sábado, 7 de septiembre de 2013

EL PALACIO DE LOS ESPÍRITUS

Dentro del ciclo de películas que, sobre relatos de Edgar Allan Poe realizó el director y productor Roger Corman, "El palacio de los espíritus" siempre se ha considerado una pieza aparte, por cuanto su fuente de inspiración no es el escritor de "El escarabajo de oro" o "El pozo y el péndulo" sino H.P. Lovecraft, en concreto de "El caso de Charles Dexter Ward" (1963) aunque se tomen ciertos elementos de un poema original del primero. 
"El palacio de los espíritus" es una pequeña obra maestra de orfebrería; algunos puristas seguramente afirmaran que no llega a los niveles de "El pozo y el péndulo" o "La caída de la casa Usher", adaptaciones de Corman que cuentan con mayor grado de prestigio, pero si la situamos en el bloque de adaptaciones oficiosas de Lovecraft, gana por goleada (con permiso de "ReAnimator" y "ReSonator" a las que hay que dar de comer aparte). De hecho Corman intentó posteriormente, en su faceta de productor, encarar una nueva incursión en los dominios lovecraftianos, pero "El horror de Dunwich (1970), dirigida por Daniel Haller, habitual diseñador de producción en sus películas, se saldó con un fracaso comercial que cortó de cuajo cualquier posibilidad de hacer un "ciclo Lovecraft", y creando la falsa idea de que adaptar a este escritor es difícil, por cuestiones de atmosfera, cuando la cosa casi siempre viene dada por la destreza del director que se enfrente al material de base, y en este caso Corman demostró sobrada capacidad para adaptarlo en imágenes. 
El filme relata la paulatina posesión de un hombre por parte del espíritu de un malvado antepasado, dedicado a la magia negra, y que fue ejecutado por los habitantes de la localidad. Antes de ser ahorcado, el brujo lanza una terrible maldición sobre sus habitantes, dando como resultados que los hijos nazcan con terribles malformaciones y que el pueblo se convierta en una sombra tenebrosa. El recién llegado, junto a su esposa, pretende iniciar una nueva vida, pero la hostilidad con la que es recibido precipita los acontecimientos. Vincent Price, en su doble rol, está enorme, como siempre, y domina con majestuosidad la función. Pero tampoco se quedan a la zaga la guapa Debra Paget, en su última interpretación antes de retirarse, así como los veteranos Lon Chaney Jr, alejado ya de sus años gloriosos en la Universal y a punto de caer en el fango de la serie Z más infame, y Elisha Cook, rostro imprescindible del cine negro clásico. En el equipo técnico repiten los habituales de la casa: Ronald Stein en la partitura musical, el imprescindible Floyd Crosby en la fotografía y, como responsable del guión, Charles Beaumont. 
Una película que remite a unos modos y maneras de hacer y entender el cine fantástico, lamentablemente ya extintos.
Vincent Price y Debra Paget en una imagen promocional de la película


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