantes torturas infligidas por los cenobitas. La oportunidad está en manos de su hermano, un hombre muy diferente a él, y de su cuñada, con quien mantuvo una aventura antes de casarse con el hermano de Frank. La sobrina de Frank pronto empezará a sospechar que su madrastra oculta aviesas intenciones, pero ni que decir tiene que no puede ni llegar a imaginarse quién está detrás de todo...Mientras, los cenobitas estrechan el cerco sobre Frank, que en última instancia decide ocupar un "yo" físico con el cual mantenerse en la Tierra y librarse de las zarpas de sus perseguidores.
Tras un par de guiones que cayeron en las peores manos posibles, dando lugar a dos películas del todo prescindibles, Clive Barker decidió que a partir de ese momento iba a dirigir sus propios libretos, con el fin de librarse de posibles injerencias externas. "Hellraiser" (1987) surgió casi como un milagro, gracias a la firma de un contrato con una productora estadounidense, la New World, que facilitó la financiación necesaria para poner en marcha el rodaje, además de proporcionar un par de actores: Andrew Robinson, actor de largo recorrido, conocido especialmente por su rol de asesino en la seminal "Harry el sucio" (1971/Don Siegel) y la debutante Ashley Laurence, que acabaría por hacerse un hueco dentro de los corazoncitos de un buen puñado de aficionados al género.
"Hellraiser" es, además de la mejor de las películas dirigidas, además de escritas, por Clive Barker, un filme que supuso en gran medida el resucitar del cine de terror en tierras británicas, ahora desde una nueva perspectiva que, sin dejar de lado la herencia de la Hammer o la Amicus, con el gótico como elemento estético esencial, asumía una modernidad absoluta, que rompía, al menos en apariencia, la dictadura de las típicas, y algo cansinas, franquicias de terror manufacturadas en Hollywood. Digo en apariencia porque, a la postre, los cenobitas acabarían por convertirse ellos mismos en una franquicia típicamente "made in Hollywood", fundamentada en ocho secuelas y la conversión del cenobita "Pinhead" (interpretado por Doug Bradley, antiguo compinche en los inicios teatrales de Barker en la universidad) en un nuevo mito del cine de terror moderno, a la altura de Freddy Krueger o Jason Vorhees.
Pese a algunas deficiencias en la puesta en escena, así como en las interpretaciones, en especial de la guapa Laurence, aún muy verde como actriz, "Hellraiser" queda como la obra maestra de un director que quemó demasiado pronto sus cartuchos creativos. Tras negarse a filmar la secuela, Barker se embarcaría en el rodaje de "Razas de noche" (1990), película de planteamientos muy ambiciosos, que chocaron frontalmente con las pretensiones del estudio financiador, la New Line, quien remontó la película a su gusto a espaldas de un Barker que poco pudo hacer para salvar los muebles. Barker tardaría cinco largos años en volverse a poner tras las cámaras. Cuando regresó, en 1995, lo hizo con "El señor de las ilusiones", una cinta del todo irregular, estéticamente brillante pero argumentalmente confusa que tampoco se salvó de los tijeretazos de la productora de turno, en este caso la United Artists, que quería asegurarse una clasificación amplia antes que un título con cierto empaque y pretensiones más adultas de lo habitual.
No es de extrañar que, tras estas experiencias tan poco edificantes, Clive Barker haya mantenido la actividad de director como algo escasamente prioritario en sus inquietudes profesionales. Ahora bien, como productor tampoco es que haya demostrado tener mejor tino. Baste recordar la muy deficiente "The saint sinner" (2001), producción telefílmica que aporta bien poco a unos planteamientos estéticos y temáticos que su principal alma mater creativa ha sabido cultivar con mayor grado de éxito. Quizá la razón esté en que Baker nunca debería haber abandonado la escritura, campo en el que aún mantiene cierto grado de buen nivel profesional, convertido en autor de culto
No en todos los campos se puede ser un innovador nato, ya se sabe, el que mucho abarca, poco aprieta...
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