lunes, 2 de septiembre de 2013

LA SERPIENTE Y EL ARCO IRIS

Un reputado antropólogo de Harvard, que realiza investigaciones para una compañía farmacéutica, recibe el encargo de trasladarse a la convulsa Haití de mediados de los años ochenta con el fin de realizar una serie de investigaciones sobre una sustancia. Ya en el país, y en mitad de una situación política y social cada vez más insostenible, el protagonista se verá metido en la lucha por recobrar las libertades, mediante su relación con una bella activista anti-régimen, y la implicación que el dictador Duvalier tenía con el vudú, mediante el cual amedrentaba a la población civil, evitando así que ésta se enfrentara a su brutal forma de gobernar. Metido de lleno en una situación que le supera, y enfrentado a un tétrico jefe de policía, el influjo de las artes del vudú harán que el pobre tío las pase canutas para salir vivo de Puerto Príncipe...O que al menos los sacerdotes vudú no le maldigan con sus malas artes, cosa todavía peor.
Si hay un adejetivo que sirve perfectamente para definir a Wes Craven es el de "irregular"; tras debutar en 1972 con la muy violenta "La última casa a la izquierda", intentó en vano acercarse a otro tipo de géneros, pero en vista de que tales proyectos no salían adelante y, cuando lo hacían, no despertaban interés alguno, regresó al cine de terror con "Las colinas tienen ojos" (1977), película que le consagró como un cineasta muy a tener en cuenta. Desde entonces, y en la mayoría de las ocasiones, se ha dedicado a dar una de cal y otra de arena. Su estilo raya a gran altura en títulos como el imprescindible "Pesadilla en Elm Street" (1984), pero otros, como su muy funesta adaptación del cómic "La cosa del pantano" (1982), provocan vergüenza ajena. "Amiga mortal" (1986) posee, en su primera mitad, elementos de indudable interés, pero el tramo final, en especial su resolución, solo pueden calificarse de chapuza.
Portada de la edición argentina de la novela original de Wade Davis...
Basada en las experiencias reales del etnobotánico Wade Davis, "La serpiente y el arco iris" (1987) era un
proyecto que la Universal quiso pasar a Spielberg (el mismo, siempre el mismo), siguiendo las propias recomendaciones de Davis. Por las razones que sean, que nunca han sido aclaradas, el director de "La lista de Schindler" pasó del asunto, y el estudio, considerando que era, en esencia, una historia de terror, cedió el testigo a Craven. Davis cogió un rebote de los gordos, echando pestes de la película y del daño hecho a su novela-reportaje, pero lo cierto es que tampoco es para tanto, pues estamos ante uno de los filmes más redondos y convincentes de un director que siempre ha pretendido desprenderse de su vinculación con el género que le ha dado todo, sin conseguirlo.
"La serpiente y el arco iris" tiene dos partes muy diferenciadas; una pretende ser cine de denuncia, muy al estilo de Costa Gavras y su "Desaparecido" (1982) pero ahí Craven comete el error de cargar las tintas de forma francamente poco respetuosa con lo sucedido realmente en Haití por aquellos años. Su plasmación de la lucha contra el temible Duvalier está tratada desde una óptica que no es que sea esquemática, es que no pasa de ser el típico y tópico torrente de clichés hollywoodienses sobre repúblicas bananeras. La figura del villano, un sádico jefe de la policía secreta, los tristemente célebres "tonton macoutes", termina siendo más una caricatura que no una verdadera amenaza. El punto culminante se encuentra en la escena en la cual el protagonista (un sobrio Bill Pullman) es torturado; la escena está rodada de una manera tan simplona, burda y poco creativa que más de un haitiano que pasó por ese suplicio debió sentirse profundamente asqueado de cómo los americanos interpretan según qué cosas, muy en especial cuando se refiere a circunstancias políticas referidas a su "patio trasero".
Al ser editada en España se convirtió en "El enigma zombi", cosillas de la edición española
Es en su retrato del vudú donde Craven vela sus mejores armas estilísticas y creativas; en este punto hay que decir que el filme empezó a rodarse en escenarios naturales de Haití, un Haití que llevaba poco menos de dos años intentando salir del pozo de la dictadura de Duvalier, para luego volver a hundirse irremisiblemente, por culpa de unos presidentes ineptos, cuando no directamente enfermos mentales y un terremoto que, muy por desgracia, parece haberlos llevado a un auténtico callejón sin salida. Como decía, Craven filmó en la propia capital, captando con su cámara auténticas ceremonias de vudú, pero diversos incidentes, algunos fortuitos, otros no tanto, determinaron que el equipo de rodaje abandonara precipitadamente el país, continuando la filmación en la República Dominicana, ya sin problemas. En su plasmación de la mitología del "zombi", Craven empaqueta momentos de indudable categoría, caso de la cena en casa de unos amigos, cuando el protagonista empieza a tener unas visiones aterradoras que parecen fundirse con la realidad, o la propia conversión del protagonista en un "no muerto". 
En resumidas cuentas, y pese a algunas deficiencias, "la serpiente y el arco iris" queda como la obra mayor de un realizador que, posteriormente, y por culpa del injusto fracaso comercial de la cinta, regresaría hacia terrenos más convencionales con "Shocker" (1989), intentaría hacer algo parecido a un cine de terror social con la menospreciada "El sótano del miedo" (1992) y, en 1996, reimpulsaría su carrera gracias al descomunal éxito de "Scream, vigila quien llama", inicio de una franquicia en la cual Craven se mantuvo plenamente vinculado, hasta hilvanar una cuarta entrega del todo prescindible.
El auténtico Wade Davis, amigo de zombies pero no le hablen de Wes Craven, que se cabrea un huevo

No hay comentarios:

Publicar un comentario