Tras el fracaso comercial sufrido con “Golpe en la Pequeña China” (1986),
John Carpenter vuelve al territorio de la serie B pura mediante un contrato con
la productora Alive Films, por el que se establecía el rodaje de cuatro
películas de presupuesto ajustado, todas ellas encuadradas dentro de los
géneros conocidos por el director de “La cosa” (1982): el terror y la ciencia
ficción. Pero dicho retorno tampoco tuvo los resultados esperados, y con dos
películas realizadas, y estrenadas con escasa recepción por parte del público y
de la crítica, “El príncipe de las Tinieblas” (1987) y “Están vivos” (1988)
quedaron como el único fruto de este plan de producción, quedando las dos
restantes en saco roto, dentro del cajón de “proyectos no realizados”.
“El príncipe de las Tinieblas” tendrá sus defectos, quizá su actor
protagonista, el televisivo Jameson Parker, no era el más adecuado para llevar
el peso protagónico, quizá la historia sea algo embarullada, pero posee
suficientes elementos de interés y, muy especialmente, el toque distintivo
carpenteriano, basado en una puesta en escena elegante, apoyada en una técnica
visual muy clásica que en ningún caso quiere decir anticuada, todo lo contrario.
Carpenter destaca por ser uno de los realizadores que mejor uso hacen de la
cámara como herramienta narrativa, muy por encima de simplones como Wes Craven,
que más bien la tocan de oídas.
Un grupo de científicos, de todas las procedencias y especialidades, acuden
a la llamada de un sacerdote (Donald Pleasance), que les informa de que Satanás
está a punto de regresar a la Tierra. El maligno permanece dormido en una
especie de hurna de cristal, depositada desde hace tiempo en una iglesia de Los
Ángeles, y el citado sacerdote teme que la situación pueda hacerse irreparable
si no encuentran una solución. Pero a cada hora que pasa el influjo de lo que
dormita en la hurna va haciéndose más poderoso, tomando posesión de cualquier
desdichado que se le ponga por delante. Debilitados en fuerzas, los
supervivientes deberán luchar no solamente contra el Demonio, sino contra
algunos de sus compañeros, que vuelven a la vida convertidos en muertos
vivientes…
La película, ya digo, en el momento de su estreno levantó escasas
simpatías, siendo vilipendiada de forma injusta. Pero como suele pasar, el paso
del tiempo, así como la revalorización de su director, han hecho de ella un
título “de culto”, adejetivo éste que siempre hay que coger con pinzas, más que
nada porque suele utilizarse con el fin de tapar injusticias pasadas o bodriazos
de tomo y lomo.
En el reparto encontramos a actores habituales del cine carpenteriano, caso
de Donald Pleasance, inolvidable Dr. Loomis en “La noche de Halloween” (1978),
así como a dos intérpretes rescatados de “Golpe en la Pequeña China” (1986), el
veterano Victor Wong y el siempre dicharachero Dennis Dun.
Película de aliento pesimista, que Carpenter potenciará desde la ciencia
ficción conspiracionista con la siguiente “Están vivos” (1988), mediante un
discurso ideológico hoy escalofriantemente de actualidad, “El príncipe de las
Tinieblas” podrá considerarse una obra menor en la filmografía de su director,
pero para el que esto suscribe está entre sus pel´culas más remarcables, muy
cerca de “La cosa” (1982) y la monumental “En la boca del miedo” (1995) que
vendría a ser su particular homenaje a Lovecraft.
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