jueves, 9 de enero de 2014

EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

Tras el fracaso comercial sufrido con “Golpe en la Pequeña China” (1986), John Carpenter vuelve al territorio de la serie B pura mediante un contrato con la productora Alive Films, por el que se establecía el rodaje de cuatro películas de presupuesto ajustado, todas ellas encuadradas dentro de los géneros conocidos por el director de “La cosa” (1982): el terror y la ciencia ficción. Pero dicho retorno tampoco tuvo los resultados esperados, y con dos películas realizadas, y estrenadas con escasa recepción por parte del público y de la crítica, “El príncipe de las Tinieblas” (1987) y “Están vivos” (1988) quedaron como el único fruto de este plan de producción, quedando las dos restantes en saco roto, dentro del cajón de “proyectos no realizados”.
“El príncipe de las Tinieblas” tendrá sus defectos, quizá su actor protagonista, el televisivo Jameson Parker, no era el más adecuado para llevar el peso protagónico, quizá la historia sea algo embarullada, pero posee suficientes elementos de interés y, muy especialmente, el toque distintivo carpenteriano, basado en una puesta en escena elegante, apoyada en una técnica visual muy clásica que en ningún caso quiere decir anticuada, todo lo contrario. Carpenter destaca por ser uno de los realizadores que mejor uso hacen de la cámara como herramienta narrativa, muy por encima de simplones como Wes Craven, que más bien la tocan de oídas.
Un grupo de científicos, de todas las procedencias y especialidades, acuden a la llamada de un sacerdote (Donald Pleasance), que les informa de que Satanás está a punto de regresar a la Tierra. El maligno permanece dormido en una especie de hurna de cristal, depositada desde hace tiempo en una iglesia de Los Ángeles, y el citado sacerdote teme que la situación pueda hacerse irreparable si no encuentran una solución. Pero a cada hora que pasa el influjo de lo que dormita en la hurna va haciéndose más poderoso, tomando posesión de cualquier desdichado que se le ponga por delante. Debilitados en fuerzas, los supervivientes deberán luchar no solamente contra el Demonio, sino contra algunos de sus compañeros, que vuelven a la vida convertidos en muertos vivientes…
La película, ya digo, en el momento de su estreno levantó escasas simpatías, siendo vilipendiada de forma injusta. Pero como suele pasar, el paso del tiempo, así como la revalorización de su director, han hecho de ella un título “de culto”, adejetivo éste que siempre hay que coger con pinzas, más que nada porque suele utilizarse con el fin de tapar injusticias pasadas o bodriazos de tomo y lomo.
En el reparto encontramos a actores habituales del cine carpenteriano, caso de Donald Pleasance, inolvidable Dr. Loomis en “La noche de Halloween” (1978), así como a dos intérpretes rescatados de “Golpe en la Pequeña China” (1986), el veterano Victor Wong y el siempre dicharachero Dennis Dun.

Película de aliento pesimista, que Carpenter potenciará desde la ciencia ficción conspiracionista con la siguiente “Están vivos” (1988), mediante un discurso ideológico hoy escalofriantemente de actualidad, “El príncipe de las Tinieblas” podrá considerarse una obra menor en la filmografía de su director, pero para el que esto suscribe está entre sus pel´culas más remarcables, muy cerca de “La cosa” (1982) y la monumental “En la boca del miedo” (1995) que vendría a ser su particular homenaje a Lovecraft.  

Alice Cooper, rockero con notoria popularidad durante los setenta y ochenta, realiza un "cameo" como siniestro vagabundo en la muy reivindicable "El Príncipe de las Tinieblas" (1987) de John Carpenter.

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