domingo, 26 de enero de 2014

SLUGS, MUERTE VISCOSA

En una tranquila localidad estadounidense, una de ésas en la que nunca parece suceder nada digno de consideración, repta por su subsuelo una amenaza en forma de babosas, que han mutado hasta convertirse en una especie carnívora. Un inspector de sanidad, valiente como él solo, y contra los poderes fácticos, que andan a la greña con la construcción de un centro comercial, se hará cargo de la situación. Las babosas, por su parte, hambrientas de carne humana, harán de las suyas cargándose a cuanta persona pillen por su camino…
El valenciano Juan Piquer Simón (1935-2011) apareció en un momento en el cual el cine de género en España andaba ya dando sus primeras señales de crisis. A pesar de ello, Piquer Simón no se amilanó, y debutó ni más ni menos que con una adaptación de “Viaje al centro de la Tierra” (1977), rodada en inglés, contando con la distribución de la AIP americana y con actor, el británico Kenneth More, entonces muy popular por su papel en la serie televisiva del Padre Brown. El descomunal éxito comercial de la apuesta, segunda película más taquillera de aquel año, por detrás de “La guerra de las galaxias” (“Star Wars”/1977/George Lucas), propició que el realizador siguiera la senda del cine de aventuras más familiar y con clara intención de atraer a las audiencias juveniles de la época, aportando títulos como “Supersonic Man” (1979), “Los diablos del mar” (1981), otra versión de una novela de Verne, en este caso “Un capitán de quince años” y “Misterio en la isla de los monstruos” (1981), donde el legandario Peter Cushing, ya en el los últimos estertores de su extraordinaria carrera, se daba la mano con nuestro Hombre Lobo particular e intransferible, Paul Naschy.
Ahora bien, en mitad de tanto cine de aventuras hecho con pretensiones de apostar por un cine de aventuras tradicional, puro, Piquer Simón aprovechó la moda de “Viernes 13” (1980) para filmar la muy contundente “Mil gritos tiene la noche” (1981), suerte de explotación del modelo yanqui, de nuevo rodado en inglés pero con equipo técnico netamente español y algunos intérpretes americanos de segunda división para dar el pego. Y lo logró con creces, obteniendo de nuevo una respuesta en taquilla francamente remarcable.

Divertida secuencia de "Slugs, muerte viscosa", con un primer plano de una de las babosas, que ponen de manifiesto el trabajo artesanal, en cuanto efectos especiales, de esta película de Juan Piquer Simón.
“Slugs, muerte viscosa” nació con unos planteamientos similares; contando con el respaldo financiero de  Raffaella DeLaurentiis, hija del famoso magnate del cine, que por aquel entonces andaba con la idea de situarse también como productora, Piquer Simón puso en marcha este homenaje al cine de ciencia ficción de los años cincuenta, adaptándolo a los parámetros de la serie B de los ochenta, esto es, con un poc más de salsa y pimienta. Vamos, que le puso algo más de sangre e higadillos, con unas gotitas de erotismo de andar por casa para que el conjunto cuajara a la perfección. Y cabe decir que la cosa volvió a salirle más que redonda.
Con sus imperfecciones, entre las que cabe destacar el principal “handicap” de Piquer Simón, su escasa, por no decir nula, pericia a la hora de dirigir a los actores, que deambulan más que interpretan, de manera en ocasiones harto artificiosa, lo que resta enjundia dramática al asunto, “Slugs, muerte viscosa” es una vistosa aportación española al género de terror y ciencia ficción, que se ve con gusto, por cuanto su realizador, ante todo un artesano enamorado de su trabajo, pero que sobre todo supo siempre muy bien cómo venderse al exterior. Puede que sus excesos gore puedan resultar sumamente difíciles de ver, por el asco que dan, más que las propias babosas, pero posee un encanto de clase B que la hace simpática y francamente atractiva.

Piquer Simón incidiría en la mixtura ciencia  ficción-terror con la también muy recomendable “La grieta” (1989), pero a partir de ahí las cosas irían cuesta abajo. Las cambiantes circunstancias del cine de género hecho en España provocaron que el siguiente proyecto dirigido por el valenciano, “La mansión de Cthulhu” (1991) sufriera una complicada gestación, que sumada a una posterior distribución, muy deficiente, en vídeo, determinó que su director abandonara el cine de terror de raíz más gore para regresar al campo del cine de aventuras. Pero el panorama de primeros y mediados de los noventa no era ya el mismo de finales de los setenta, y “La isla del Diablo” (1994) y “Manoa, la ciudad de oro” (1996) fueron recibidas con total y absoluta indiferencia, determinando, tristemente, el final de su actividad profesional como cineasta.  

Juan Piquer, a la derecha de la imagen, dando indicaciones en pleno rodaje de "Slugs, muerte viscosa", uno de sus grandes éxitos comerciales.

viernes, 24 de enero de 2014

KILLER BARBYS

Una banda de rock decide pasar la noche en una casa habitada por una condesa, ya anciana y decadente, que encuentra en los jóvenes la materia prima esencial para recueprar su juventud y esplendor. Ayudada por un par de sicarios, uno especialmente sádico (Aldo Sambrell) y otro tonto de capirote (Santiago Segura), la condesa irá cometiendo una escabechina entre los componentes de la banda de rock…
En 1996, y en un momento profesional un tanto complicado(*), Jesús Franco logró la financiación necesaria para poner en marcha un guión que llevaba tiempo durmiendo el sueño de los justos en un cajón de su despacho. Con todo, para lograr poner en marcha la película, Franco tuvo que hacer ciertas concesiones a los que proporcionaban la “pela”. Al tratarse de una discográfica, Subterfuge Records, éstos impusieron la presencia en el rol protagonista de los componentes del grupo musical “Killer Barbys”, por aquel entonces con cierta presencia dentro de la escena musical independiente española, entonces muy en boga, dando preeminencia a las canciones de la dicha banda. A estos les acompañan actores tan diferentes como la italiana Miriangela Giordano, Aldo Sambrell, actores bregados en la serie B europea más o menos de empaque, y un Santiago Segura en sus primeros días de cierta popularidad mediática.
A pesar de esta concesión, “Killer Barbys” es una película cien por cien franquiana, que en su momento se encuadró en el resurgir del cine español representado por “El día de la Bestia” (1995/Alex DelaIglesia). La presencia de Santiago Segura, al que sus Torrentes aún le quedaban lejos, no es para nada casual, pues la idea era atraer a la misma clase de público. El hecho es que esto llegó a ocurrir, aunque debe decirse que más de uno, y más de dos, se sintieron bastante desconcertados con el resultado final que se vio en pantalla, aunque, como ya he dicho, la película no engaña a todo aquel que esté iniciado en los parámetros del cine cultivado por el director de “Los ojos del Dr. Orloff” (1973).
Así pues, estamos ante una película que, sirvió para que las nuevas generaciones conocieran a uno de los directores más heterodoxos del cine español y, por extensión europeo, por más que lo hicieran a través de una película tan poco lustrosa como ésta, preámbulo del renacimiento profesional de su director, que a partir de entonces mantendría un ritmo de producción casi endiablado. Al año siguiente dirige “Tender flesh”, primera de las once películas consecutivas que rodará, sin solución de continuidad, para el sello estadounidense On Shot, editor de la revista “Draculina”, publicación americana dedicada a glosar la vida y milagros de las actrices más neumáticas de la serie B y Z yanqui y de la Vieja Europa. Si “Killer Barbys” es una película caótica, desarmante en su desnudez de narrativa y complejidad, “Tender flesh”, que contó con una primera distribución videográfica directamente en inglés y sin subtítulos (tampoco es que el guión tenga demasiada importancia) es, por comparación, mucho peor, lo que ya es decir.
La presencia de la citada One Shot permitió que algunas de las grandes “starlettes” del terror barato estadounidense hicieran acto de presencia en Málaga, lugar de residencia de Jesús Franco, para rodar sus desvaríos, en los que adaptó el formato de vídeo digital para abaratar costes. A esta etapa pertenecen “Mari Cookie y la tarántula asesina” (1997), una por momentos alucinante cinta de ciencia ficción con las muy apetitosas Michelle Bauer y Linnea Quigley, además de Monique Parent, ya presente en “Tender flesh” (recuperada en DVD por el sello Vellavisión con un doblaje realizado por el propio Franco, que deja claro que los diálogos, aún en inglés, eran alucinantes)  así como la siempre presente Lina Romay, musa de Franco y desgraciadamente ya desaparecida, al igual que el realizador madrileño.  Otro título de esta etapa puede citarse, por suponer un punto y aparte con respecto al cine de terror, sería “Seda roja” (1999), un “thriller” de espías de nuevo con Lina Romay y la incorporación de Christie Levin…
En 2002 llega a festivales especializados la secuela, “Killer Barbys contra Drácula”, una coproducción hispanoalemana, de nuevo con la citada banda y Aldo Sambrell, al que se suma Dan Van Husen, antaño un secundario muy habitual en el cine de Franco.
Imagen de "Killer Barbys" de Jesús Franco película que, si bien sirvió para "resucitar" profesionalmente a su director, no posee cualidades cinematográficas dignas de tal consideración, siendo más bien un producto coyuntural, en un momento en que la (mal)llamada "cultura basura", a mediados de los noventa, pretendía vender la serie B (o lo que se consideraba que era muy de serie B). Como todos sabemos, dicha moda duró lo que dura una estrella fugaz...Afortunadamente, todo sea dicho de paso.  


