martes, 24 de septiembre de 2013

LA VENGANZA DE LOS MUÑECOS


André Toulon es un maestro titiritero que posee el poder de dar la vida a los muñecos que crea artesanalmente. Este hecho despierta el interés del espionaje nazi, pero antes de dejar que sus creaciones caigan en manos pérfidas, decide suicidarse. En la época actual, un grupo de personas vinculadas a la magia y a los poderes extrasensoriales regresan al hotel donde Toulon se quitó la vida, con el fin de esclarecer si su poder sigue impregnando el lugar. Lo que descubren será la peor de sus pesadillas...

"La venganza de los muñecos" (1989) significó la puesta de largo de la Full Moon Productions, la nueva marca del director, productor y hombre-orquesta que es Charles Band. Para ello contó con la colaboración de uno de sus directores más fiables, David Schmoeller, responsable de la sensacional "Trampa para turistas" (1979), y el trabajo, en los efectos especiales, del malogrado David Allen. Band, que escribió el guión bajo el chistoso seudónimo de Joseph G. Collodi, en clara referencia a "Pinocho", sabía de antemano que se la jugaba, pues aún coleaba el cierre de su anterior compañía, la Empire Pictures, y otro fallo hubiese sido fatal en sus pretensiones de regresar a primer plano de la serie B de terror, aunque ahora tuviera que hacerlo en productos destinados directamente al mercado de video. La cosa funcionó tan rematadamente bien, que se convirtió en uno de los títulos más rentables de la recién nacida empresa, generando desde entonces casi diez secuelas, tanto protagonizadas a solas, como compartiendo espacio con otras fugras de la casa, caso de los "Juguetes asesinos", que en 1992 otorgaron otro buen rédito a la Full Moon.

Uno de los muñecos, en plena venganza
Y lo cierto es que. siendo sinceros, la película no es que destaque sobremanera por sus cualidades. Schmoeller, profesional muy competente pero escasamente creativo, tampoco es que se luciera demasiado en la puesta en escena, algo acartonada y televisiva, aunque ciertos destellos de genio hacen que la cosa remonte el vuelo en los momentos en que los muñecos creados por David Allen se hacen amos y señores de la función. Los intérpretes, en su gran mayoría, son rostros desconocidos, aunque brillan con luz propia el veterano William Hickey, que se luce en su breve intervención como el titiritero, y la guapísima Barbara Crampton, en una intervención especial demasiado corta como para ser degustada debidamente. El protagonismo recae en Paul LeMat, actor conocido por su papel en la mítica "American Graffitti" (1973) de George Lucas, pero que aquí, en horas bajas, francamente resulta poco convincente, cuando directamente abofeteable en sus intervenciones. 
En resumidas cuentas, una serie B de factura potable, con momentos gore bien logrados y consistentes, que merece que se le eche un vistazo, pues dentro de sus limitaciones, resulta simpática y agradable de ver para el buen aficionado a las baratijas directas al magnetoscopio...
Los muñecos de Band se van de marcha

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