Tres
estudiantes americanas llegan a Rumanía, en concreto a Transilvania, para
completar sus respectivas tesis doctorales. Lo que no saben las tres muchachas
es que han llegado en el momento justo en el que las fuerzas vampíricas se
hallan revueltas. Por un lado, el malvado Radu se ha cargado a su propio padre
con el fin de hacerse con el control de la Piedra Roja, sirviéndose de sus
leales criaturas, las subespecies, pequeños demonios que le sirven fielmente.
Por el otro encontramos a Stefan, un vampiro bueno hasta decir basta que, tras
enamorarse perdidamente de una de las estudiantes, será ayudado por ésta,
mientras las otras dos compañeras acabarán siendo convertidas en no muertas…
Tras el éxito
de “La venganza de los muñecos” (1989), vía vídeo, el productor Charles Band
puso en marcha esta historia de vampiros, que sirvió para asentar
definitivamente su recién nacida compañía de producción, la Full Moon
Entertainment, dentro del marco de las productoras que cultivaban el cine de
género directo a formato doméstico.
“Subespecies”,
sin ser nada del otro jueves, de algunas secuencias de lucha rodadas en plan
manazas y algunas interpretaciones francamente deplorables, en especial la de
Michael Watson (que en su rol de Stefan ofrece unas prestaciones muy similares,
curiosamente, a las desplegadas posteriormente por el británico Robert
Pattinson en la saga “Crepúsculo”, aunque el segundo pudo disfrutar de una
producción más holgada en medios) es una película que, dentro de su evidente
sencillez, acaba ganando enteros gracias a su total y absoluta falta de
pretensiones, que la sitúan por encima de la media de la compañía, a escasos
metros de la ya citada (y comentada por este blog) “La venganza de los muñecos”,
que sigo considerando como la cima absoluta de la firma.
La película se
rodó en Rumanía, dos años después de la caída, y muerte, de Ceaucescu; en esos
momentos el país estaba iniciando su recuperación democrática y económica, y
ello facilitó el que se convirtiera en el plató ideal, junto a Bulgaria, de la
mayor parte de la serie B estadounidense, algo que, poco más tarde, se
extendería hacia producciones de mayor calado presupuestario, situación ésta
que, con sus más y sus menos, se mantiene a día de hoy.
Tras las
cámaras tenemos a Ted Nicolaou, que empezó en esto del cine ni más ni menos que
como técnico de sonido en “La matanza de Texas” (1974). En los ochenta
ingresaría en la nómina de la Empire de Charles Band, quien facilitaría que
iniciara una carrera como realizador adscrita a la más pura serie B, y en la
que destacan títulos como “Terrorvisión” (1986). Con el advenimiento de la Full
Moon, Nicolaou se haría responsable de filmar varias de las secuelas de
“Subespecies”, además de rodar “Vampire journals” (1996), una suerte de
variante explotativa de “Entrevista con el vampiro” (1995).
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