 (*) Franco llevaba cuatro años sin dirigir, siendo su última realización "Ciudad baja" ("Downtown heat"/1992), un filme de acción rodado de encuadres televisivos y muy escasa repercusión comercial. En 1995 se estrena su montaje del Quijote de Orson Welles (no olvidemos que Franco fue ayudante de dirección del genio en "Campanadas a medianoche" ("Chimes at midnight"/1965)), que levanta ampollas desde ciertos sectores de la crítica más inmovilista española, así como entre estrechos colaboradores de Welles de aquella época, caso de Juan Cobos,  que a la sazón también estuvo presente en el citado rodaje, en calidad de asistente. Dicho recibimiento, ni que decir tiene, está más vinculado a la escasa simpatía hacia el director que no por la tarea realizada, algo bastante habitual, por desgracia en este país...  

jueves, 23 de enero de 2014

HALLOWEEN III

A pocos días de la festividad de Halloween, empiezan a emitirse por televisión una serie de anuncios de una empresa de máscaras, que mediante una cancioncilla especialmente molesta pero pegadiza, cantan las excelencias de las caretas. Un doctor, recién divorciado, que se halla realizando el turno de noche, se responsabiliza de un paciente que acaba de llegar a urgencias, y que le habla de que las máscaras están malditas. El doctor, primero escéptico, pero tras la muerte del sujeto, asesinado, empieza a hacer sus averigüaciones, ayudado en sus pesquisas por la hermana del difunto. Las investigaciones los llevan a descubrir que la empresa responsabilizada de la fabricación y distribución de las máscaras es propiedad de un oscuro hombre de negocios, con intenciones francamente ominosas…
“Halloween III” (1982) es una anomalía dentro de la saga que narraba las matanzas de Michael Myers. John Carpenter no quedó muy contento de los resultados de la secuela de “La noche de Halloween” (1978), “Sanguinario” (1981/Rick Rosenthal), y temiendo que la cosa podía empezar a parecerse a “Viernes 13”, convenció a los responsables d ela franquicia de realizar un cambio de tercio, que proporcionara algo de estímulo a los seguiodres de la misma. El plan consistía en que la saga se convirtiera, más que en una serie de películas centradas en Myers, en la fiesta de Halloween en sí misma, ofreciendo cada película una historia distinta, pero ambientada en una fecha tan señalada. La idea le fue aceptada, pero pese a dar una película cuando menos curiosa, no tuvo los resultados esperados en taquilla, con lo cual se volvió a la idea anterior, más evidente a nivel argumental, más fácil, pero que cuyos resultados productores consideraban que era más factible de dar rendimiento en taquilla, algo del todo equivocado, pues las siguientes entregas de la saga fueron todavía peores y deficitarias que ésta, que si bien no es del todo redonda, sí posee mayor grado de interés que las siguientes entregas, en especial de la cuarta y la quinta, del todo desdeñables.
Así pues, en esta tercera entrega se aparca la figura de Michael Myers para adoptar la estructura de un relato de horror que posee una atmósfera muy lograda, que en manos de Carpenter seguramente hubiera sido la base de una película notable, pero en manos del grisáceo Tommy Lee Wallace se convierte en una obra con destellos de genio, pero que nunca acaba de despegar del todo.
Protagonizada por un rostro habitual del cine carpenteriano, Tom Atkins, “Halloween III” contó con un primer esbozo de guión obra del genial Nigel Kneale, responsable de los guiones de algunas de las grandes joyas de la Hammer Films, como “¿Qué sucedió entonces? (1967/Roy Ward Baker), una de las favoritas de Carpenter. Discrepancias entre los productores hicieron que la estructura presentada por Kneale no fuera respetada, hecho que hico que éste exigiera que su nombre fuera retirado de los créditos de la película.
Por momentos  fascinante,  embriagadora visualmente, se trata de una de las mejores aportaciones al género de terror de Tommy Lee Wallace, profesional muy vinculado al cine de John Carpenter, y amigo personal suyo desde los días de universidad,   cuya posterior labor como director queda adscrita a aportaciones tan poco remarcables como “Vampiros. Los muertos” (2002), desangelada secuela de la sensacional “Vampiros” (1998), una de las indiscutibles obras maestras de Carpenter, y que salió en algunos países distribuída directamente en DVD, menos en España, que contó con una inmerecida exhibición en pantalla grande. El resto lo compone mucha televisión, destacando su trabajo en la adaptación a la pequeña pantalla de la novela de Stephen King "It" (1990), producción de tres horas de duración que, junto a la película aquí comentada, son los más remarcable de su trayectoria como realizador. 

“Halloween III” queda pues como una verdadera “rara avis” dentro de una saga que, como ya hemos dicho, y viendo el escaso rendimiento económico de la propuesta, decidió seguir por caminos trillados, resucitando a Michael Myers, mediante una serie de secuelas cada vez más simples y aburridas, que mantenían en primera instancia la numeración, por más que la tercera entrega fue obviada, olvidada, aún siendo muy superior a ellas. Permitiendo de esta forma la creación de una especie de culto a su alrededor. 
Tommy Lee Wallace en los tiempos en que filmaba "It" (1990) una muy destacable adaptación televisiva de la novela homónima de Stephen King,

martes, 21 de enero de 2014

WITCHBOARD

Jim y Linda celebran una fiesta con el fin de que sus amigos conozcan la bonita casa que acaban de comprar, una preciosa mansión victoriana, situada en el bello pueblecito de Fairfield. Brandon, que siempre sintió cierto ronroneo por Linda, y al que le gusta el esoterismo, se trae una tabla de ouija, con el fin de demostrar sus conocimientos sobre el tema, propone una sesión a los asistentes que, aparentemente, termina sin mayores resultados que alguna muestra de sonoro escepticismo por parte de Jim, pero no así por  parte de Linda, que en el transcurso de la sesión contacta con un niño llamado David. La muchacha empieza a obsesionarse con la tabla, distanciándose paulatinamente de su prometido, quien sospecha que el tal David, lejos de ser una entidad bondadosa en realidad oculta intereses ocultos. Tras la intervención de una médium algo pasada de rosca, se hace evidente que el tal David es un espíritu maligno, que posee a Linda, iniciándose de este modo una serie de crímenes…
“Witchboard, juego diabólico” (1985) es un pequeño clásico de la serie de los ochenta, realizado por un realizador, Kevin S. Tenney, que dos años más tarde realizaría uno de sus títulos más populares, “Night of the demons” (1987), otro título que marcó a más de un asiduo de los videclubes. Tenney, que de hecho debutó en tareas directivas con esta película, se ha mantenido como un realizador vinculado de forma clara en la producción B, que nunca ha logrado superar los niveles de impacto logrados con estas dos cintas, por mucho que lo intentara mediante una secuela, tardía, de la presente, filmada en 1993, o produjera un remedo de “Night of the demons” (2009). El resto de su filmografía lo componen cosas como “La venganza de Pinocho” (1996), una versión barata y bien poco recomendable de “Muñeco diabólico” (1987/Tom Holland) y la secuela a vídeo, realmente espantosa, de la muy simpática “Han llegado” de David Twohy, “Han llegado 2”, directa a vídeo y DVD.
El filme posee ese encanto, ya perdido, del cine barato de los ochenta, en el cual los efectos generados por ordenador no eran aún un recurso cansinamente utilizado y el gore, aunque en este caso no es una película que abuse de ello, se utiliza en su muy justa medida. Tenney se luce en varias de las escenas de asesinatos, caso de la secuencia del hacha, o de los sustos sorpresivos, manteniendo el ritmo en todo momento.

