domingo, 17 de agosto de 2014

LOS MERCENARIOS 3

Estrenada en 2010, "Los mercenarios" fue una apuesta, un manifiesto, en defensa del cine de acción de los ochenta y noventa por parte de unos de sus principales estandartes, Sylvester Stallone. Reuniendo a un grupo de amigos, algunos de ellos con carreras algo mustias, caso de Dolph Lundgren, otros manteniendo el puño en alto, como en el caso de el inglés Jason Statham, el filme se ganó toda clase de comentarios jocosos, de chistes facilones y demás retranca, pero el caso es que funcionó estupendamente bien en taquilla, lo bastante bien como para formalizar una secuela, filmada dos años después, en la que Stallone, a la sazón coguionista y director de la anterior, cedió la silla de director a Simon West, quien básicamente se limitó a hacer más de los mismo, aunque potenciando los elementos paródicos, así como sumando mayor número de viejas glorias, caso de un sorprendente Jean Claude Van Damme en calidad de villano de la función. Pese a ser una repetición, en clave jocosa, de la primera entrega, "Los mercenarios 2" volvió a dar en la diana de la taquilla. Una tercera parte era algo más que evidente.
"Los mercenarios 3" pretende, en primera instancia, dejar a un lado la autoparodia para regresar a las líneas maestras que hicieron de la cinta original un éxito en toda regla. La película vuelve a iniciarse en Somalia, de nuevo tenemos a la columna vertebral de la banda en plena acción y, de nuevo, tenemos la lectura crepuscular sobre unos héroes ya cansados, superados por las circunstancias y por un sujeto pérfido como él solo, Conrad Stonebanks (Mel Gibson), que fue miembro fundacional de la agrupación años ha, aunque luego fue dado por muerto tras traicionarles en plena misión. En el transcurso del operativo uno de los miembros es herido de gravedad, un hecho que hace que Barney Ross (Sylvester Stallone) considere que ha llegado el momento de retirar a la vieja guardia y elegir a una nueva camada de mercenarios, más jóvenes, más atrevidos, que le permitan no tener que estar sufriendo por si saldrán vivos de nuevo de una misión. Ni que decir tiene que la vieja pandilla de mercenarios demostrará que aún tienen mucha tela que cortar, fundiéndose los dos grupos en una gran batalla final en una oscura república del Este europeo.
Como he dicho, en su primera parte, la película intenta desde su inicio ser más seria, recuperar el espíritu de la primera entrega, filmada por el propio Stallone. Esencialmente, en esos momentos, la película posee elementos que la hacen francamente muy interesante. El problema es que, llegados ya casi la mitad del metraje, la historia entra en un terreno pantanoso. Queriendo ser tan "profunda", tan "dramática", al final la película se convierte de nuevo en una parodia en sí misma, gracias (o a desgracia) de la presencia de un especialmente cansino Antonio Banderas, que ejerce de recurso cómico pero que al final roza niveles casi de vergüenza ajena. Tan histriónico como siempre, el malagueño sobreactúa de muy mala manera en todas sus apariciones, que remata con un (muy nulo) intento de dotar de profundidad a su personaje mediante la narración del triste destino de sus anteriores compañeros de fatigas.
A partir de aquí, digamos que la cosa funciona con el piloto automático; una gran pelea final, rodada a lo grande y con todos los medios disponibles, espectacular, no le quepa duda a nadie, pero que no difiere demasiado de las ya vistas anteriormente, en las dos entregas precedentes. Y luego la habitual ristra de chistes malos con los cuales la franquicia perdería su razón de ser, pero que aquí ya suenan a muy oído. Cierto es que uno ya sabía a lo que venía, pero al menos podría haber habido un mínimo esfuerzo para dotar a la saga de algo de innovación, no sólo de caras (ninguna de las cuales brilla, quedando del todo oscurecidas por los ya habituales, y más carismáticas), de incorporar a intérpretes como el ya citado Gibson o a Harrison Ford, si no también dando a la historia algo más de brío, de frescura. Ofrecer tres veces el mismo plato, en ocasiones, y si bien puede estar excelentemente bien cocinado, puede ser disfrutable, pero si lo que te ponen en la mesa es un mero refrito de ingredientes ya vistos, francamente lo mejor es variar el menú o, directamente, cambiar de restaurante. 
Dirige el cotarro Patrick Hughes...
No es que tenga mucha importancia, pero es simplemente para dar un dato para completistas. 

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