domingo, 26 de enero de 2014

SLUGS, MUERTE VISCOSA

En una tranquila localidad estadounidense, una de ésas en la que nunca parece suceder nada digno de consideración, repta por su subsuelo una amenaza en forma de babosas, que han mutado hasta convertirse en una especie carnívora. Un inspector de sanidad, valiente como él solo, y contra los poderes fácticos, que andan a la greña con la construcción de un centro comercial, se hará cargo de la situación. Las babosas, por su parte, hambrientas de carne humana, harán de las suyas cargándose a cuanta persona pillen por su camino…
El valenciano Juan Piquer Simón (1935-2011) apareció en un momento en el cual el cine de género en España andaba ya dando sus primeras señales de crisis. A pesar de ello, Piquer Simón no se amilanó, y debutó ni más ni menos que con una adaptación de “Viaje al centro de la Tierra” (1977), rodada en inglés, contando con la distribución de la AIP americana y con actor, el británico Kenneth More, entonces muy popular por su papel en la serie televisiva del Padre Brown. El descomunal éxito comercial de la apuesta, segunda película más taquillera de aquel año, por detrás de “La guerra de las galaxias” (“Star Wars”/1977/George Lucas), propició que el realizador siguiera la senda del cine de aventuras más familiar y con clara intención de atraer a las audiencias juveniles de la época, aportando títulos como “Supersonic Man” (1979), “Los diablos del mar” (1981), otra versión de una novela de Verne, en este caso “Un capitán de quince años” y “Misterio en la isla de los monstruos” (1981), donde el legandario Peter Cushing, ya en el los últimos estertores de su extraordinaria carrera, se daba la mano con nuestro Hombre Lobo particular e intransferible, Paul Naschy.
Ahora bien, en mitad de tanto cine de aventuras hecho con pretensiones de apostar por un cine de aventuras tradicional, puro, Piquer Simón aprovechó la moda de “Viernes 13” (1980) para filmar la muy contundente “Mil gritos tiene la noche” (1981), suerte de explotación del modelo yanqui, de nuevo rodado en inglés pero con equipo técnico netamente español y algunos intérpretes americanos de segunda división para dar el pego. Y lo logró con creces, obteniendo de nuevo una respuesta en taquilla francamente remarcable.

Divertida secuencia de "Slugs, muerte viscosa", con un primer plano de una de las babosas, que ponen de manifiesto el trabajo artesanal, en cuanto efectos especiales, de esta película de Juan Piquer Simón.
“Slugs, muerte viscosa” nació con unos planteamientos similares; contando con el respaldo financiero de  Raffaella DeLaurentiis, hija del famoso magnate del cine, que por aquel entonces andaba con la idea de situarse también como productora, Piquer Simón puso en marcha este homenaje al cine de ciencia ficción de los años cincuenta, adaptándolo a los parámetros de la serie B de los ochenta, esto es, con un poc más de salsa y pimienta. Vamos, que le puso algo más de sangre e higadillos, con unas gotitas de erotismo de andar por casa para que el conjunto cuajara a la perfección. Y cabe decir que la cosa volvió a salirle más que redonda.
Con sus imperfecciones, entre las que cabe destacar el principal “handicap” de Piquer Simón, su escasa, por no decir nula, pericia a la hora de dirigir a los actores, que deambulan más que interpretan, de manera en ocasiones harto artificiosa, lo que resta enjundia dramática al asunto, “Slugs, muerte viscosa” es una vistosa aportación española al género de terror y ciencia ficción, que se ve con gusto, por cuanto su realizador, ante todo un artesano enamorado de su trabajo, pero que sobre todo supo siempre muy bien cómo venderse al exterior. Puede que sus excesos gore puedan resultar sumamente difíciles de ver, por el asco que dan, más que las propias babosas, pero posee un encanto de clase B que la hace simpática y francamente atractiva.

Piquer Simón incidiría en la mixtura ciencia  ficción-terror con la también muy recomendable “La grieta” (1989), pero a partir de ahí las cosas irían cuesta abajo. Las cambiantes circunstancias del cine de género hecho en España provocaron que el siguiente proyecto dirigido por el valenciano, “La mansión de Cthulhu” (1991) sufriera una complicada gestación, que sumada a una posterior distribución, muy deficiente, en vídeo, determinó que su director abandonara el cine de terror de raíz más gore para regresar al campo del cine de aventuras. Pero el panorama de primeros y mediados de los noventa no era ya el mismo de finales de los setenta, y “La isla del Diablo” (1994) y “Manoa, la ciudad de oro” (1996) fueron recibidas con total y absoluta indiferencia, determinando, tristemente, el final de su actividad profesional como cineasta.  

Juan Piquer, a la derecha de la imagen, dando indicaciones en pleno rodaje de "Slugs, muerte viscosa", uno de sus grandes éxitos comerciales.

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