En el reparto tenemos a una serie de actores que, por aquellos años, mediados de los ochenta, estaban muy vinculados a la pequeña pantalla…Circunstancia que se mantiene hoy en día, aunque en papeles más episódicos que antaño, cuando parecía que iban a romper. El caso más sangrante es el de la guapa Tawny Kitaen, actriz que se dejó ver (en especial sus encantos) en diversas producciones como “Gwendoline” (1984/Just Jaeckin), “Despedida de soltero” (1984/Neal Israel) o el  tremebundo melodrama  “Corazón de cristal” (1986/Gil Bettman), que narraba la trágica historia de amor entre un joven encerrado en una habitación aislada por culpa de una enfermedad degenerativa (Lee Curreri, famoso por su papel en la serie “Fama” de los ochenta) y una chica pizpireta y llena de vida. Como dato curioso indicar que fue la protagonista de la primera película gibraltareña, la horrible “Marine: entrenado para matar” (1986/Craig T. Rumar) junto a otra promesa estrellada,  Michael Paré y todo ello encuadrado en una España de pandereta, jamón y guardias civiles en plan bombero torero. Después de eso, mucha tele, intervenciones en diversos videoclips musicales del grupo “whitesnake”, no en vano el líder de la banda, David Coverdale, fue su marido durante algunos años.

lunes, 20 de enero de 2014

MIEDO AZUL

Publicada originalmente en 1983, “El ciclo del hombre lobo” (“Cycle of werewolf” en el original) es una de esas novelas de Stephen King que suelen despacharse como “menores” pero que le permitieron situarle en la primera posición entre los autores de novela de terror a primeros de la década de los ochenta.
Se trata de una novela francamente muy entretenida, de lectura ágil y que pone de manifiesto la indiscutible buena mano de su autor para crear tensión en el lector, mediante el ingenio y unos recursos narrativos muy creativos. Como apoyo, King presentó la edición con ilustraciones a cargo del gran Berni Wrightson. Dibujante de cómics de terror y fantasía, Wrightson y King habían trabado amistad gracias a la amistad mutúa que les unía con George A. Romero, responsable de “La noche de los muertos vivientes” (1968). Un año antes de la edición de “El cliclo del hombre lobo”, los tres colaboraron en la elaboración de la adaptación a viñetas de “Creepshow” (1982), particular homenaje de Romero y King a los viejos, y censurados, tebeos de la EC Comics de los años cincuenta.
El éxito del libro fue lo bastante importante como para que el productor de origen italiano Dino DeLaurentiis adquiriese los derechos de la novela para poner en marcha una adaptación fílmica. El propio King se responsabilizó del guión, y el director elegido fue Don Coscarelli, firmante de la gran “Phantasma” (1979) y las no tan grandes secuelas que rodó de los desmanes del Hombre Alto, interpretado por Angus Scrimm. Todo indicaba que estábamos ante una película que lo iba a petar en las taquillas pero, finalmente, no fue así.
Por un lado, a pocos días de inciarse el rodaje, Coscarello se apeó del proyecto, aduciendo las habituales “diferencias creativas” con el siempre mandón DeLaurentiis. Su sustituto, Daniell Attias, le puso arrojo, pero rrancamente se hizo evidente que el proyecto le venía grande, quedándose “Miedo azul” (“Silver bullet” en el original yanqui/1985) en su única incursión para la pantalla grande, para luego dedicarse de forma total y absoluta a la pequeña, dirignedo episodios de series como “Perdidos”, entre otras.
“Miedo azul” no puede decirse que sea una mala película, pero a uno le queda la sensación de que podría haberse hecho algo más con el sugerente material de partida. Adaptándola a un planteamiento adolescente, muy similar en intenciones a “Los goonies” (1985/Richard Donner), pero con menos gracia y con una fotografía de aires siniestros que no encaja con tales pretensiones. Nada en la película parece ser aprovechado por su director para hacer que la película ascienda unos cuantos metros de la llanura visual que se nos pone por delante, algo que acaba por afectar incluso a los actores, encabezados por un Gary Busey que ya estaba entrando en barrena en una carrera que se inició prometedoramente con “El gran miércoles” (1979) y que luego le llevó a los meandros de la serie Z más pestilente. Le acompañan dos jovenes promesas que tampoco pasaron de eso, promesas, Megan Follows, y el tristemente fallecido Corey Haim, actor que luego logró hacerse un hueco en el corazoncito de todos los aficionados gracias a su papel en la divertida “Jóvenes ocultos” (1987), y cuya adicción a los estupefacientes hizo que fuera, al igual que le ocurrió con Busey, un rostro habitual de la serie B lanzada a DVD. Falleció en 2010 de una sobredosis, a los 39 años de edad… Aunque se anuncia para este 2014 el estreno de “The dead sea”, oscurísimo “thriller” dirigido por el bien poco conocido T.A. Williams, en un proyecto que seguramente quedó afectado por su muerte, y ahora se recupera o, no sé, cualquier otro disparate hollywoodiense que se les pueda ocurrir.
DeLaurentiis, pese al palo recibido con “Miedo azul”, no perdió la fe en las obras de Stephen King, pues casi al unísono estrenó la más lograda “Los ojos del gato”, bajo la batuta de un director de trayectoria igualmente concentrada en la caja tonta, pero bregado en el cine de bajo presupuesto con fundamento (esto es, trabajando para Roger Corman), Lewis Teague. No contento con eso, le financió a King su debut en la dirección cinematográfica con “La rebelión de las máquinas” (1987), que se pegó una castaña en taquilla que dejó el fiasco de “Miedo azul” en mera zancadilla.


Imagen de Corey Haim, actor de prometedora carrera que se vio tristemente truncada por su adicción a las drogas, muriendo en 2010 a la edad de 39 años...

jueves, 16 de enero de 2014

LA MONTAÑA DEL DIOS CANÍBAL

Susan Stevenson, junto a su hermano Arthur, llegan a Nueva Guinea con objeto de localizar al marido de Susan, desaparecido en las profundidades de la selva hace ya varios meses. Ayudados por un guía, Edward Foster, los tres forman una expedición de búsqueda y rescate, en un viaje lleno de difucultades, especies peligrosas y tribus que aún practican el canibalismo. Un viaje al corazón de la oscuridad, donde nada es lo que parece…
Nacido en Roma en 1938, Sergio Martino es uno de esos directores que cultivaron con fruición el cine de género, tocando todos los palos, o mejor sería decir subgéneros que conformaron la época gloriosa del cine comercial italiano. El inevitable “western”, la ciencia ficción, la comedia de tinte erótico, pasando por el “giallo” más contundente. Los nostálgicos del videoclub recordarán con especial cariño títulos del calibre de “Todos los colores de la oscuridad” (1972), “Torso-violencia carnal” (1973), “La isla de los hombres peces” (1979, con una maravillosamente guapa Barbara Bach, “Caimán” (1979), respuesta de la serie B itálica al “Tiburón” spielbergiano, o “Casablanca express” (1989), cinta de acción bélica con un Glenn Ford perdido entre Jason Connery Francesco Quinn, rodada ésta cuando el cine comercial italiano ya se hallaba en sus últimos suspiros.
“La montaña del dios caníbal” (1978), que se adelantó dos años al impacto de “Holocausto caníbal” (1980), puede encuadrarse perfectamente al lado de ésta, aún cuando sus intenciones y planteamientos se alejan bastante de los buscados por Ruggero Deodato en aquel falso documental que tanta tinta hizo correr en su día. Estamos ante una cinta de aventuras que conjuga, con solvencia y estilo, el gore con el erotismo, en un argumento que remite sin pudor a la mejor tradición del bolsilibro, con personajes que parecen ser una cosa y luego resultan ser otra; personajes que actúan en principio por una cuestión personal, encontrar al marido, pero que a la hora de la verdad andan tras algo más valioso.

