John Nada es un hombre que, como tantos otros, ve su vida afectada por la
crisis económica, lo que le lleva a deambular por una América asolada por la
pobreza y la falta de oportunidades. Encuentra cobijo en un campamento de gente
sin recursos, que comparten lo que tienen y, de paso, va haciendo algunos
trabajos como albañil con los que va tirando. Un día, de forma casual,
encuentra unas gafas de sol. Al ponerselas, Nada hace un descubrimiento tan
sorprendente como terrorífico: la Tierra está ocupada por una raza
extraterrestre que ha ido escalando posiciones dentro del escalafón social,
político y de seguridad. Dicha raza controla todo el poder, y hace lo que se le
antoja, escalvizando poco a poco a los humanos, exceptuando a un pequeño
reducto de resistentes, los cuales son eliminados por la policía, que de hehco
también son invasores en su mayoría. La resistencia diseñó las gafas con el fin
de desenmascarar la invasión, pero el plan se va al traste antes d eponerse en
marcha, quedando solamente las gafas que ha encontrado Nada. Apoyado por otro
que, como él, ha sido apartado de la sociedad, Nada se lo jugará todo con el
fin de liberar a la Tierra de la opresión de una raza alienígena que ha dejado
a la Humanidad fuera de combate a base de potenciar el consumismo y el
pensamiento único como base principal de su estrategia conquistadora…
“Están vivos” (1988) es la más contundente de las películas filmadas por
John Carpenter; basada en un relato de Ray Nelson, la película fue, en su día,
recibida de muy mala manera. En España tardó casi un lustro de tener un estreno
comercial digno de tal consideración; su fracaso supuso el fin precipitado del
contrato que el cineasta tenía consignado con la Alive Films: de las cuatro
películas pactadas, la cosa quedó en la mitad.
Película radical en sus postulados, “Están vivos” ofrece un tipo de invasión
alienígena del todo atípica. En este caso, los invasores del espacio exterior
han ido ocupando puestos clave de la sociedad occidental; tanto pueden ser
ejecutivos, como banqueros y agentes de policía. Gracias a esto y al uso de
mensajes subliminales, han dejado a la raza humana del todo anestesiada, salvo
un reducto de resistentes que han logrado un modo de indentificar a los
extraterrestres, mediante el uso de unas gafas de sol especiales. John Nada, un
ciudadano americano salido de la clase media trabajadora, será el cabeza de
base sobre la que se cimentará la última gran posibilidad de evitar que los
planes de invasión pasen a una fase final devastadora para la especia humana.
Carpenter pone sobre el tapete un discurso político en el que denuncia de
forma clara los tejemanejes de la América azotada por las salvajes políticas
neoliberales de Reagan. Este presidente, que pasa por ser el más popular dentro
de su país (en el exterior sería otro cantar), sumió a Norteamérica en un
estado de supuesto crecimiento económico que, luego, tras dejarlo en manos del
Bush padre, su sucesor, se demostró del todo falso, un auténtico castillo de
naipes. Durante sus ocho años de Presidencia (1981-1989), Reagan potenció el
patriotismo como modelo de comportamiento, solamente es cuestión de recordar
cómo durante esa época llegó a admirar públicamente a la figura de Rambo, aquel
personaje que pretenció dar a los americanos la oportunidad de “vengar” la
afrenta de Vietnam, mediante una película en la que emergía como símbolo del
héroe americano insensible al dolor pero entregado a la causa. Otros, caso de
Chuck Norris con sus “Desaparecido en combate” (tres películas, entre los años
1984 y 1988), jugaron la misma carta, de manera harto más nociva. Hoye en día
tales películas se reivindican con ojos nostálgicos por ciertas cadenas
temáticas, pero indudablemente conforma el corpus de un tipo de cine patriótico
que Reagan, actor del Hollywood clásico que nunca pasó de secundario para la
Warner, para luego sumergirse en producciones de serie B, bendijo con elevadas
dosis de sarcasmo e hipocresía.
Es evidente que dicho discurso ideológico no sentó nada bien en unos
Estados Unidos que parecían sumergidos en un estado de disneyzación perpetua,
de la que se despertaron gracias a las “habilidades” de Bush padre, cuya
demostrada incompetencia a la hora de hacer frente a la crisis económica
acabaría costándole la presidencia, aún ganando la Guerra del Golfo, durante la
cual hasta hubo un conato de volver a viejas fórmulas del cine de acción ochentero.
Carpenter se la jugó a fondo con esta película, y perdió, al menos en las
distancias cortas, pues a la larga, y a veinticinco años vista, puede decirse
claramente que sus ideas, sus vaticinios, están plenamente en vigor.
Volviendo a la película propiamente dicha, puedo decirles que se trata de
otra muestra de las capacidades de su director para amoldarse a la serie B más
estricta, al cine de bajo presupuesto corriente y moliente, pero dándole un
toque narrativo perfecto, donde la ciencia ficción conspiranoica se dala mano
con la crítica social. El director de “Golpe en la Pequeña China” tuvo que
ajustarse el cinturón y utilizar el ingenio para obtener unos resultados que,
sobre la pantalla, permiten disfrutar de una de sus películas más directas,
menos complacientes con el mundo que le ha tocado en suerte vivir. Y hay pocos
cineastas que consigan hacer algo así, obteniendo unos resultados tan sumamente
estimulantes y visualmente imaginativos.
En el reparto tenemos, como protagonista, a Roddy Piper, reputado campeón de "wrestling", esto es, lucha libre de ésa en la que van vestidos de manera muy hortera, como superhéroes Marvel amoñizados, y que resulve con sorprendente soltura su papel de ciudadano anónimo pero decidido a luchar por sacar a la luz la verdad. Le siguen Keith David, secundario en "La cosa" (1982), en el rol de compinche de Nada, que no es que las tenga todas consigo y, en última instancia, Meg Foster, otra actriz con amplio bagaje en la serie B americana, y que posee el par de ojos más hipnóticos del Fantástico americano de bajo presupuesto. Uno de sus últimos trabajos es el de bruja en la, ya de culto, "The Lords of Salem", de Rob Zombie.
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