jueves, 26 de septiembre de 2013

VINIERON DE DENTRO DE...

El Starliner es un edificio de apartamentos de lujo que posee todas las comodidades, desde un restaurante a su propio servicio hospitalario. Por tener, tiene hasta su propio científico loco, quien ha creado una especie de gusanos con aspecto a zurullito, cuya picadura hace que la víctima se convierta en una persona sedienta de impulsos sexuales irreprimibles. El científico tuvo la "genial" idea de meter el bichejo en el cuerpo de una guapa vecina, la cual ha mantenido relaciones sexuales de forma asidua con algunos vecinos. Decidido a acabar con un experimento que se le ha ido de las manos cosa mala, el doctor mata su conejillo de indias, pero como suele decirse el remedio, en ocasiones, es peor que la enfermedad, y he aquí que los bichos se expandirán de forma rauda y veloz, sin que el médico del edificio y su enfermera (y amante) puedan hacer nada por evitarlo...
Primer filme profesional de David Cronenberg, tras algunos escarceos dentro del amateurismo, "Vinieron de dentro de..." es la piedra de toque fundacional de sus intereses como realizador: el sexo visto desde el prisma de una especie de tara, pasando a una fría exposición de los hechos, que puede dejar al espectador no acostumbrado a su cine un tanto descolocado. Pero no hay que dejarse llevar por la primera visión, estamos ante una cinta decididamente "rara", una especie de "La noche de los contaminados cachondos" que, contada así, a grosso modo" puede parecer el argumento de una película de Ozores, pero que posee algunos momentos ciertamente brutales, como el ataque de uno de los contaminados a una madre y su pequeña hija, así como cuando el médico del edificio ve como una mujer, ya entrada en años, se le ofrece carnalmente cuando poco antes era de lo más simpática y sencilla.
Y es que el cine de Cronenberg es así; fuerza la incomodidad del espectador mostrando ciertos aspectos que, generalmente, no son aceptados por una mayoría o reconocidos. Quizá hoy en día, ya en pleno siglo XXI las cosas ya han cambiado un tanto, pero indudablemente a mediados de los años setenta del pasado siglo, las cosas eran muy, pero que muy diferentes.

Uno de los bichillos a puntito de salir...
A partir de aquí, Cronenberg seguiría explorando los límites de la psique humana en producciones cada vez mejor elaboradas, llegando a cotas sensacionales con la muy brutal "Videodrome" (1983), un filme muy mal recibido en su día, pero hoy objeto de culto. Pero antes están películas del calibre de "Rabia" (1977) o "Cromosoma 3" (1979), títulos que muestran la indiscutible maestría, así como la desbocada imaginación de este cineasta fundamental dentro del género. Tras "La zona muerta" (1983), una primera experiencia en Hollywood que no le dejó muy satisfecho, se consagraría definitivamente con su memorable nueva versión de "la mosca" (1986), su título más comercial, pero no por ello menos personal, ojo, porque hablamos de un cineasta que es casi un género en sí mismo.
Como dato curioso indicar que, en funciones de productor, aparece el nombre de Ivan Reitman, posterior firmante de películas como "El pelotón chiflado" o las dos entregas de "Los cazafantasmas". A mediados de los setenta, y antes de emigrar a Estados Unidos, se ganaba la vida produciendo modestos filmes eróticos en su Canadá natal. El impulso otorgado por sus colaboraciones con Cronenberg le permitió subir peldaños en su actividad, convirtiéndose en un director de cierto renombre en el cine comercial americano de los ochenta.
Los actores son intérpretes canadienses, algunos de los cuales serán asiduos al cine de Cronenberg en esta primera etapa, caso de Joe Silver, pero una de las apariciones más perturbadoras y fascinantes de la película corresponde a la inglesa Barbara Steele, actriz que en los sesenta desarrolló una intensa vinculación al género Fantástico, merced a sus geniales intervenciones en clásicos del calibre de "La máscara del Demonio" o "El pozo y el péndulo".
Otro impactante momento de la película

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