Ursula Andress, Stacy Keach y Antonio Marsina, de espaldas, en una escena de "La montaña del dios caníbal" (1978), una muy notable aportación del italiano Sergio Martino al cine de aventuras, con sus toques de gore incluídos
La presencia de Ursula Andress, que por aquel entonces hacía horas extras en el cine italiano de raíz más comercial, sirve para que Martino (quien era también un especialista en la comedia erótica, no en vano había dirigido a la, por aquel entonces reina del género, Edwige Fenech, que de paso se convirtió en su cuñada) la utilice como elemento vertebrador de las escenas más subidas de tono, para enseñe cacho, vamos. Puede que dichas escenas estén metidas algo con calzador, pero en el desenlace final, del todo impactante, poseen una función casi esencial. A ella se suman el estadounidense Stacy Keach, inolvidable intérprete el “Mike Hammer” televisivo, que aporta su solidez dramática al papel de guía y la presencia, en un papel secundario, de Franco Fantasia, actor muy vinculado a lo más granado del cine de género practicado en el Viejo Continente.
Ursula Andress (1936) es el reclamo erótico-festivo en "La montaña del dios caníbal" en un momento en el cual, a nivel profesional, era una habitual de cine de género elaborado en Italia.
Sin ser una película redonda, “La montaña del dios caníbal” es un título perteneciente a un periodo, ya acabado, del cine italiano, y por extensión europeo, aquel en el cual el cine de género era una constante, que producía toda clase de películas de todos los géneros imaginables, que podían ser pálidas copias de éxitos americanos, eso no los vamos a discutir, la mayoría de los veces era así, pero que no engañaban al público sobre sus intenciones, que eran meramente las de entretener al personal durante hora y media, en los añorados cines de programa doble. Un cine popular donde artesanos versátiles como Sergio Martino acometieron una carrera de fondo, pero de resultados, en ocasiones, muy considerables.

Posteriormente, con la ya citada “Holocausto caníbal” (1980) la moda tomó posiciones estéticamente más embrutecidas, dejando de lado la coartada aventurera para ofrecer mutilaciones a mansalva en bellos parajes amazónicos. 
Por último indicar que "La montaña del dios caníbal" es famosa en España como consecuencia de un error de programación de Televisión Española, que la emitió un sábado por la tarde,por la Primera, provocando que a más de uno se le atragantase el pan con chocolate...

El realizador Sergio Martino, nacido en 1938, es uno de esos directores que, dentro de los márgenes del cine más comercial hecho en Europa, realizó películas dignas de consideración como "La montaña del dios caníbal.

miércoles, 15 de enero de 2014

BEOWLF, LA LEYENDA

Beowulf, un guerrero solitario, llega a un apartado castillo azotado por el horror de un monstruo que campa a sus anchas por el lugar. El noble del castillo, ayudado por su hija y un joven pero algo engreído oficial, mantienen el tipo con las escasas fuerzas disponibles, que además deben tener en cuenta que están siendo sitiados, con lo cual las posibilidades de encontrar ayuda son prácticamente nulas. Pese a la desconfianza inicial, Beowlf se convertirá en su única esperanza ante el avance de Grendel, una criatura en apariencia indestructible.
El mismo año en que protagonizaba “Resurrección” (1998), de nuevo bajo las órdenes de Russell Mulcahy, quien había filmado uno de sus mayores éxitos profesionales, “Los inmortales” (1986), el francés Christopher Lambert también se dejó caer, de muy mala manera, en este subproducto de acción y aventuras, con un punto de fantasía y terror, que bien podrían haberse ahorrado, teniendo en cuenta el resultado final, a todas luces insatisfactorio. Y me quedo corto.
“Beowulf, la leyenda” (1998) es un artefacto fílmico sobre el cual resulta muy complicado hallar un elemento que resulte atractivo. Nada en ella despierta el más mínimo interés, a no ser su curiosa escenagrafía, muy al estilo Mad Max, que en manos de un director con algo más de personalidad, muy probablemente hubiera dado lugar a algo con cara y ojos.
Por desgracia, en manos de Graham Baker, realizador británico de carrera guadianesca (debuta en 1981 con “El final de Damien”, tercera parte de “La profecía” (1976), regresa en 1988 con la simpática “Alien nación”, y no será hasta diez años después que regresará al primer plano con esta película, cuya nula repercusión comercial enterrará definitivamente su actividad para la gran pantalla, centrándose en la publicidad) la cosa se convierte en una especie de “western” europeo con hechuras de fantasía heroica, donde un Lambert más inexpresivo que nunca hace las veces de “hombre sin nombre”, aunque en este caso sí lo tiene, pasándose de rosca en su rol de tipo duro.

Por otra parte, en sí misma, la base argumental de la película es del todo estúpida, tanto como los propios habitantes del castillo, que se ven afectados por la presencia de un ser demoníaco, llamado Grendel, resultado de ciertos pecados del pasado del noble que habita el lugar, junto a su bella hija, interpretada por Rhona Mitra, tan mala actriz como Lambert pero resultona en las secuencias de acción, no como Lambert que se ve a la legua el trabajo de su doble para las escenas peligrosas.  A todo esto hay que sumar las deficiencias en el tema de efectos especiales (explosiones ridículas) y la vergüenza ajena que provoca la aparición final del monstruo, que se quiere estremecedora pero se queda en directamente impresentable.
Por último, y esto es ya publicidad pura y dura, sepan que "La butaca inquieta" tiene ya su propia versión en Facebook, donde se publican enlaces a su versión bloguera y más contenidos que se irán introduciendo próximamente...

Modelo antes que actriz, Rhona Mitra realizó una de sus primeras intervenciones cinematográficas en este desastre que supone "Beoulf" (1998), aunque pudo resarcirse con creces años más tarde, merced a su intervención en la sensacional "Doomsday" (2009) de Neil Marshall, ésta sí, una apuesta de serie B hecha con talento y conocimiento de causa.

martes, 14 de enero de 2014

BLOOD DOLLS

Un multimillonario ve como sus planes financieros se van al traste por culpa de la alianza de un grupo de inversores. Decidido a vengarse, se sirve de un pequeño ejército de muñecos con vida propia, que asumen ciegamente sus órdenes. El problema es que uno de esos inversores, una tan bella como ambiciosa empresaria, será un hueso duro de roer…
Delirio “made in” Charles Band (produce, escribe argumento y guión, bajo el seudónimo de Robert Talbot y dirige el cotarro) que pone sobre la mesa dos de sus principales querencias: el rodar con presupuestos muy bajos y la presencia de muñecos controlados mentalmente por el villano de turno, en este caso un hombre de negocios todopoderoso que oculta un peculiar secreto, pues oculta su rostro mediante una máscara porque nació con una cabeza muy pequeña aunque, eso sí, con un cerebro privilegiado.
Si uno está acostumbrado al cine de Charles Band, tanto si lo dirige, como si solamente lo produce, digamos que “Blood dolls” (1999) no sorprende. Su escasez de medios, su planteamiento de serial barato, hacen de ella una película hasta cierto punto simpática, que no resulta tan vergonzosa como sus contemporáneas, caso de “Curse of Puppett master” (2002), estrenada en vídeo por las mismas fechas aunque dirigida por otro habitual de la factoría Band, David DeCoteau. Su tono de cómic al estilo “Creepy”, al menos en mi caso, le otorga un alto grado de valor, que supera con creces el nivel de desfachatez de la sexta entrega de los muñecos asesinos “oficiales” de la casa, perpetrado por el muy peligroso firmante de “Creepozoides” (1987).
El reparto está formado por un grupo de ilustres desconocidos, aunque algunos de ellos con cierto bagaje en productos de similar calaña. El único que puede ser medianamente conocido por el cinéfilo más habituado al cine fantástico, sea o no de vertiente B, sea Phil Fondacaro, actor de pequeña estatura, que trabajó haciendo de ewok en “El retorno del Jedi” (1983/Richard Marquand), o en el “Willow” (1988/Ron Howard), y que, un par de año antes, ya había colaborado con Band interviniendo, en el rol de un Drácula, un tanto peculiar, en otro filme dirigido, escrito y producido por éste: “The creeps”.

Por último indicar que el año pasado se completó el rodaje de “Devil dolls”, de nuevo una producción de Charles Band, en la que comparte tareas de dirección junto a otro nombre “ilustre” de la empresa como es Peter Manoogian, responsable de “Semilla negra” (1992). Por el momento se desconoce si dicha película tendrá una distribución digna de tal consideración, pero es complicado que llegue por estos lares, por cuanto hace ya tiempo que las películas de esta productora no llegan con la puntualidad de antaño.
   
Al igual que en la saga de Puppett Master, una de las más exitosas franquicias de la factoría Band, la presencia de muñecos asesinos forma parte muy estrecha en su argumento, lo que da la impresión de que la idea del productor, guionista y director era dar inicio a una nueva saga, aunque esto solamente son especulaciones...Eso sí, el diseño de los muñecos es muy similar, como si fueran descartados de la ya citada saga "oficial".

lunes, 13 de enero de 2014

RATS

Una joven periodista se hace pasar como paciente de un hospital psiquiátrico con el objetivo de destapar diversas negligencias que se han venido produciendo en dicha institución, derivadas de un proceso de privatización no del todo transparente. Su llegada al centro coincide con una serie de supuestas desapariciones de pacientes, oficialmente debidas a la falta de seguridad del centro, pero en realidad provocadas por una manada de ratas alteradas genéticamente, como parte de un experimento que no acabó del todo bien que digamos. Las ratas, dirigidas por una de enorme, que demás posee poderes telepáticos, son las dueñas y señoras del subsuelo del manicomio, pero no tardarán en dominar los pisos superiores...
Nacido en Hungría en 1954, Tibor Takacs debuta como director a primeros de los ochenta, pero no será hasta 1987, con "La puerta", que obtendrá cierto nivel de apreciación comercial dentro del cine de terror. Apreciación que él mismo se encargará de tirar al garete, por cuanto se dedicará a dirigir un amplio catálogo de producciones de bajo presupuesto que determinarán su progresivo arrinconamiento en la serie B directa a DVD o en la realización televisiva, con resultados no muy remarcables, sinceramente.
"Rats" (2003) es una de estas producciones con las que se ha mantenido en activo en los últimos años; no es una mala película, pero tampoco es que sea un dechado de virtudes, quedando en un entretenido filme de monstruos, con unos efectos generados por ordenador que se notan a leguas de distancia, todo ello arropado por una fotografía tenebrista, obra de Barry Gravelle, que la dota de una elegancia estética del todo inusual en este tipo de productos, por lo usual vulgarotes y telefilmescos.
En el reparto tenemos a un puñado de actores en su mayor parte de procedencia televisiva, exceptuando a Ron Perlman, intérprete habitual de Guillermo Del Toro, que realiza una de esas típicas intervenciones especiales con el fin de dotar de pedigrí a esta clase de películas (recordemos la presencia de Michael Madsen en la ya comentada "Piranhaconda"). Perlman, en su papel de director del centro, otorga empaque y personalidad a una película entretenidilla, pasable, pero de las que se olvidan a los pocos minutos de haber sido visionadas.

domingo, 12 de enero de 2014

EL COYOTE (Edición conmemorativa)

Debo reconocer que, por edad, no pillé la efervescencia de la novela popular española, con los bolsilibros Bruguera a la cabeza, pero en casa sí pude iniciarme con algunas de dichas novelas, en especial las de los dos autores más populares del género del Oeste: Marcial Lafuente Estefanía, que era el que más vendía, pero el que peor escribía, y Silver Kane, seudónimo de Francisco González Ledesma, quien siempre me resultó más impactante en estilo y forma, más que nada por sus detalladas descripciones de tiroteos, muy realistas.
Pero antes que ellos hubo un iniciador, un escritor que, utilizando las bases de los que esteniende por literatura pulp, hizo verdaderas maravillas. Se trataba de José Mallorquí Figuerola (1913-1972), quien mediante su personaje “El coyote”, nacido en el año 1943, se mantuvo durante diez años como imbatible figura del género pulp hecho en España.
Ahora coincidiendo con el centenario del nacimiento del autor, Ediciones Cátedra, dentro de su colección Letras Populares, ha publicado un volumen conmemorativo que pone de manfiesto dos cosas a tener en consideración: la extraordinaria categoría narrativa de su autor, así como lo entretenidas que eran estas novelas en el contexto de una España azotada por los rigores de un régimen político devastador como fue el franquista.
Con prólogo de César Mallorquí, hijo del autor, la obra se incia con un emotivo retrato de éste hacia la figura de su padre, para luego pasar a una introducción, muy completa, del especialista Ramón Charlo, al que antecede un segundo proólogo del poeta Luís Alberto de Cuenca, reconocido “coyotista”.
En este aspecto uno podría decir que este es un libro hecho por y para nostálgicos, y no les faltará la razón, y más en estos tiempos en que parece que todo vuelve, caso ejemplar lo tenemos con “Hazañas bélicas”, colección que ahora vuelve a los quioscos en lujosa edición, pero el hecho diferencial estriba en que, mientras ideológicamente, las historias de Mallorquí son aventura pura, inspirada en personajes como “El zorro”, pero perfectamente disfrutables, “Hazañas bélicas”, pese a la aportación artística del malogrado Boixcar, no creo que haya resistido, ni resista, un mínimo análisis hecho con dos dedos de frente.

La obra recopila dos novelas del personaje: “El Diablo de Los Ángeles” y “Don César de Echagüe”, perteneciente la primera a la, digamos, colección regular, siendo la segunda el primero de los títulos “especiales” que se realizaron empujados por el éxito comercial del personaje, el cual derivó en una revista de tebeos, de contenido variado, aún cuando el género del Oeste predominaba, así como el multitud de ediciones en prácticamente el mundo entero, así como reediciones en España, la más reciente de ellas en 2002, por parte de Planeta DeAgostini. Y no les quepa duda de que no será la última. 

José Mallorquí (1913-1972) desarrolló una fecunda actividad como escritor de novela popular, pero además también realizó guiones radiofónicos, destacando siempre por su ingenio y virtuosismo narrativo. Por otra parte, también se responsabilizó de escribir los guiones de la traslación de "El coyote" a las viñetas, además de para otros dibujantes y personajes de la revista titular del personaje.

viernes, 10 de enero de 2014

ESTÁN VIVOS

John Nada es un hombre que, como tantos otros, ve su vida afectada por la crisis económica, lo que le lleva a deambular por una América asolada por la pobreza y la falta de oportunidades. Encuentra cobijo en un campamento de gente sin recursos, que comparten lo que tienen y, de paso, va haciendo algunos trabajos como albañil con los que va tirando. Un día, de forma casual, encuentra unas gafas de sol. Al ponerselas, Nada hace un descubrimiento tan sorprendente como terrorífico: la Tierra está ocupada por una raza extraterrestre que ha ido escalando posiciones dentro del escalafón social, político y de seguridad. Dicha raza controla todo el poder, y hace lo que se le antoja, escalvizando poco a poco a los humanos, exceptuando a un pequeño reducto de resistentes, los cuales son eliminados por la policía, que de hehco también son invasores en su mayoría. La resistencia diseñó las gafas con el fin de desenmascarar la invasión, pero el plan se va al traste antes d eponerse en marcha, quedando solamente las gafas que ha encontrado Nada. Apoyado por otro que, como él, ha sido apartado de la sociedad, Nada se lo jugará todo con el fin de liberar a la Tierra de la opresión de una raza alienígena que ha dejado a la Humanidad fuera de combate a base de potenciar el consumismo y el pensamiento único como base principal de su estrategia conquistadora…
“Están vivos” (1988) es la más contundente de las películas filmadas por John Carpenter; basada en un relato de Ray Nelson, la película fue, en su día, recibida de muy mala manera. En España tardó casi un lustro de tener un estreno comercial digno de tal consideración; su fracaso supuso el fin precipitado del contrato que el cineasta tenía consignado con la Alive Films: de las cuatro películas pactadas, la cosa quedó en la mitad.
Película radical en sus postulados, “Están vivos” ofrece un tipo de invasión alienígena del todo atípica. En este caso, los invasores del espacio exterior han ido ocupando puestos clave de la sociedad occidental; tanto pueden ser ejecutivos, como banqueros y agentes de policía. Gracias a esto y al uso de mensajes subliminales, han dejado a la raza humana del todo anestesiada, salvo un reducto de resistentes que han logrado un modo de indentificar a los extraterrestres, mediante el uso de unas gafas de sol especiales. John Nada, un ciudadano americano salido de la clase media trabajadora, será el cabeza de base sobre la que se cimentará la última gran posibilidad de evitar que los planes de invasión pasen a una fase final devastadora para la especia humana.
Carpenter pone sobre el tapete un discurso político en el que denuncia de forma clara los tejemanejes de la América azotada por las salvajes políticas neoliberales de Reagan. Este presidente, que pasa por ser el más popular dentro de su país (en el exterior sería otro cantar), sumió a Norteamérica en un estado de supuesto crecimiento económico que, luego, tras dejarlo en manos del Bush padre, su sucesor, se demostró del todo falso, un auténtico castillo de naipes. Durante sus ocho años de Presidencia (1981-1989), Reagan potenció el patriotismo como modelo de comportamiento, solamente es cuestión de recordar cómo durante esa época llegó a admirar públicamente a la figura de Rambo, aquel personaje que pretenció dar a los americanos la oportunidad de “vengar” la afrenta de Vietnam, mediante una película en la que emergía como símbolo del héroe americano insensible al dolor pero entregado a la causa. Otros, caso de Chuck Norris con sus “Desaparecido en combate” (tres películas, entre los años 1984 y 1988), jugaron la misma carta, de manera harto más nociva. Hoye en día tales películas se reivindican con ojos nostálgicos por ciertas cadenas temáticas, pero indudablemente conforma el corpus de un tipo de cine patriótico que Reagan, actor del Hollywood clásico que nunca pasó de secundario para la Warner, para luego sumergirse en producciones de serie B, bendijo con elevadas dosis de sarcasmo e hipocresía.
Es evidente que dicho discurso ideológico no sentó nada bien en unos Estados Unidos que parecían sumergidos en un estado de disneyzación perpetua, de la que se despertaron gracias a las “habilidades” de Bush padre, cuya demostrada incompetencia a la hora de hacer frente a la crisis económica acabaría costándole la presidencia, aún ganando la Guerra del Golfo, durante la cual hasta hubo un conato de volver a viejas fórmulas del cine de acción ochentero. Carpenter se la jugó a fondo con esta película, y perdió, al menos en las distancias cortas, pues a la larga, y a veinticinco años vista, puede decirse claramente que sus ideas, sus vaticinios, están plenamente en vigor.

Volviendo a la película propiamente dicha, puedo decirles que se trata de otra muestra de las capacidades de su director para amoldarse a la serie B más estricta, al cine de bajo presupuesto corriente y moliente, pero dándole un toque narrativo perfecto, donde la ciencia ficción conspiranoica se dala mano con la crítica social. El director de “Golpe en la Pequeña China” tuvo que ajustarse el cinturón y utilizar el ingenio para obtener unos resultados que, sobre la pantalla, permiten disfrutar de una de sus películas más directas, menos complacientes con el mundo que le ha tocado en suerte vivir. Y hay pocos cineastas que consigan hacer algo así, obteniendo unos resultados tan sumamente estimulantes y visualmente imaginativos.
En el reparto tenemos, como protagonista, a Roddy Piper, reputado campeón de "wrestling", esto es, lucha libre de ésa en la que van vestidos de manera muy hortera, como superhéroes Marvel amoñizados, y que resulve con sorprendente soltura su papel de ciudadano anónimo pero decidido a luchar por sacar a la luz la verdad. Le siguen Keith David, secundario en "La cosa" (1982), en el rol de compinche de Nada, que no es que las tenga todas consigo y, en última instancia, Meg Foster, otra actriz con amplio bagaje en la serie B americana, y que posee el par de ojos más hipnóticos del Fantástico americano de bajo presupuesto. Uno de sus últimos trabajos es el de bruja en la, ya de culto, "The Lords of Salem", de Rob Zombie. 

Unas simples gafas de sol permiten a John Nada (Roddy Piper) descubrir la infiltración de extraterrestres entre las clases dirigentes en "Están vivos" (1988), una d elas obras más reivindicativas, y críticamente ácidas a nivel social y político, de su director.

jueves, 9 de enero de 2014

EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

Tras el fracaso comercial sufrido con “Golpe en la Pequeña China” (1986), John Carpenter vuelve al territorio de la serie B pura mediante un contrato con la productora Alive Films, por el que se establecía el rodaje de cuatro películas de presupuesto ajustado, todas ellas encuadradas dentro de los géneros conocidos por el director de “La cosa” (1982): el terror y la ciencia ficción. Pero dicho retorno tampoco tuvo los resultados esperados, y con dos películas realizadas, y estrenadas con escasa recepción por parte del público y de la crítica, “El príncipe de las Tinieblas” (1987) y “Están vivos” (1988) quedaron como el único fruto de este plan de producción, quedando las dos restantes en saco roto, dentro del cajón de “proyectos no realizados”.
“El príncipe de las Tinieblas” tendrá sus defectos, quizá su actor protagonista, el televisivo Jameson Parker, no era el más adecuado para llevar el peso protagónico, quizá la historia sea algo embarullada, pero posee suficientes elementos de interés y, muy especialmente, el toque distintivo carpenteriano, basado en una puesta en escena elegante, apoyada en una técnica visual muy clásica que en ningún caso quiere decir anticuada, todo lo contrario. Carpenter destaca por ser uno de los realizadores que mejor uso hacen de la cámara como herramienta narrativa, muy por encima de simplones como Wes Craven, que más bien la tocan de oídas.
Un grupo de científicos, de todas las procedencias y especialidades, acuden a la llamada de un sacerdote (Donald Pleasance), que les informa de que Satanás está a punto de regresar a la Tierra. El maligno permanece dormido en una especie de hurna de cristal, depositada desde hace tiempo en una iglesia de Los Ángeles, y el citado sacerdote teme que la situación pueda hacerse irreparable si no encuentran una solución. Pero a cada hora que pasa el influjo de lo que dormita en la hurna va haciéndose más poderoso, tomando posesión de cualquier desdichado que se le ponga por delante. Debilitados en fuerzas, los supervivientes deberán luchar no solamente contra el Demonio, sino contra algunos de sus compañeros, que vuelven a la vida convertidos en muertos vivientes…
La película, ya digo, en el momento de su estreno levantó escasas simpatías, siendo vilipendiada de forma injusta. Pero como suele pasar, el paso del tiempo, así como la revalorización de su director, han hecho de ella un título “de culto”, adejetivo éste que siempre hay que coger con pinzas, más que nada porque suele utilizarse con el fin de tapar injusticias pasadas o bodriazos de tomo y lomo.
En el reparto encontramos a actores habituales del cine carpenteriano, caso de Donald Pleasance, inolvidable Dr. Loomis en “La noche de Halloween” (1978), así como a dos intérpretes rescatados de “Golpe en la Pequeña China” (1986), el veterano Victor Wong y el siempre dicharachero Dennis Dun.

Película de aliento pesimista, que Carpenter potenciará desde la ciencia ficción conspiracionista con la siguiente “Están vivos” (1988), mediante un discurso ideológico hoy escalofriantemente de actualidad, “El príncipe de las Tinieblas” podrá considerarse una obra menor en la filmografía de su director, pero para el que esto suscribe está entre sus pel´culas más remarcables, muy cerca de “La cosa” (1982) y la monumental “En la boca del miedo” (1995) que vendría a ser su particular homenaje a Lovecraft.  

Alice Cooper, rockero con notoria popularidad durante los setenta y ochenta, realiza un "cameo" como siniestro vagabundo en la muy reivindicable "El Príncipe de las Tinieblas" (1987) de John Carpenter.

miércoles, 8 de enero de 2014

JOHN CARPENTER, UN CLÁSICO AMERICANO

José Andrés Pedrero Santos es el autor de esta monografía dedicada a uno de los directores americanos más emblemáticos dentro del cine fantástico estadounidense. “John Carpenter, un clásico americano” es un acercamiento a su vida y obra, que analiza pormenorizadamente toda su filmografía, tanto cinematográfica como televisiva, haciendo hincapié en su condición de “rara avis” dentro del cine de terror americano.
De hecho podemos afirmar, una vez leído el volumen, que John Carpenter, responsable de cintas tan señeras para la historia del género como “La noche de Halloween” (1978) o “La niebla” (1980), es un realizador que desde el minuto uno buscó su espacio en Hollywood, produrando implicarse en el sistema de estudios de forma directa y sin ambages. El injusto fracaso comercial de “La cosa” (1982) fue el punto de inicio de una relación de amor-odio que otro varapalo comercial, en este caso el de “Golpe en la Pequeña China” (1986) confirmó de manera sangrante.
Es en este punto donde realiza dos películas que, personalmente, considero que son de lo mejor filmado por este director, y que próximamente visitarán este espacio, por lo que no me extenderé en valorarlas. “El Príncipe de las Tinieblas” (1987) y “Están vivos” (1988) deberían haber significado el retorno a los presupuestos bajos y un cierto grado de libertad creativa, pero su nula recepción en taquilla frustró dicha posibilidad. Tras unos años “desaparecido en combate” regresa con “Memorias de un hombre invisible” (1992), nueva intentona de Carpenter por trabajar para un estudio (en este caso la Warner), que termina desengañado por culpa de las imposiciones del estudio y los compromisos hacia unos modelos de producción que ya empezaban a hastiarle.

El libro de Pedrero Santos es pues, una obra muy interesante y entretenida, que si bien es algo parca en cuanto a su aportación gráfica (el típico pliegue de fotos habitual en los libros editados por  T&B), resulta merecedora de atención para el amante del cine carpenteriano en particular y del fantástico en general.

Foto de John Carpenter realizada en el transcurso del rodaje de "Golpe en la Pequeña China" (1986), cuyo fracaso comercial le llrvó de nuevo a los márgenes de la serie B. En 2010 realizaó su última película, "The ward", producción no estrenada comercialmente en España, aunque sí en DVD; en las actuales circunstancias industriales por las que vive Hollywood es difícil, por no decir casi imposible, que un director tan personal como Carpenter tenga la posibilidad de proseguir con su actividad profesional. Toda una injusticia, por cuanto se trata de uno de los pocos cultivadores de un estilo clásico que, en otra vertiente, practica por ejemplo Clint Eastwood...Pero en el Fantástico priman otro tipo de factores.

martes, 7 de enero de 2014

INVASIÓN FINAL

Si a la hora de hablar de “Warnings” (2003/Christian McIntire) ponía de relieve la escasa categoría de las producciones realizadas directamente para su distribución directa a vídeo, con “Invasión final” (2002) debemos hacer, hasta cierto punto, una excepción, que en gran medida confirma la regla.
Dirigida por Sean S. Cunningham, antaño uno de los principales motores creativos de “Viernes 13” (1980), de la que luego produjo el resto de secuelas, a cada cual peor, “Invasión final” es un tan simple como francamente honesto homenaje al cine de invasiones alienígenas de los años cincuenta, con fugas, la contemporaneidad obliga, a “Expediente X” (1993-2002), teleserie creada por Chris Carter, que por aquellos días se hallaba enlazando su novena y última temporada.
En el transcurso de una descomunal tempestad de nieve, un grupo de personas quedan atrapadas en un aeródromo. La llegada de un par de policías que trasladan a un convicto de asesinato (Bruce Campbell), hace que la tensión vaya en aumento, tensión que finalmente estallará cuando el convicto sea testigo de cómo un sacerdote enseña su verdadera naturaleza, la de un peligroso alienígena, que mata a los dos policías antes de ser eliminado por el preso. La desaparición del cuerpo sin vida del alien hace que todas las sospechas caigan sobre el presunto criminal, quien tiene la sospecha de que el extraterrestre no andaba solo por la zona, y que uno, o varios, de los atrapados en el pequeño aeropuerto, son de otro planeta y andan a la greña para ejercer de primera línea en la invasión. Una aguerrida piloto (Chase Masterson) ayudará al preso a hacer frente a una situación cada vez más complicada…
Al contrario de “Warnings” (2003) que también tocaba la temática de las invasiones extraterrestres, “Invasión final” es un producto que en ningún momento oculta su falta de pretensiones, así como de medios. Cunningham, director de estilo limitado, sabe en todo momento cuáles son sus puntos flacos, por lo que en gran medida intenta no irse por los cerros de Úbeda, ofreciendo una película francamente entretenida, resuelta con grandes dosis de dinamismo e ingenio.
Bruce Campbell, cuyo personaje, un antihéroe cortado según patrones muy carpenterianos (de John Carpenter) otorga carisma y prestancia a su papel de convicto que lucha por no verse superado por las circunstancias en las que se ve envuelto. Nadie le cree, solamente la piloto interpretada por la televisiva Chase Masterson, pues el resto de personajes parecen ocultar su verdadera personalidad e intenciones. Como he dicho antes, Cunningham es un director escasamente dotado a niveles creativos, por lo que tampoco se exprime demasiado el cerebro y va a lo directo, a lo esencial. Un buen ejemplo es la secuencia del detector de equipajes, por donde deben pasar los personajes para saber cuál de ellos es extraterrestre. Su ejecución es pedestre a más no poder, pero no desentona en el conjunto de una película que busca la complicidad del aficionado al género, que sabrá pillarle el tono sin lugar a dudas.
“Invasión final” (2002) formó parte de una serie de producciones que la cadena USA Cable puso en marcha con el fin de realizar películas de género con apariencia de cintas de bajo presupuesto. “Mentes cautivas” (“Control factor”/2003), dirigida por el televisivo Nelson McCormick, realizador habitual de muy muchos episodios de las más diversas series para la pequeña pantalla, es un producto que parece utilizar un guión desechado para “Expediente X”. Su apuesta visual, absolutamente insulsa y falta de personalidad, la convierten en una película francamente bien poco remarcable, de la que solamente puede salvarse la solvencia de su protagonista, Adam Baldwin, y la presencia de una guapa, hermosa, Elizabeth Berkley, único elemento sugestivo de una película que, precisamente, habla de sugestiones y control mental. La tercera del lote es “El santo pecador” (“The saint sinner”/2002), una producción ideada por Clive Barker que, si además de haberla producido e ideado, la hubiera dirigido, muy probablemente estaríamos hablando de una película francamente considerable, pero que en manos del muy anodino Joshua Butler resulta un fiasco de proporciones vergonzantes.

Sean S. Cunningham, a la izquierda, junto a su amigo y colega Wes Craven; fue Cunningham quien apoyó a Craven en sus inicios en el cine, a primeros de los setenta, con la brutal "La última casa a la izquierda" (1972). Posteriormente, Cunningham quedó vinculado casi de por vida a la franquicia de "Viernes 13", con alguna que otra realización, generalmente poco o nada remarcable las más de las veces. "Invasión final" (2002) es una producción televisiva con espíritu de serie B que queda, pese a sus limitaciones, como su aportación más compacta, y aceptable a nivel cualitativo, tras la cámara.

WARNINGS

En ocasiones, aún con la posibilidad de resultar pesado, suelo insistir en el concepto de serie B ochentera. No es que uno sea nostálgico, pero lo cierto es que dicha añoranza se acentúa de forma exponencial cuando ve cosas como la presente “Warnings” (2003), ejemplo palmario de cómo el modelo, el concepto de serie B, se vulgarizó de mala manera a partir de los años noventa y, con la entrada del nuevo siglo, la situación lejos de mejorar llegó a cotas bajas, por no decir directamente subterráneas.
“Warnings” es, sobre el papel, un claro derivado, en plan barato (y barriobajero) de “Señales” (2003), notable muestra de cine de ciencia ficción, con gotas de terror, que sigue siendo de lo mejor filmado por el muy sobrevalorado, por aquel entonces aún en la cresta de la ola (luego le vendrían las hostias como panes, pero eso ya es otra historia), M. Night Shyamalan. El filme, dirigido por Christian McIntire, profesional de cine vinculado a producciones de bajo presupuesto, aunque en su faceta de diseñador de efectos especiales ha podido colarse en alguna que otra producción de fuste, pocas, pero se ha colado, no oculta en ningún momento su condición de copia, y tampoco es que haya un esfuerzo alguno en hacer que la cosa ascienda creativamente algo.
La película relata las tribulaciones por las que pasan un grupo de universitarios que deciden pasar un fin de semana en la casa de campo propiedad del tío de uno de los muchachos, Layne, que falleció en un supuesto accidente. La realidad del asunto es que tío Joe, un hombre que por otra parte no estaba muy en sus cabales, murió como consecuencia de sus enfrentamientos con una panda de extraterrestres, que utilizan su campo de maíz como zona de aterrizaje. El sheriff (interpretado por un Billy Zane que parece estar esperando cobrar el cheque y pillar la puerta de salida, dado su nivel de desgana interpretativa) les pone sobre aviso de que han pasado cosas raras, y la gente del pueblo les muestra su disconformidad, pues tío Joe estaba como una cebolleta y no era muy querido en la población. Las cosas irán a peor cuando los extraterrestres decidan hacerse visibles de nuevo, siendo el preámbulo de una invasión en toda regla, cuyas consecuencias no veremos, aunque todo parece indicar que no serán demasiado buenas para nosotros, pobrecillos terrícolas…
McIntire, aún siendo, como ya he dicho, diseñador de efectos especiales, muestra una total incompetencia a la hora de hacer que éstos resulten creíbles. Los extraterrestres de la película tienen menos entidad que un marciano salido de un videojuego, y sus apariciones resultan pobres. En su faceta como realizador, tampoco es que desarrolle una labor digna de consideración; básicamente propone una puesta en escena plana, de telefilme de sobremesa, basado en unas interpretaciones que, cuando pretenden ser dramáticas, acaban dando lugar a momentos de verdadera vergüenza ajena. Además de Billy Zane, que como ya he dicho, está de pelotón de fusilamiento, aparece un Stephen Baldwin que da más pena que otra cosa y un A. J. Buckley (actor que intentó hacerse un hueco en el cine de gran presupuesto con “Comportamiento perturbado” (2001), uno de esos filmes de perfil bajo que intentó hacerse aprovecharse del impacto de la saga “Scream”, aunque luego su carrera se ha circunscrito en productos para la pequeña pantalla, caso de la teleserie “CSI Nueva York) que es el único que se esfuerza por dar algo de credibilidad a su personaje, por más que sus esfuerzos caigan en saco roto, porque “Warnings” es una película hecha con el claro objetivo de aprovechar una moda, un filón, dentro de unas coordenadas industriales fijas, dentro de las cuales ni la creatividad ni la imaginación tienen cabida, sólo el beneficio rápido en el videoclub o en la televisión de pago… Y así están las cosas en la serie B actual. Muy probablemente habrá excepciones pero, básicamente, y para desgracia del aficionado, el “directo a video” está así de mal en estos tiempos de descarga digital y reaprovechamiento caníbal, que no mero reciclaje, de modas e ideas, más que de inteligencia e innovación.

Pese a haber tenido un papel de empaque en una superproducción del calado comercial, y popular, de "Titanic", bajo la batuta de James Cameron, lo cierto es que la carrera de Billy Zane es pura y dura serie B directa a las estanterías de los videoclubes. Y quede constancia que su intervención en subproductos de similares prestaciones ha dado lugar a productos todavía peor orquestados que la película dirigida por Christian McIntire.

miércoles, 1 de enero de 2014

SUBESPECIES

Tres estudiantes americanas llegan a Rumanía, en concreto a Transilvania, para completar sus respectivas tesis doctorales. Lo que no saben las tres muchachas es que han llegado en el momento justo en el que las fuerzas vampíricas se hallan revueltas. Por un lado, el malvado Radu se ha cargado a su propio padre con el fin de hacerse con el control de la Piedra Roja, sirviéndose de sus leales criaturas, las subespecies, pequeños demonios que le sirven fielmente. Por el otro encontramos a Stefan, un vampiro bueno hasta decir basta que, tras enamorarse perdidamente de una de las estudiantes, será ayudado por ésta, mientras las otras dos compañeras acabarán siendo convertidas en no muertas…
Tras el éxito de “La venganza de los muñecos” (1989), vía vídeo, el productor Charles Band puso en marcha esta historia de vampiros, que sirvió para asentar definitivamente su recién nacida compañía de producción, la Full Moon Entertainment, dentro del marco de las productoras que cultivaban el cine de género directo a formato doméstico.
“Subespecies”, sin ser nada del otro jueves, de algunas secuencias de lucha rodadas en plan manazas y algunas interpretaciones francamente deplorables, en especial la de Michael Watson (que en su rol de Stefan ofrece unas prestaciones muy similares, curiosamente, a las desplegadas posteriormente por el británico Robert Pattinson en la saga “Crepúsculo”, aunque el segundo pudo disfrutar de una producción más holgada en medios) es una película que, dentro de su evidente sencillez, acaba ganando enteros gracias a su total y absoluta falta de pretensiones, que la sitúan por encima de la media de la compañía, a escasos metros de la ya citada (y comentada por este blog) “La venganza de los muñecos”, que sigo considerando como la cima absoluta de la firma.
La película se rodó en Rumanía, dos años después de la caída, y muerte, de Ceaucescu; en esos momentos el país estaba iniciando su recuperación democrática y económica, y ello facilitó el que se convirtiera en el plató ideal, junto a Bulgaria, de la mayor parte de la serie B estadounidense, algo que, poco más tarde, se extendería hacia producciones de mayor calado presupuestario, situación ésta que, con sus más y sus menos, se mantiene a día de hoy.

Tras las cámaras tenemos a Ted Nicolaou, que empezó en esto del cine ni más ni menos que como técnico de sonido en “La matanza de Texas” (1974). En los ochenta ingresaría en la nómina de la Empire de Charles Band, quien facilitaría que iniciara una carrera como realizador adscrita a la más pura serie B, y en la que destacan títulos como “Terrorvisión” (1986). Con el advenimiento de la Full Moon, Nicolaou se haría responsable de filmar varias de las secuelas de “Subespecies”, además de rodar “Vampire journals” (1996), una suerte de variante explotativa de “Entrevista con el vampiro” (1995).

En el papel del malvado Radu se eligió al actor, originario de Groenlandia, Anders Hove, que por aquel entonces tenía un papelito en el culebrón "Hospital general", junto a Michael Watson, su hermano, el vampiro bueno Stefan, en la película dirigida por Ted Nicolaou, y quien fue el que realizó las gestiones para facilitar su fichaje. Posteriormente, Hove se dejó  ver en diversas producciones del género, así como en televisión, para luego regresar a los países nórdicos como consecuencia del impacto provocado por Lars Von Trier y su "Dogma", sistema en el cual Hove se aplicó profesionalmente a mediados de la primera década del siglo XXI.